RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 3 de abril de 2010

SOLDADO

SOLDADO


Detrás de la colina,
dientes apretados y molestias
en el pulso,
sin enemigo a batir,
perdido de esperanza, la consigna
del soldado no es matar,
es olvidar que existe la muerte.

El soldado distrae su mirada
en la estepa desierta, solo huellas
de sueños reflejan la respiración
y colman el presente.
Hace miedo, hay miedo en la arena
por expresa voluntad del recuerdo
no perdido. Huellas que no conducen
a futuro, huellas casi inapreciables
para los buitres de la memoria.
A la vista de la tarde, el deseo
de estar acariciado en unas manos,
sobrado de tiempo hasta la perplejidad.

Suena el dolor, la excitación se desprende
del gesto, se pierde en el páramo.
Nadie posible acerca la palabra
y el soldado desmiente a la soledad
con balas de fogueo
hasta hundirse en un abismo
y decidir perderse
en la excusa del poema.


Rll. 21-6-07 ( 19,22 h.)

VERSOS DE BITÁCORA

VERSOS DE BITÁCORA (calle del olvido)

(&).
Es la misma travesía,
los mismos átomos, los recuerdos,
el cajón de las herramientas, la cola,
los mismos pensamientos.
Hoy más larga singladura, más severa,
va quedando menos tiempo
escasean las fuerzas,
el agua es aún la misma.
El horizonte ha mermado el interés
del navegante, casi no ambiciona,
casi existe solo en la ilusión
mientras la ilusión es apenas una ola,
un semicírculo corto,
un gesto de la mar del deseo.
Desde la proa de la nada
asigno mis versos a bitácora
añadiendo la bandera del perdedor
con un jazmín al desespero.
Traen las aguas un triste olor
de atonía y miedo.


Rll. 23-9-07. (18,36).















(#).

Cuando la marea,
el canal del río, gris y travieso,
las aguas del río embarcadas en redes,
los hombres sollozando,
mi madre, al lado, contándome
consuelo,
cuando la marea grande,
la orilla era de sangre de cieno
y sonaba a miseria,
nos cansamos de esperar los remos,
caímos al mar,
dejando en tierra una bandeja de recuerdos,
perdiéndonos a trozos
cuando la marea grande
sucumbió el bien que habíamos ganado
y volvimos vacíos a los brazos
y nos encontramos entre la soberbia
de la marea grande, tú y yo,
desconocidos, y la suerte de una barca.
Y, hasta ahora, es bien sabido,
adoramos la singladura de los besos.




Rll. 24-9-07. (18.42).











($).-


Contó el emisario en síntesis
la historia de un desengaño
y gastó todas las palabras.
Contó la insolencia de un olvido
y sobraron todas las palabras,
contó la emoción de un beso
y lloró el emisario
y lloramos, sin palabras,
los dolientes, los besados,
hasta que se inventó
otra vez otro beso
y surgió el emisario
con una sonrisa.




25-9-07. (20,16)



















(=)



De existir la novedad
hoy es nuevo,
he recuperado el olor a mirto
que tan sufridamente me huele a ti.
En la soledad, en la soberbia,
en el deseo, en la generosidad,
me huele a como hueles
en tardes de amor,
no me hueles a espera
ni a silencios,
me hueles a mi sudor
pegado a tu cuerpo
y a tu cuerpo sembrando mi piel.
Es mi novedad de estío,
sorpresa o ansiedad.





Rll. 27-9-07. (20,17)
















(¿).-



Ha vuelto a parir gatos
la gata de tres pelos,
se esconden de las palabras
y de la luz,
vienen a comer cuando anochece,
me miran de lejos
sin despreciarme,
sin fiarse
y muerden la oscuridad
con más agrado que la luna,
aprendo a repetirme,
sin fiarme de mí,
la fórmula para huir
si te acercas al recuerdo
como los gatos,
y no lo consigo.




Rll. 27-9-07. (20,26).













(¡).-


Vine a profanar los miedos.
Esos serafines del sueño
que desgranan la facultad de dormir,
persisten al despertar
y conviven como parásitos
en este armar, desarmar, demoler
y deshacer ficciones que es la lontananza
del hombre solo.
El miedo del solsticio pasado,
del mentor presente,
del venidero tiempo de ventisca,
de todos los miedos que se juntan
en el asco y frenan
la palabra, la añoranza, el deber.
De los miedos acólitos que descreen
salmos, desprecian cereal y lodo,
acusan, disuelven, castigan, orinan
con desprecio en la acacia
sin respetar que duermes
y que eres tú, en viveza
quien lo sufre. A esos miedos
traviesos y leprosos
vengo a ahuyentar del frasco donde
amas.







29-9-07. (18,52)






(>).-



Doble ración de recuerdos
están calientes las sienes
que los nacen. Es pasar
del deseo, la puerta exagerada del deseo,
cruzar la timidez, estirar el rubor
y cubrir la estancia, toda la estancia,
de locura, un tapón que evite
subir el tufillo maloliente
desde la cañería del miedo
de ayer a perder la esperanza
y entrar y poseer
los bienes del rincón,
la carne afable, la intensidad,
el alma que domina el espacio
del amor,
poseer la vida que se filtra
por los ojos de la amada
y permanecer allí más que el tiempo,
mucho más.
Permanecer.





29-9-07. (20,31).













(\).-





Gime sin preguntar al dios enfermizo
las consecuencias, gime
sin prestar la lágrima
o acumularla para el próximo
perdón, has de gemir, por nosotros
en la escalera, por nosotros
ensalzados en melancolía.
Gime por ti,
llora por enésima vez
hasta el cansancio
y lloren los abriles nombrados,
las pausas, los autistas, la gleba
que huye del arado,
lloren quienes creen en la nostalgia
sin fe ni dogmas.
Lloremos nosotros
que hemos recorrido el universo
deseándonos
sin conseguirlo.


Rll. 30-9-07. (18,30)





(‘’’)


Cualquiera es soldado
con licencia para olvidar,
cualquiera cree tener el don
de ganar. Y así, nadie es
perdedor, nadie aprende
las reglas de la ética,
la disciplina del afecto.
Ha desaparecido
el privilegio de la conciencia,
esta selva se seca
de amapolas,
preside el ambiente un tufo
a tanque oxidado y a penal.
Los animales reproducen vida
en Ítaca, las plantas en Jíbaro.
Se han llevado el oro de Tharsis
a las colmenas de avaros
de Troya, es el espacio un cenagal de indiferencias
donde domina un pirata
que rompe las estrellas con el garfio
y quita luz a los astros. Isla Negra
se ha quedado indispuesta
en la crecida del verso.
Autorizaron a cualquiera
para mandar con licencia
para quemar almanaques, borrar músicas,
encarcelar el aire, envenenar el agua
y mutilar todos los poemas.

Rll. 6-10-07. (18.56.)










(•).-


Hasta Orihuela el murmullo ahíto
pertrecho y enjuto
olvidando que es sitio sagrado,
donde el verso intima con la vida
y es elegía la soledad
pero nunca la muerte.
Qué habrán hecho las tarántulas
para merecer este reproche,
no fueron ellas,
fue la soberbia de los astros,
los astros académicos, los ortodoxos astros
que invadieron las consignas de la mente
fraguando un odio genético
para toda la plebe del orbe lírico.
Qué hombre se atrevió;
cualquiera tuvo el timbre de moler
en sus miserables manos,
en otoño, aún en el remanso de otoño,
mientras corría por los ojos
el agua generosa, mientras…
el póstumo heredero de la fusta
mandó destruir todo aquello
que en una milésima se pareciera
al amor.



Rll. 8-10-07 (20.29).










(ª).-




Quiso el poeta guardarse los silencios,
el tesón, los pies, la nube, el colorido,
la mina, toda la tarde,
en un minúsculo objetivo de mirar,
como una máquina.
Hizo que el paisaje se entregara
a la oscuridad del interior
donde acaso solo existirían él
y otros paisajes con agua
o donde acaso se mezclaran
amablemente con la tierra.
Hizo el poeta color en el horizonte
y en las pizarras, metió hasta los rincones
del pozo la paz que le pudo prestar
el tiempo. Hizo la magia crecida
desde el ocre, los rojizos, los pardos,
los grises, templó a fuego de poeta
el alimento, pensó en eternizar su mundo
desde el bocado soluble de la emoción.
Al poeta le inventó el paisaje,
una tarde con alma, con honor y conciencia,
ebria de colores.




Rll. 8-10-07. (18.45).









(:).-



Elegimos el crepúsculo, la última luminaria
de la blonda cenital del tiempo,
de aquel tiempo de octubre
que ponía los árboles del color de los geranios
y el agua como con ganas de irse,
que ponía la tierra amarilla y verde
con sombras secas de un gris pelado
tirando a escondite
y ponía, octubre, el cuerpo del sapo
a la intemperie de la maleza
y el caracol al viento y empezaban a salir
los gusanos a la llamada del grillo
y parecía que empezaba el universo.
Elegimos para el recuerdo
ese octubre de gatos gemelos,
estorninos, búhos y castaños,
ese octubre de pasión medida, anhelo fiel
y pasos sin prisa. Ese octubre
de luz de tránsito.




Rll. 9-10-07.( 21,18).













(••)


No vendrán los ácaros,
es casi invierno y no vendrán
al aire, saben que no habrá clase
de bienvenida para los ácaros. Ni vendrán
puños cerrados con apariencias
ni miradas con fiebres ni vendrá abril,
ahora solo es octubre durmiéndose,
no vendrás a despertarnos,
también mis ojos duermen enfermizos
en la superficie del génesis,
no vendrás a insultarnos
por esperarte
ni vendrás a repasar la pena dejada.
No vendrás, sé que no vendrás
con ligereza a dejarnos una nana
para el insomnio, un tranvía para huir,
una mediana luz que parezca una carantoña.
No vendrán los amigos
a echarnos del tiempo
ni los ateos a redimirnos de la fe,
necesitamos solo a la tierra
para restregarnos la boca
y continuar la ruta,
hasta la primavera, hasta el sueño.


Rll. 30-10-07. (21,01).















(ª).-


Es de equinoccio
este bostezar de la lumbre
que arrima olorcillo de fuego al aire,
el aire quieto, mudo,
practicante de tormentas
por décima vez en lo que va
del despierto al derribo.
Y, de pronto, muy de pronto,
el jaldazo, el sol tropezando
con los riscos altos del horizonte
y cayendo al vacío
hasta perder la memoria.
Supimos equilibrar luz y sombras,
insistimos en proveer de equinoccio
para el alarde de la pura equidad.
Es de equinoccio el sufragio,
el prisma opaco,
apuntemos si algo puédase añadir
a la iniciativa de la caridad
o al tiempo.



Rll. 25-11-07. (18,35).




















(_).-



Te hablé de volver,
en el porche, sí,
el miserable día de las negaciones,
delante del espasmo
te hablé de volver,
enmudecimos o se curtió
la boca o la risa sobraba
o no advertimos falta de delirio.
Ahora que no estás
te pienso devolver lo mejor
de lo aprendido, te sueño
de volver a soñarnos mientras
ocupas el otro lado
de mi abrazo. Te deseo
volver a cansar con los versos,
en el duermevela,
hasta volvernos efemérides
los dos y celebrar volver
tocándonos las manos
junto al porche.







Rll. 25-11-07. (18,45).




















(…).-



A pena por centímetro,
hoy, que hipoteco las quimeras,
los sueños se desmayan
en la mente, los genes se tumban
a la sombra,
abril queda tan lejos como la rosa,
para dedicar una canción
me falta tiempo
y no le pongo cara de bondad
a mis deseos.
A dolor por paso
es el tributo del miedo
a perderme en la náusea precoz
del cuarto olvido
a quien tuviera valor para empeñar
en el declive de una sorpresa,
el golpe que tiende la luz,
el desacato a la risa,
la muerte merodeando la esperanza
y los vivos sin senos
para entretener la tarde de un sábado
cualquiera. Qué brebaje de insidia
le habrán puesto los demonios
a mi melancolía¡.



Rll. 27-11-07. (20,37.).










(%).-



Vine a ser enigma de la soberbia,
engaño en dormir,
pasión revuelta en el distingo,
apenas se llega a la mitad
de lo pensado,
me fijo en el catálogo de agallas
y existe un margen en blanco
delator de los olvidos,
de aquello sin ser
que apesta la hoja y la pudre,
de aquello hecho sin pensar
que hiere la estirpe
y a la dignidad difama. Es preciso
mandar hacer los carbones,
el tinte, la piel, la óptica, los diástoles,
el menaje de diario
para enmendarme en afecto,
en atenciones y en compromisos. Basta
empezar, borrando los trazos cansados,
poniendo semilla al sosiego,
aplacando el runrún de la turbulencia.
Y abrir la sed con un beso.




Rll. 1-12-07. (19,25).










(¨¨).-



Pequemos otra vez, rompiendo la farola
del campo, esa bandeja grande
que, en forma de plata aseada, se mueve
colgada por los llanos y los esmeriles,
se aniña, se empobrece, se disloca.
Luna se llama también tu pensamiento.





Rll. 9-12-07. (18,45).


































(=).-


Cambiar la segunda vía paralela,
parezca el raíl un solitario
perpendicular al agua
perdido entre las piedras
hasta solventar su estado de ánimo,
vean quienes exigen
que ha cambiado,
no es paralela, no podrá morder
el hierro ardiente cuando
se le caiga todo el peso
en las encías
y le aplasten sin ética, los codos,
el mestizaje y la dolencia.
Entonces verán una lengua blanca
de maldecir tanto la leche,
la sombra azul
del tanto llorar que enfría
hasta el eco. No, remar es desandar,
dije brújula, cayeron fibras de cuerpo
entre ruedas y lisonjas,
este hombre no es ni la voz
de quien empeñaron los lobos
en la última contienda,
es un añil color miedo.



Rll. 9-12-07. (19,02).










(@).-



Hoy, las autoridades por fin,
han puesto nombre a la calle rota
donde solo viven los obreros,
donde juegan el pozo con la sed,
el perro con la gata, los gritos con el silencio.
Le han puesto calle del olvido
y aplaudieron al pisarla el alcalde
por vez primera.
Luego invitaron a refresco y hambre,
se marcharon en largos coches negros
con bocinas huecas
y hablaron de otra cosa, las autoridades,
de otra cosa distinta de los obreros
y de la calle rota
y de las promesas de siempre.
Nadie miró,
los obreros siguieron llorando
con el olvido.



Rll. 9-12-07(19,22).




















(//).-



Mañana golpearé el hielo
de los besos,
mañana le pondré
orquídeas a la gata,
mañana no amaré
durante todo el día,
no viviré mañana
para desconocer
que me siguen odiando
el amor y la esperanza. Mañana
acabaré la última mesa,
el cuarto verso, el mirador.
Mañana,
cuando no vengas,
estaré desesperándome
en la atalaya,
donde mi tierra
cuelga los desengaños.



Rll. 9-12-07. (20,50).


















(¡).-


No sé llorar.
Para qué?,dejar
una lágrima de lujo
en la almohada
desdibuja los sueños.
No doblar los deseos
sacia la soledad, fracaso
tras fracaso, travesuras,
indolencias,
a nadie se echa de menos
cuando los desaparecidos
cerraron la puerta
y el pasadizo hacia
la nada
es cada vez menos imposible.





Rll. 10-12-07. (22,57).


















(Ç).-



Qué pelma de alma¡,
para apenas usarla
en los jueves
de versos
y apenas servir
para amontonar pesados
recuerdos, tristes emociones,
qué inútil alma
me crece en las uñas
con inercia, sin dolor ni ánimo,
qué insidia¡,
qué insatisfacción¡,
para que cuente a segundo
las canas que se caen,
los pasos que me engañan,
las penas que me insultan,
el talud de la parte de arriba
lleno de pus,
el cerebro incierto,
la mirada perdida,
los ojos vacíos de imágenes
y sin embargo
aparentar vivir, en silencio.



Rll. 10-12-07. (23,10).










(•••).-


El poema del mendigo es su miseria
que la arrastra hasta hacerla
catorce versos catorce veces
y componer catorce sonetos
pobres, míseros y bellos.
Para él, solo para él
es histriónica su miseria
porque es su vida, su patrimonio,
su decencia, su destino. Y la combina
con melancolía y ternura,
y le otorga más belleza a su miserable
forma de poetizar,
más belleza que un dios a su obra,
que un ladrón a su robo,
más belleza que una mujer a su beso.
Apura el mendigo su hora de gloria
y siempre le comienza otra y otra
hasta que todas las horas,
todas sus horas de miseria
son la mejor gloria soñada.
Nosotros volvemos a mirarlo
y volvemos a desentendernos
por no entender si el poema
es la miseria o el mendigo.



Rll. 11-12-07. (20,12).









(::).-



Me he perdido,
otra vez me he perdido,
desconozco las salidas, la entrada,
los aliados y me persiguen
apasionadamente los enemigos.
El enemigo tiempo,
la enemiga suerte,
los enemigos valor y confianza.
El gran enemigo desánimo
es habitante indeleble
en mi tristeza. A la nada recurro
como amparo, la nada es líquida
y se pierde. A la luz invoco y la luz
se esfuma con la prisa.
A mí rezo, mi oración de ateo,
credos también perdidos, súplicas
que se desvelan y fracasan.
Enemigos cansancio y afecto,
enemigo amor, tan destrozado
por el olvido que reina tanto espacio
en mis laderas. Los enemigos del alma
inconsolable que palpo con necesidad
de destruir y me destruyen.
Me han perdido, otra vez,
las constantes vitales
de mis errores.



Rll.13-12-07. (21,06).

(¡!).-



Nos pertenecemos.
Desde aquel domingo de mayo,
o antes, pertenecemos
a la misma palabra
que el verso llamó para nosotros,
al mismo guiño, a veces tú hombre
yo tierra, a veces ambos hombre
ambos tierra
y siempre tú la tierra fértil
de mis manos, de mis pensamientos,
yo el hombre de la voz de tus consejos.
Pertenecemos también al socavón,
al inerte silencio, a la melancolía.
A la casa, a tu casa de piedras,
a mi casa de barro agrio y luz
de agua, al brezo y a la hormiga.
Nada me convierte más en placer
que el orgullo de nuestra pertenencia.
Escriba la memoria
esta identidad, con letras en versos,
y la digan los voceros con palabras
en versos.



Rll. 27-1-08. (11,23).

















($$..).-



Ven. El crepúsculo invade el jardín,
ha sido una suerte tu mirada. La verdad
se ha ido, no crece tanto la begonia.
Falta ternura, aquí los rizos, ven, te dije,
te digo, te diré, el empuje es el deseo,
las malas hierbas sostienen
el recuerdo, el pan ardiente
no cala tu memoria. La insolencia, el tren parado,
casi la décima parte de un añico
es nuestra lealtad. No podré
convocar a tanta palabra,
se chocan en el aire hasta los labios,
y suena a ladrido.
Quema el frío los alrededores
de la soledad, intrépida soledad,
castigada por el ritmo del loco
que habla y habla sin sentido
hasta que se enoja el ciego de la esquina.
Y el loco castiga su perdón
rompiendo de un abrazo
su máquina de escribir. Dice que nos había soñado
la noche antes, nosotros fuimos sus cómplices
extraños para despertar,
y se volvió loco
y nos llamó a su témpano
mojándonos hasta el ceño del futuro
con la pulsera de hojalata
que dejó su madre. Ven ahora
que esto vuelve a ser tan distinto
a nosotros y tan parecido
a lo irreal que nos confirma
nuestra existencia.



Rll. 27-1-08 (11,42).



(¿?).-


Han puesto flores en la calle del olvido
para herir más a quienes la habitan,
han prometido quemar el tiempo,
quemar el tiempo que nace
por aquella ruta de alfileres.
También han puesto luces
a la calle, para que se vea
mejor la tristeza. Han doblado las esquinas
con promesas de trampas,
con persianas verdes y manteles viejos
de hule, con cables negros,
con remiendos han colocado
columpios a la tercera edad.
Todo fue extraño hasta que pisó
el alcalde la sombra
y trajo la inesperada sobra
de la esperanza. Alentó y felicitó,
se creció para esconder
en la palabra alta sus miedos cumplidos,
sus miserables compromisos
destinados a cualquier enmienda
de bondad y progreso, imperceptible
ahora en la calle del olvido,
con flores, luces y descuidos.



R.Ll. 22-3-08. (13,26).














(@...)


Días como el mar, días como labios,
días, de largo la humedad,
el sol en vilo, la falta de luz
se refleja en el dolmen cuando atardece
sin memoria y las cosas pierden su olor
a tierra y los olores pierden
su vanidad, los hombres germinan
como olas en los días como el frío,
para buscar lujuria el mandato
en pleno exigirá paraguas,
hasta la orilla un paso,
hasta el orgullo un milenio,
se oye perder,
la tarde huele a perdedores
y se planta el velorio
en la escalerilla del duelo, a perder
también aunque no sea más
que la vida de estos días
como el destiempo.





Rll. 18-4-08. (20,34.)























(¬..)



En duermevelas de abril
apenas ha suscrito hospedería el sol
en esta casa, apenas
se escapa de nuevo la tormenta
y son recuerdos los humedales y la brisa,
apenas si ha pasado el tiempo
por este olvido,
pregunto a donde me conocen
si queda de mí
memoria en tus labios.



















R.Ll. 25-4-08. (14.14).














(-_-).-


Otra vez la tarde
con ese reflejo a medida de ojos,
cálida y apuesta,
una tarde sin remiendos del día
y tan asomada al tiempo
como nosotros tan dedicados
al olvido, como el sereno en la soledad.
Nos valgan las gubias que alientan
la esperanza del solar
ocupado y nos valgan las voces
que ocupan con cantos la raya
silenciosa de la lejanía,
nos valgan para querer
adelantarnos a mañana con la impaciencia
de tenernos.











R.Ll. 17-5-08. (20,20).

















(;;;).-



Dulce testimonio de bondad
he visto
tras el hedor
del manto de santidad
que mordían anoche los obispos
y se santiguaban de perdón
y volvían a morder sus pecados
desde el deseo. Vigilaba la bondad
y crecía a pesar de la gélida acogida,
crecía en el aposento de los niños
a quienes nadie atrevió engañar.
Cesó la liturgia
y se apagó el cirial,
los obispos escondieron el oro,
la luz perdió vigilancia,
los niños obligados al recreo
y la bondad al estiércol,
he visto.








Rll. 23-5-08. (20,38).























(º@).-


Veintinueve veces mayo, veintinueve;
albas con veintinueve deseos,
pendiente junio con la boca abierta,
los colmos, las arañas, las espátulas,
el hambre del niño veintinueve
de quien se ha olvidado el paraíso
se pone corbata negra
para rogar a quien aún no ha muerto,
quizá también para rogar
que nadie más muera
veintinueve veces, veintinueve miles de veces,
para que mayo se esfume
entre clamores y desoiga los miedos.
Y del hambre se hable como recuerdo
en los libros de olvidos,
y de mayo se cante como canción
en los coros de gaviotas
y de nosotros se cuente que celebramos
el cumpleaños con veintinueve velas
amorosamente dispuestas en la canasta
del amor. Y divulguen la esquela de vivir
para aquellos niños
que vivían con hambre la muerte
y miraban con perdón.



R.Ll. 31-5-08. (21,23).















(‘¡’).-


Casi huele a mundo este balcón
por el ombligo, a mundo hecho.
Puede oler a resabio, a bostezo,
a guerra sin culpable,
a gente con bigote o a mercadillo
de basuras,
puede oler a hospital de África,
a mitin, a marcha militar,
a coroneles en calzoncillos.
Huele tan mal como la misa de diez,
como la conciencia del obispo,
huele a vómito de ángeles,
apesta a santidad y no es domingo.
Casi huele a mundo este lupanar
que por ventura no huele
a verso.








Rll. 1-6-08. (17,13).




















(%%).-


Los pájaros,
muerden los pájaros el friso
cansado de la tarde
con música de copla
y cantan a despedida
mientras se raspan los deseos
y disponen el sitio
para dormir. El árbol es común,
es dormitorio, zaguán y aire,
todo con la tonalidad lánguida
que deja en la sombra
la función del silencio
cuando lo acuerdan. Y los pájaros
se han encontrado con la vida
de soñar,
se encogen, mecen las hojas
y se empañan de pensamientos
entre las oscuridades y el futuro.






Rll. 1-7-08, (18,06)
























(\\).-



Este es mi lugar,
mi alimento, mi almohada.
Aquí es donde duermo y despierto
con la luz enfermiza de la piedra,
mi lugar de silencios en la memoria,
mi lugar del alma,
mi lugar de todo el pensamiento.
Aquí están los besos guardados,
los labios enrojecidos,
la mirada única, que escribe sus versos
en la nostalgia,
aquí se desnudan a diario mi voz
y mis sueños a golpe de páramos tristes
que endulzan, a su pesar, mi espejismo
y mi conciencia. Este es mi lugar,
mi tierra que me ama, mi calor que me cubre,
mi palabra que me conoce, mi aire que me espera.
Aquí me pusieron el nombre, los pasos
y la voluntad,
la dolencia y las manos, la idea, el amor.
De aquí me iré con el tiempo, dormido,
y con el tiempo volveré
a esperanzar y esperanzarnos,
con los azufres, las perforadoras,
la profundidad. Volveré a la tierra alta
y a los socavones con la misma silicosis,
el mismo sudor,
cuando el llamador me avise.




Rll. 6-7-08. (18,35).













(¬¬).-



Divulgo en este verso
que he tenido fragua para el deseo
desde que los padres me pusieran
en el camino de este orgullo
que me ennoblece. Pertenezco a este mundo
de valientes que perdieran
la vida antes que el honor
y siento la gloria de ser alineado
con ellos en la bocamina
para bajar al infierno
y subir a la tierra consolado.
Pertenezco a esta estirpe de hombres
borrachos de aguardiente
que han soportado el miedo con una carcajada
y el dolor con un abrazo. Pertenezco a ellos
y ellos, únicos, me pertenecen.












Rll. 6-7-08. (18,57).














(--<).-



Nos enseñaron a desconocer
la manera de odiarnos
y así jamás hemos procurado aprendizaje
ni oficio. Nuestro pozo
carece de agua turbia
que capaz sea de manchar pensamientos.
Ni apenas cálculo
ni apenas modal o entuerto,
dominan el perdón y la palabra,
el hacer y la bondad.
Apenas,
ni para esto,
hemos madurado.

















Rll. 7-7-08. (20,56).














(77).-



De este lugar olvidaré el futuro,
dejaré para el recuerdo
lo desconocido, volveré a vivir el tiempo,
todo el tiempo, andando a sandalias
y búsqueda, jugando con agua,
y me tocará huir
solo cuando me olvide la tierra.


















Rll. 9-7-08. (19,58).






















(8¬).-



Escribo en signos cortos las letras interminables
de tu nombre,
de tu nombre que es el nombre del agua,
que es el nombre con que se hace la paz,
el nombre que solo es tuyo
tiene bocas, muchas bocas mirándose,
un nombre sin acentos, sin orden,
una palabra sobreentendida,
quizá un gesto, una mueca, un decir,
una sonrisa, la mirada, la luz
y muchas bocas esperándose,
son tu nombre.

















Rll. 9-7-08. (20,03).


















(ii).-



Para herir
con espadas sin memoria,
el cajón y el desván
tienen coartada de tiempo.
La novia solo sabe
de aquel sueño impar de la última noche,
la mariposa no estaba
en las flores,
la luz era nueva,
recién encendida del ocaso,
se fugó el amante,
solo tú sabes herir
el amor, la espada y la memoria.




















Rll. 9-7-08. (20,18).











(‘’).-


Un tiempo azul
muere de hambre y medita
matar de hambre el maloliente
Guantánamo que le persigue
con galones hasta sus horas
de locura. Y se ha perdido
en la noticia y se ha bañado en el oro
de su único sueño
y quedan de él
algo parecido a un tiempo
y una recordatoria
que anuncia su muerte.
Y nosotros, mundo, acordamos
despedir con olvido de olvido
este fracaso de la memoria.

















Rll. 16-7-08. (19,05).

















(sr).-



Significa
que no ganamos hoy para delirios,
que se ponen calientes los ojos,
que le perdemos el respeto a la pena,
que ahogamos, con una palabra, la tarde,
que aprendemos a reciclar el desorden
poniéndole química a las cenizas,
que se nos fue la vergüenza
con el cambio climático
y la alegría se expande en el reino estéril
de nuestra ambición
por ser felices.



















Rll. 16-7-08. (19,11).
















(¿?).-



Ha desafinado este tiempo turbio
con el estío,
parece ilegítimo hermano
o emprendedor difuso
de un infarto
que ha curado la intemperie
con ansiolíticos de deseos,
que antes fueron sueños,
que luego fueron principios,
que ahora son nada
y mañana se proveerán
de un reclamo cualquiera
para volver a dejarse crecer las uñas,
las pestañas y la boca,
para que no se deteste
que desafinan estos pensamientos
con la apariencia frágil
de este tiempo azul.




















Rll. 16-7-08. (23,46).

(Ç).-



Por qué has dibujado
un petrolero en la caja de cerillas
que me vendiste en el semáforo?,
aquella mañana de frío rancio
también me regalabas una de las sonrisas
que te habían despreciado en la frontera,
también me lloraste para que te consolara,
para inscribirme en tu agenda de protectores,
para que uno más, en este caso yo,
te salvara la vida un día
y sobrevivieras a tu desconsuelo.
No me dejaste marchar
sin advertirme que no era tuyo
el petrolero de la caja de cerillas.















Rll. 17-7-08. (20,19).
















77.-



Habré oído en millones de palabras
que hay un dios en todas partes.
Ayer anochecía
y una mujer lloró al tiempo de perderse
y dios no estaba;
en el mercado, la mañana de las ciruelas,
cuando los vendedores cantaban
sus excelencias,
sonreían los hombres
pero dios no estaba;
en el columpio de la soledad
se mecen cada tarde los olvidados
que ya ni saben cómo llorar
y ni dios está con ellos;
en el rezo rutinario
de las monjas de clausura
cuando alababan con éxtasis al obispo,
no estaba dios.
Y dios no está en mi escuela
para leerme los cuentos
y dios no está en mi jardín
para impedir que se sequen las flores
y dios no se asomó
a mi espejo para guiñarme
ni me esperó para la fiesta.
O las palabras o dios me engañaron.



















Rllanes. 19-10-08. (20 h.)

BOCETO DEL ENCANTO II

BOCETO DEL ENCANTO. (II).



Encanto es el espejo, la mirada. Encanto, considerar
la paz ofrecida en el respeto, sorprenderse de los azules
pensamientos de un niño. El nombre, las palabras,
el corazón de un amante en sus deshoras, encanto
vaciar la boca de besos, repasar la memoria,
andar con nobleza por los sitios todos del amor
y acariciar con sentido la piel deseada.
Encanto debe ser esperar que la tarde traiga
coraje y encuentro. O la sorpresa o el sueño
contagiado o una guitarra sonando a melancolía.
A veces, el error, otras veces el desengaño,
siempre, la mejor noticia, siempre, empezar.
Perder todo el tiempo para ganarte un segundo
y saber dónde me estarás pensando.
Es encanto, quizá todo el encanto, escribirte
cualquier momento de agosto desde la certeza
que estimula un sentimiento de anhelo.
Y, encanto, comprenderme loco y poseer
la conciencia exacta para resumirte
en un poema, una vida creyéndome tenido
en un abrazo tuyo. Y desvanecerme.



Rll. 1-8-07. (20,37).