RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 25 de diciembre de 2012

DIARIO DE NAVIDAD


DE QUÉ VALE UN SUEÑO


Cuántas veces habré contado los días que me faltaban para llegar a la estación término de la Navidad; ni lo recuerdo, pero sí recuerdo que la soñaba; esperándola, la soñaba, la deseaba con un ansia de bandido, como un lobo la quería morder. La Navidad era, en mi esquema, un refugio donde yo guardaba todos mis dioses posibles y meritorios, donde yo poseía las verdades y las enriquecía en el fuego del abrazo.
En esta edad decrecida repaso a la gente que finge la Navidad; palpo a quienes se tropiezan con la Navidad, me río de aquellos que se beben la Navidad y me pierdo en las garras de los devoradores comerciales de la Navidad. Ahora me extraña la Navidad, como me extraña tu cara de extraño en la Navidad y tus labios sin besos y tus manos sin manos y tus renegados quiebros para esquivar la Navidad. No eres quien eras, has perdido el tiempo en tu ombligo, has desmerecido caer en este ciclo mágico que alumbra lo que tú oscureces. Maldita vergüenza que nos reinas en despropósitos, vanidades, desencantos y miedos.
Alguien mirará una estrella y verá un recorte de prensa con una foto de tí, tuya, de todos, nadando en la indigencia de la soledad, buscando carne para la boca y miseria para el alma; alguien estará esperando que llegues para tenerte y vendrá solo tu recuerdo, a destronar los colores y fundir en agrio la poca alegría.
De qué vale un sueño si te has ido con los guantes de cristal y las sonrisas hasta las quiebras, a la oquedad que nunca habías imaginado. Hasta la penumbra te has ido, Navidad de los hombres, con esa cara perdida en el “paripé” de un belén oscuro, hambriento y caduco. De qué vale nuestro sueño de supervivencia si se nos acaba, miserablemente, esta utopía de la Navidad.


Ramón Llanes. 20.12.12. Publicado en Digitalextremadura el 24.12.12.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

DIARIO ÍNTIMO


SONETO CÁLIDO PARA UNA OCASIÓN

Con el recuerdo al hombro me andaría
los esteros sobrados de pureza,
las raíces profundas, la maleza,
la sombra del pinar, la serranía,

la lontananza de la luz vacía
que ilumina de brisa la tristeza,
las pasiones y la delicadeza
donde caben mejor las fantasías.

Con el recuerdo al hombro buscaría
lugares ya sabidos de mi andén
para dorarme el alba en mediodía

y apenas con un libro y una mujer,
una guitarra y viejas melodías,
cruzar la vida y desaparecer.


Ramón Llanes.

lunes, 17 de diciembre de 2012

DIARIO DE FAMILIA


DIARIO DE ESCRITOR


EL SILENCIO DE LÓPEZ


Nos encontramos, López y yo, en una estación de trenes, de esas que recogen veinte viajeros por jornada, cuando apenas habían asomado los primeros reflejos del ...itanto de diciembre, allá cada cual con la premura de partir; íbamos pocos y en silencio. Ninguno imaginó el deseo de conversación del otro y, sin apenas un saludo, López guiñó su luz para los demás y se echó apasionadamente, creo, al libro. Leía a Espronceda. Me extrañó, López era de ciencias y no habituaba a mear sesera en clásicos; López era rígido, exacto, lógico, pragmático, justo todo lo contrario que Espronceda. Los demás pasajeros de este vagón (dos más), nos entreteníamos en el paisaje recién iluminado de la mañana.
El tren rugía levemente a los raíles en su ritual sin prisas, los frenos sonaban a un compás de alardes y López permanecía quieto como si la velocidad no fuera con él, como si hubiera vacíado su agonía antes de partir. López estaba inmóvil, tosco, sereno, parco en gestos y en movimientos. Su actitud había impuesto al vagón un halo de serenidad, nadie se atrevió a pronunciar palabra y ni acaso, sonrisa. La estancia contenía la severidad de lo trascendente mientras la parsimonia del tren ponía el único resquicio de sonido.
El final del trayecto hizo que volviéramos a la realidad. López cerró a Espronceda, el tren amansó su fiereza, los dos compañeros del vagón trajinaron con bultos y maletas, el día había comenzado a hervir, la estación también hervía de gentío y todo se convirtió de repente en un bullicio deseado. Me acerqué a López para despedirme y poco más que “sobran las palabras”, me dijo.
A López no he vuelto a verlo, el tren no he vuelto a pisarlo pero aún me traigo a la memoria, en días parecidos, esa sensación vivida de caminar en busca de destino, en silencio.


Ramón Llanes. Diciembre 2012. 

viernes, 14 de diciembre de 2012

EN OTRA VOZ


Sobre el libro AGUAVIEJA. (por Agustín Gómez)
Fue en 1998 cuando terminó de ver la luz AGUAVIEJA, libro de agradable lectura e indudable atractivo para cualquier persona, pero fundamental para todo aquel que se sienta tharsileño. Se podrían destacar muchos aspectos de ese “cuaderno de nostalgias” con que nos obsequió Ramón Llanes. En mi humilde opinión, una gran parte de su belleza se debe al sacrificio de la obsesión estética que impregna su obra, en favor de una prosa esmerada pero sencilla, que resultase asequible para las personas que deberían ser los naturales lectores de éste trabajo. Y esto, que seguramente no fue fácil, le reporta al poeta un plus de gratitud de quienes no estamos especialmente introducidos en el lenguaje cultivado. Un mérito que debe resaltarse, ya que no es fácil escribir para todos. Aquí Ramón lo consigue anteponiendo el fondo, dando primacía al mensaje que, si no me equivoco, es el de la nobleza y la ética de una sociedad y un ambiente ya perdido. Y llega al objetivo no sólo haciéndolo cercano y asequible para todos, si no además, sabiendo mantener el equilibrio con una estética poetica que, si no brilla en exceso, creo que es para no distraernos a los lectores de los objetivos perseguidos por el poeta.

Para mí, AGUAVIEJA es el mirador donde a veces me asomo para encontrarme con lo que fui, con lo que fuimos como sociedad y como pueblo. Un libro que me sirve de máquina del tiempo para transportarme hacia sensaciones durmientes u olvidadas algunas veces, y que en otras ocasiones me lleva hacia aquellos escenarios por donde, aún siendo muy joven o apenas un niño, transitaba de la mano de esa inocencia casi perdida, en donde comenzaba a intuir esas singularidades que nos hacían especiales como pueblo y únicos como personas. No cabe duda de que eran tiempos muy alejados de las globalizaciones y de los patrones de conducta estándar que hoy se nos imponen, y que terminan relativizando todas esas pequeñas cosas que nos son propias y dan sentido a la existencia en el medio rural.

Ahora corresponde a cada lector encontrar a través de las páginas y de los diferentes paisajes de éste libro imprescindible sus propias nostalgias, sus íntimos recuerdos, o su espejo. Para quienes por su edad o por sus circunstancias no conocieron a las personas, o no conocen algunos de los entornos que Ramón nos retrata, es sin duda una manera amable de iniciarse en el conocimiento de lo que también fue la “Tierra Madre” en algún momento de nuestra joven pero rica historia. También para entrar en el conocimiento de nuestras tradiciones, en nuestro patrimonio natural, o en la cultura que nos diferencia y nos acerca a otros pueblos del entorno.

Aunque es la percepción subjetiva de una realidad positivamente deformada al pasar por el filtro de los ojos y del sentimiento de un Poeta, no hay nada inventado. Son personajes ciertos, paisajes no idealizados si no reales aunque, eso sí, recompuestos por Ramón para goce y deleite de todos los tharsileños que no tenemos el talento de poner en palabras las emociones y el sentimiento que encierra AGUAVIEJA.

Con una lectura sosegada, dejándonos llevar por las palabras y el sentimiento, creo que sin grandes esfuerzos, nos reconocemos como parte integrante de esos paisajes, de aquel momento, o cercanos a aquellas personas que nuestro paisano nos presenta.

Tenemos la suerte de disponer de un Poeta de la talla de Ramón Llanes. Por eso creo que es sólo cuestión de tiempo, o de que cambien algunas cosas y personas, el que algún día tenga en su pueblo, que también es el nuestro, el reconocimiento que su humanidad y su obra merece. Así lo espero y, porque supondría que marchamos por la senda correcta, también lo deseo.

Ramón Llanes no me ha puesto objeciones. Por lo tanto, tengo la intención de poner en éste sencillo blog gran parte de AGUAVIEJA como homenaje a su labor y como homenaje a nuestra memoria. Hoy, por la proximidad con el día en que los tharsileños celebramos el Sandalio, te invito a que leas y recrees, en la memoria al menos, EL SANDALIO que Ramón nos contó. Espero que disfrutes.



EL SANDALIO

Entre vueltas y vueltas, trenzadas suavemente las manos por alguna razón, aprendimos las coplas y el baile de tan insólito festejo. Se celebraba la gloria o tal vez fuera un canto más a la alegría o la convivencia. Y es allí todos los años, en las espirituales encinas de El Barrito a donde comparecen los canastos con el bollo en busca de un cobijo que se da por hecho.

En el corro supimos del lenguaje de los ojos y de la impaciencia de las manos. Una eterna observación; vuelta, copla y baile para quedarte en el lugar que te brindan los primeros signos del romance. “Hasta los limones saben que nos queremos los dos”, hasta conseguir enlazar tu mano con la mía y gozar por tal placer bajo el suspiro centenario de la risueña encina.

El Sandalio trae los latidos de la primavera insinuándose en el campo y el primer olor fuerte a chorizo de la última matanza. Perdura en la intimidad de las mujeres su pretensión amorosa y en las niñas la sublimación de sus encantos. Es tiempo de amor, algo quedará en la tierra como ofrenda a ese nuevo retoño del desasosiego, algo entre las manos del corro, el vino y el calor de las retinas que nos recordará una primavera distinta.
La cafetera sirve otro manjar antes de la partida. Las voces y los cantos se mezclan en la tarde novicia con sones de clarinete propiciando el revuelo que la ocasión había preparado.
El Barrito es mesón acogedor de caminantes y posada imperturbable a la intemperie que yace en los aledaños de un paraíso pueblerino, localista y único. Es El Barrito la alfombra que acaricia los pies cansados y enaltece las luces del amor primero.
El Sandalio recupera la unión esparcida tanto por las calles, hace de consejero, confesor y padre; recompone las sonrisas adormecidas y se limita a devolver al hombre otra cadencia y un íntimo suspiro de mujer.



Ramón Llanes



martes, 11 de diciembre de 2012

OFICIO DE VIVIR


MIS CULPAS


Ante tanto desastre, tanto agobio, tanta pérdida del estado de bienestar, tanta afición a lo bélico, de la sociedad en la que habito y me habita, me suspendo en una reflexión no religiosa ni trascendental para ahondar en las posibles culpas que me salpican por haber contribuido a fabricar este mal simulacro de mundo. Quiero saber si se me asignan responsabilidades por la herencia que dejaré a quienes ahora empiezan a nacer o son ya jóvenes valientes pregonando cambiar todo lo que se mueve. Me asalta la desvergüenza al comprobar que soy un “mindungui” de tres al cuarto, insignificante en la tarea del progreso y la evolución pero “estadísticamente pringao” en todos los males que ha creado y alimentado este suburbio de penalidades que es el escenario donde intento dignificarme.
            Soy el culpable número cuatro mil millones y pico de este fiasco de desorden y abaratamiento de valores; soy aquel que fuera destinado a “figura” y se quedó en “fi”; soy, desagradablemente, quien ha permanecido inmóvil ante hambres, guerras, separatismos, corrupciones, terrorismos, y quien ha admitido en los almuerzos del cotidiano menester, noticias tenebrosas, sin la menor protesta, sin un grito, sin una rebeldía; soy el prohombre insulso que este sistema necesitaba para su consolidación.
            Ahora que lo medito y tomo plena conciencia de mi ineficacia y de mi tolerancia con lo incorrecto, debería sufrir un ictus de culpa, caer de mi desdén, cerrar la espita de mis utopías y volverme loco de vergüenza pero ¿ves? admito mis debilidades, cargo con mis culpas, le añado promiscuidad sin denuedo, me trago mis principios y me voy alegremente, volante en mano, a buscar un aire que me limpie esta suciedad que se me ha quedado en el pensamiento por cometer la torpeza de reflexionar sobre cuestiones tan delicadas.


Ramón Llanes 10.12.2012.
publicado en digitalextremadura.com 

viernes, 7 de diciembre de 2012

DIARIO DE NAVEGANTE

ÁRBOLES






Leía hace poco en una revista que se calcula pueden existir en España unos cinco mil millones de árboles. Es una cifra alta pero insuficiente para las necesidades del equilibrio en el ecosistema; es sin embargo halagüeño el dato, no somos de los países más escasos en arboleda, ello indica que la fiebre devastadora no ha podido devaluar de manera alarmante ese equilibrio que nos permite sobrevivir con garantías al menos algún tiempo. Al hilo de este comentario también leí que el paso del tiempo erosiona tal número de árboles que sería imprescindible que cada español sembrara trescientos sesenta y cinco árboles al año para continuar con la perpetuación de la especie. Y leí más, leí que al ritmo actual de eliminación de árboles a consecuencia de talas incontroladas, fuegos, urbanizaciones etc, a menos de una década nos quedaríamos casi con la mitad de ellos.

Leí también, por seguir pulsando el ánimo de mi curiosidad, que la función de un árbol en el ecosistema es más importante que una alcantarilla, más que una planta de reciclaje de residuos, más que un camino, más que una estrella. Leí que de los árboles depende nuestra existencia y muy mucho nuestro bienestar en salud. De tanto leer sobre los árboles reflexioné que, visto el panorama, era preferible cerrar la revista y olvidar lo leído.

Ramón Llanes

Huelva.

DIARIO DE NAVEGANTE

ÁRBOLES


Leía hace poco en una revista que se calcula pueden existir en España unos cinco mil millones de árboles. Es una cifra alta pero insuficiente para las necesidades  del equilibrio en el ecosistema; es sin embargo halagüeño el dato, no somos de los países más escasos en arboleda, ello indica que la fiebre devastadora no ha podido devaluar de manera alarmante ese equilibrio que nos permite sobrevivir con garantías al menos algún tiempo. Al hilo de este comentario también leí que el paso del tiempo erosiona tal número de árboles que sería imprescindible que cada español sembrara trescientos sesenta y cinco árboles al año para continuar con la perpetuación de la especie. Y leí más, leí que al ritmo actual de eliminación de árboles a consecuencia de talas incontroladas, fuegos, urbanizaciones etc, a menos de una década nos quedaríamos casi con la mitad de ellos.
Leí también, por seguir pulsando el ánimo de mi curiosidad, que la función de un árbol en el ecosistema es más importante que una alcantarilla, más que una planta de reciclaje de residuos, más que un camino, más que una estrella. Leí que de los árboles depende nuestra existencia y muy mucho nuestro bienestar en salud. De tanto leer sobre los árboles reflexioné que, visto el panorama, era preferible cerrar la revista y olvidar lo leído.


 Ramón Llanes.
Huelva. .  

domingo, 2 de diciembre de 2012

DIARIO DE NAVEGANTE


Suerte

Decido cumplir con mi costumbre de buscar la suerte -esa incómoda tentación del hombre que se mueve por subterfugios desconocidos y que muy pocos, muy pocos la conocen-, me engancho con el primer cuponero que se me cruza, le miro la cara en intento de adivinarle la voluntad, (si le noto despeinado paso de largo), le requiero me enseñe los números que lleva, le revuelvo las tiras como si supiera con seguridad el premiado, le hablo del tiempo -para distraerlo y evitar que preste atención a la venta (eso, dicen, produce una conexión extraña con los astros y provoca una imantación especial que atrae un halo de fusión que suspende el movimiento circular del espacio para engranarse en mi petición), le pido un cupón cuya penúltima cifra sea un cero y preferiblemente acabe en ocho, le pago el servicio y me esfumo, como un imbécil.
Los martes y los viernes sortean millones en un juego que han inventado para toda Europa y al que llaman euromillón ( será porque los millones que tocan son de euros), y la ventanilla es un hervidero de sueños, incluso de proyectos. Allí en realidad se empiezan a gastar los premios que nunca tocan, porque si toca el proyecto es otro, o imagino que será otro, a saber por los comentarios de los libros. Yo no tengo suerte ni para conocer a quienes la han tenido, en mi universo priman los reciclados, los persuasivos, los pasionales, los místicos pero mi agenda de los agraciados está blanca. En la ventanilla ya la cola es un deleite, el personal se distrae con palabrería y reparto. El juego es más que un vicio, crea emociones, hace volar, hace caer, de todo. Se acaba el martes y los pensamientos vuelven al sol, desnudos de suerte; se acaba el viernes y se extinguen las ideas; antes del fracaso la vida fue una utopía.
Miserablemente he confeccionado lemas para olvidar la crecida de mi concupiscencia, cada día, cada hora, y emplear la ilusión en otra gama mejor distinguida de mis predilecciones pero me dejo llevar por la inercia del número, donde pongo el mayor compromiso, porque mientras viven en mi bolsillo me aseguran mofa o felicidad y no me atrevo a traicionarme.


Ramón Llanes 28.11.12. 
Publicado en digitalextremadura. com