VALLE, EL
JUGLAR DE THARSIS
Su nombre
completo es Manuel María del Valle Domínguez Feria, pero su
paisaje, su pueblo, sus vecinos y todos los seres vivientes de
Tharsis lo conocen como Valle, un juglar de mina y trovero completo
que tanta diversidad de fandangos haya compuesto para alegrar esos
aires a veces tan grises del entorno y para dejar una huella
indeleble en la memoria más afable de su tierra, con esas letras
inventadas al momento que a tanto saben y tanto aportan a la sonrisa
o a la propia identidad minera. Nos hemos preguntado en familia
muchas veces sobre la génesis de este don de mi tío Valle para
dominar tan perfectamente los trazos de la poesía, convertirla en
fandango a través de un quinteto en octosílabos y cantarlo con
invención improvisada y no llegamos a otra conclusión que
remontarnos a un primo de su madre -mi abuela Ildefonsa-, que era
poeta y era de Valverde -Juan Manuel Feria Chaparro- y que murió en
aquella contienda absurda de la Guerra Civil; quizá de ahí le
vienen esos genes literarios que con tanta profusión le han
distinguido durante toda la vida.
Valle tiene
ahora ochenta años, aprendió de niño a tocar la guitarra con el
maestro Correa y luego descorrió mil amaneceres con el Pinche,
hermanos Toronjo, Antonio Abad, Perolino, Ángel de “seña Pura”
y Juan Díaz, hasta hacerse con su toque único e interpretarlo en la
más peculiar de las maneras; él sabe punteos que ya no se tocan,
dota a la guitarra de potencia y la adorna con letras extrañas que
se le ocurren al mismo compás que el rasgueo. Expresivamente es un
juglar, semánticamente es un trovero y líricamente es una
excelencia inequívoca del arte, a modo de genio. En Valle se
resumen todos los adjetivos, cualquiera le corresponde, es
inteligente, expresivo, gracioso, mordaz, intuitivo, acertado,
lógico, tiene en el cajón de las virtudes sus huecos bien llenos de
la mucha imaginación que le ha puesto a su vida y del mucho oficio
que ha conseguido acunar. Cuando Valle está en una fiesta está
asegurado el deleite, nunca defrauda, siempre tiene versos que decir
y siempre encuentra el objetivo de sus halagos para definir a quienes
en ese momento prestan cuidado y atención a su trance y a su
sonanta. Desconozco el número de fandangos que habrá compuesto
improvisadamente en su vida pero doy fe de que todos los conserva en
su memoria, ni siquiera uno se le escapó de su control. Valle es una
estrella perpetua de la mina, criado y creado aquí, cuidado aquí y
siempre deseado para alegrar juergas o escucharle sus aciertos
poéticos. No es posible encontrar ser humano que con tanta facilidad
haya expresado tanto en los cinco versos que componen el fandango.
Es misión
mía obligada presentar un breve recorrido por todos esos que le
salieron del alma y que forman el patrimonio suyo personal y también
patrimonio local y universal. Haciendo este ejercicio de memoria
recordaré quizá uno se sus primeros fandangos, cuando en la edad
temprana, me cuenta, comenzó su oficio de albañil y que debido a su
versatilidad y capacidad fue cambiando de oficio hasta concluir:
Mi
principio fue albañil
y luego fui
recovero,
ahora me
tienen aquí
hecho un
pobre panadero
no sé cuál
será mi fin.
Quizá un
poco arrepentido de todo su estado de profesión, cantó otro día:
No quiero
ser albañil,
me voy al
cascabelero
o con tío
Benito el Cano
donde yo
estuve primero
con
veinticinco marranos.
Sus letras
han sido muchas veces definitorias de su propia identidad, como
aquella otra, también de sus comienzos que decía:
Guardando
lechones estuve
con la Pepa
la Motera,
con Pedro
Gento y con Bravo,
con “toa”
la Cobica entera,
con Juan
Miga y con Juan Ramos.
Es sabido
que desde hace más de 50 años tiene un huerto cerca del Cabezo “Las
Culebras”, donde además de sus cultivos y animales le ha servido
de fuente de inspiración; a aquel lugar le tiene un cariño
especial, adora su paisaje y se confiesa defensor de este ámbito. En
un momento de impulso sentimental escribió este fandango:
Cabezo de
“Las Culebras”
no te
separes de mi
mira que
estoy a tu vera
desde el
día en que nací
y estaré
hasta que me muera.
Un día en
una apertura del Coto, a donde siempre era invitado, una veces como
“jatero” o tras como guitarrista, le cantó a Diego Rechino:
En el Coto
el Rinconcillo
cambié el
burro con Ginés,
lo cambié
a una burra negra,
en ese
trato gané
aunque en
el próximo pierda.
Algún otro
día, en cualquier improvisada juerga, quizá se desviara la
conversación a temas de los propietarios de la mina para que Valle
dejara evidenciada su actitud frente a los conflictos existentes en
cuanto a este tipo de identidades, para proclamar su pertenencia de
esta manera:
Yo tengo
más parte en Tharsis
que don
Federico Bell,
más que
don Carlos Strauss,
más que
don Claudio Tassel,
porque en
Tharsis me he “criao”.
O aquel
otro de:
Yo soy más
tharsileño
que el
cabezo El Madroñal,
más que el
Cerro de los Gatos
las
Infantas y la Majá,
más que el
Dique El Lagunazo.
Consiguió
imponer una fuerza en su voz bronca capaz de enganchar al menos
aficionado o al más crítico y sin pretensión de destacar ni de ser
protagonista se hizo acreedor de una fama que se hizo extensiva a
todo el Andévalo. En Alosno, en La Puebla, en Las Cruces y en
Paymogo, principalmente, fue siempre requerido y admirado. Quedan en
los recuerdos de todos estos pueblos sus fandangos, su voz y la
grandeza de su guitarra. Cantaba:
Tengo un
compadre en Las Cruces
que es
digno de admiración,
no le gusta
“el palaustre”,
ni le gusta
el mostrador,
no
encuentro “ná” que le guste.
O aquel
otro, dedicado a José Salguero, también surgido en momento de
juerga:
Tu compadre
es Isidoro
y el mío
es Bartolomé
y si estás
“arrepentío”
por lo
borracho que es,
te lo
cambio por el mío.
En una
ocasión preguntó en Las Cruces por Antonio El Cano y nadie le supo
dar norte hasta que uno indicó que era Antonio “El Ruína” y de
allí surgió este fandango.
Tengo en
Las Cruces un paisano
que le
llaman El Ruina
y eso en
Tharsis le llamamos
a uno que
vende sardinas
que en “ná”
se parece al Cano.
En Alosno
tuvo un largo recorrido de festejos y juergas, allí compartió
sonanta con los mejores guitarristas y aprendió y enseñó mucho del
fandango. Siendo alcalde Juan Mateo Jiménez ordenó éste hacer
realidad aquella metáfora de las esquinas de acero y así fue cómo
Valle homenajeó tan positiva actitud:
Famosa
calle Real
dime quién
fue ese alosnero
que te hizo
realidad
esas
esquinas de acero
que eran
“imaginás”.
En otra
lejana ocasión, una Velada, de copas con Guillermo Caro, Paco
Crossman y Juan Diaz, ante la inminencia del final de la juerga ya
avanzada la mañana y ante la prisa de algunos cantó así:
Paco va a
perder el pañuelo
Guillermo
la “peoná”,
y Juan va a
perder “la dama”,
yo me tengo
que marchar
que mi
madre me reclama.
También en
una mañana de Velada, -cuando tenía el Kiosko- nos sentamos la
reunión completa a echar el último rato. La guitarra sonaba sin
parar y a su llamada se nos acercó un hombre con muchas copas encima
que no dejaba de incordiar, a lo que Valle le cantó:
Vete ya
“pa” la Cobica
a cuidar de
los lechones
y no vengas
más “pacá”
a estropear
reuniones
cuando
tienes la tajá.
El aludido,
que era un amigo suyo de Los Montes, se enfadó tanto que echó a
llorar como un niño chico y Valle le cantó:
No me hagas
más llorar
que eres
como la cebolla,
mira que te
voy a llevar
“anca”
la Paca la Polla
de Puerto
Rayo “pallá”.
En una
ocasión tuvo que separarse temporalmente de Tharsis y así expresaba
su desconsuelo :
Adiós
Cerro de Los Gatos,
adiós
llanos de la Utrera,
Divisa y El
Polvorín,
curvas de
las “cantaeras”,
cuándo
volveré a venir.
Aquel ya
ancestral y conocido fandango premonitorio que es como un himno:
Tharsis,
quien te conoció
tus
grandezas rememora,
si ahora tu
vivir es triste
ya te
llegará la hora
de vivir
como viviste.
Cuando la
mina empezó a ser ampliada se iba comiendo parte de la población
que estaba cercana a los filones, a esta situación le cantó así:
Si pudiera
defenderte
Tharsis de
mi corazón
quizá que
no me ganara
ni Agustina
de Aragón
“pa”
que no te derribaran.
Tiempo muy
atrás cuando el amigo Pepe Gervasini estudiaba en Granada, cada
domingo de Sandalio estaba destinado a marcharse y siempre se perdía
el Sandalio muy a pesar de su afán por quedarse. En una de esas
rabietas por no querer apartarse de Tharsis le cantó Valle:
Un domingo
de Sandalio
un
tharsileño decía:
cambio el
patio de la Alhambra
por una
encina vacía
en lo alto
de Las Magras.
Pero toda
la sublimidad la expuso en una ocasión cuando quizá quiso definirse
como ser humano o como amante de su tierra. Es uno de los fandangos
más importantes visto desde la composición, la lírica y la
emotividad, dice así:
Soy piedra
de mineral
con ley de
Sierra Bullones,
soy del más
puro metal,
soy del rey
de los filones,
soy quien
más profundo está.
Este
fandango es un tratado de verdad y de espiritualidad, y es también
un manifiesto de amor por la mina, por todo lo que encierra el
patrimonio esencial de la mina, por los hombres y los pensamientos de
la mina. Este fandango debería estar escrito con letras de oro en
todas las memorias de los mineros porque define perfectamente a todos
los mineros.
Escribir de
Valle y hacer un recorrido por su vida de trovero ocuparía un libro
completo porque ha vivido experiencias inenarrables, ha abierto
muchas veces las puertas de la ilusión y del buen hacer y ha lanzado
al aire infinidad de ocurrencias imposibles de resumir en un papel.
Su bagaje es infinito, su cante está en el espíritu de esta tierra,
su filosofía se encierra en ofrecer su genialidad para divertir y
divertirse, su sentido del humor le ha convertido en un ser inusual,
perfecto en su armonía de complicidad con toque, cante, alegría y
agrado y siempre dispuesto- con sus normales rarezas de genio- a
hacerle a sus amigos y vecinos más agradable la vida; serán pocas
las personas de su entorno que no estén inmortalizadas en alguno de
sus fandangos, esa ha sido su mejor forma de testimoniar el cariño a
sus paisanos y a su tierra. Escribir de Valle es enredarse tanto en
el tiempo hasta no acabar.
Ramón
Llanes, enero 2016.