PREGÓN
A SANTA BÁRBARA.
La Zarza 3-
Diciembre-99.
Os saludo amigos con el primer
resquicio de la memoria, por tantos avatares metidos en el mismo
vagón, por tantos sueños compartidos, por tantos recuerdos
sostenidos en los abrazos, por tanto misterio en los escalones de las
cortas, por tanto merecer y tan poco tener, por tanto empezar y pocas
veces acabar, por tantas cosas, por tantas y tantas cosas fabricadas
con vuestras manos y con las nuestras, os saludo.
Os
saludo con el verso del alma, la mía que se altera, la vuestra que
alimenta el futuro aunque nadie se lo diga; con la sangre hecha a la
paz de los mismos jirones, aquí el subsuelo allí la escoria, aquí
el sacrificio allí los barrenos, aquí el precio allí la
constancia; y siempre siempre estreñidos por el miedo viendo caer la
luz a nuestras espaldas y nosotros casi sin poder sombrear y vosotros
de igual manera.
Os
saludo en el nombre de miles de mineros que antes que nosotros
forjaron una tierra a pico y pala aquí y allá.
Os
saludo en nombre de las Marianas, los Pepes, los Antonios, los
Manolos, las Juanas y las Catalinas, que aquí y allá sembraron
pirita para que nunca faltara y fueron los héroes de una historia
sin villanos.
Os
saludo en el nombre de los padres, en el de los abuelos, en el de los
hijos de Tharsis, que están presentes como el foco que nos
identifica.
Os
saludo para empezar, porque me ennoblece estar aquí casi por vez
primera, hallado por vuestra voluntad, encontrado por mis deseos y
propicio a la amistad.
Os
saludo porque ha sido llegar y respirar la misma tierra que me preña
y me pare cada día, las mismas piedras, el mismo color, la misma
orfandad de dioses, el mismo mar de olvidos.
Os
saludo porque estáis vosotros en una esencia única a solo horas de
rendir culto a la niña que a los dos nos hace de Patrona y lo
festejamos y nos sentimos bien.
Para
vosotros habitantes eternos de estas oquedades profundas,
incomprendidas y vejadas, abiertas y nobles, el tiempo tendrá premio
entre las manos.
Vengo,
amigos, y me siento en casa; puedo prestar la soga, el caballo, la
guitarra, la voz; cantar o girar la cabeza, agacharme o dormir.
Estamos en casa, madre; cuando padre hacía trajes y desparramaba
vida por estos lares de mieles comunes, los Romeros (Alonso, Pepe,
Julián, Benito,Ana, Manolo, Manolita, Isabel, Roque), le ofrecían
tanta posada como cariño y echaba raiz cada vez y se quedaba más de
lo previsto y menos de lo ansiado. Pues por ellos que lo atendieron
desde la amistad y por Pacífico padre y Manolo y Domingo y Juanita,
merecéis que traiga el sentir deseoso de agradar. Y por tantas
tardes de fútbol entre mina y mina, compitiendo con deportividad y
afecto, ¿verdad Rufino?.
Vengo
y estoy, con la piel subida, los tendones prestos a la emoción, la
fe entre los ojos, el corazón barruntando amores. Y creedme que soy
fibra de azufre y acá comparezco porque me llama el espíritu que
salva la identidad. Somos mezcla de agua grao con mastranto, o de
cobre con jara. Y , como vosotros, ni renuncio a un ápice de mi
origen ni me arrepiento ni me cuesta llevarlo. Y, como vosotros y
como todos los míos, ondeo con orgullo la bandera de mi procedencia,
no lo concibo de otra forma.
Gracias
por llamarme aunque haya sido a solo doce días de esta
conmemoración; gracias porque ardía en ganas de practicar con
vosotros la conversación de humanismo que necesitaba. Gracias por
hacerme un hueco en vuestras miradas para ser hoy parte de ella,
gracias por alimentar mi pasión en esta tarde noche de mina y buenas
voluntades. Gracias a todos lo que me prestáis la satisfacción de
estar y entenderme.
Y
volcado en esta idea quizá más humana que divina porque Santa
Bárbara resaltó siempre por su bondad y rebeldía, condiciones muy
humanas, hago y hacemos acopio de la fe, que tampoco importa que sea
mucha y grande, basta con que exista y se nos adjudique cuando al
menester se precisa; hacemos, digo, acopio de añoranzas, volvemos
atrás por un momento y observamos que suenan los barrenos, que la
cochera es un tropel de gentes, que se nota mucha vida en el
Malacate, que en talleres se trabaja a turnos, que se oye el pitido
alegre del tren que se pierde por los raíles rumbo al estuario de la
mar. La nostalgia se convierte en ausencia y la memoria resbala y
los mayores dejáis asomar un perfil de tristeza por la entretela
más tierna y sutil del alma.
Aquel
tiempo es el pasado que fue capaz de moldearnos como ahora somos,
pero ya no podrá volver a moldearnos. Tendremos que agarrarnos a la
savia del presente y a la fortaleza del futuro si queremos seguir
teniendo palabra, si queremos seguir construyendo vida.
Aquel
diseño de armonía minera tuvo un final agónico, se cayeron las
mejores paredes de nuestras ilusiones y los alpendes del resguardo
son causa de aconteceres, no para olvidar, sí para no rumiarlos
tanto. El futuro está delante con bombín y magia, el futuro es la
esencia de la vida. Y en el futuro confiamos por si acaso otra vez la
pirita se reencarna en progreso y tenemos que volver a empezar con
trenes, socavones, denuncio de mina y largas tareas. El futuro, solo
el futuro, ahora, es nuestro aliado.
En
esta confianza cerramos el noventa y nueve y el milenio. Y en esta
misma confianza resumimos nuestra procesión a la Santa que incluso
cuando no truena nos oye y nos atiende.
Nada
nos parece verdad de todo lo vivido en los últimos años, con el
amparo de Ella. Que a pesar de Ella la brújula se averió y quizá
muy a pesar de Ella tuvimos que cambiar costumbres y ansiedades. ¿La
venció el tiempo?, ¿pudo con Ella la economía?. ¿Qué culpa tan
grande tuvo?, ¿qué errores?. En esta reflexión podemos descifrar
de cómo lo divino y lo humano tienen alguna vez un punto común de
debilidad. No quiero creer que los fundamentos de la cacareada crisis
sean por culpa exclusiva de la técnica y tampoco por nuestros
propios descuidos, como alguien dijo en una desacertada ocasión.
Quiero creer que todo ha sido rancia consecuencia de las debilidades
humanas y divinas, quizá para que nos levantemos y reivindiquemos el
derecho al suelo y a sus frutos. Pues en ello vamos a pasar el resto
de nuestros días, en ello, en esa reivindicación constante por la
libertad que nos pertenece por haber soportado lo peor de la mina y
merecer la recogida del producto maduro.
Vendrán
calmas y brisas reconfortantes, pan caliente y lunas de alcobas;
vendrán grajillas a la corta anunciando ruídos y musiquillas de
martillos; y han de venir hombres que abaniquen el rescoldo y aviven
la esperanza y mujeres que trencen canastos y arreglen meriendas;
vendrán dioses de tartessos a acampar su reino en estas solanas
hospitalarias y habrá consenso de trabajo, pronóstico nuevo, sirena
nueva.
Que la
inquietud también pertenezca a nosotros desde la sensibilidad hasta
la sangre y que Ella sea siempre referencia directa de nuestro
enchufe con Dios, que ya no se despistan, que son razón de un
compromiso procaz y consolidado. Que han de saber de nuestro interés
por ese devenir provechoso y feliz, ya ganado al tiempo.
Para
no ser nómadas perdidos, a cuestas con la mancha que en una tarde de
otoño largo se cae en las sábanas del amor y nos devuelve parte del
desencanto y parte de la risa. Todo al hilo del esfuerzo, al zafreo,
a la descarga, al barreno; todo como si se reservara el tiempo de la
ausencia para el final de los siglos y como si nada hubiera sido
promiscuidad de olvidos; todo como un enamoramiento a destajo, la
mina y nosotros. La Zarza y la mina. El hombre y el trabajo, sin
resquicios, sin recortes, sin malversaciones ni mentiras. Todo como
aquí, con franqueza, con lealtad.
Habrá
que decirle al destino que estamos todos aún, esperando esa
resurrección de vidas de cobres pero que nos entretenemos mientras
en plantarle cara a las adversidades.
Habrá
que retar al destino para que no se deje caer ni un segundo, que se
nos agota la paciencia.
Habrá
que decirle al destino que esta es nuestra morada, nuestra tierra y
nuestra cuna y que de aquí no pensamos marcharnos.
Habrá
que convencer al destino para que, de una vez por todas, se quede a
vivir entre nosotros y nos ahuyente los fantasmas que tanto nos
asustan.
Habrá
que entregarle al destino la historia nuestra para que sepa de donde
venimos y a donde queremos llegar.
Habrá
que volver loco al destino para que nunca pase de largo.
Habrá
de sustituir al destino por otra opción si este no sabe comportarse.
Habremos
de solventar nosotros el destino con agallas y con predisposición.
Si
habremos de ser parte del destino, al menos que cuenten con nosotros.
Habrá
que empezar a mimar al destino.
Habrá
que rezarle a Santa Bárbara en la más recogida intimidad y
advertirle de nuestras fidelidades durante toda la historia para que
allá arriba lo tengan en cuenta.
Habrá
que insistirle en el rezo y expresarle que seguimos comprometidos con
la mina y con Ella.
Habrá
que adorarla y mecerla y quererla para que nos libre de los malos
pensamientos de los hombres de poca voluntad.
Habremos
de sentarnos con ella a echar un cigarro y contarle de cerca los
callos de nuestra desesperanza.
Habremos
de cansarla de rogarle porque ahora estamos más en el abandono que
nunca.
Habrá
que pedirle recomendaciones por los cuatro costados antes que cunda
el desánimo.
Habrá
que decirle, también, que goza de nuestra confianza para esta y
cualquiera otra misión.
Habrá
que ponerle flores que le gustan y se lo merece.
La
súplica no viene mal si se cuenta con el afecto de quien la recibe,
como es el caso. Ella, Patrona de estos pagos, protectora durante
largo trecho de mineros, sabedora de causas y problemas, está en la
onda de nuestra comprensión, no lo dudemos. Y por si acaso, hagamos
del rezo una recordatoria.
Hablemos
de ti rendija de fiesta,
pueblo
ensimismado, púrpura de ancestro,
sed de
caldereros y cúpula de catedral.
Hablemos
de ti, como si de ti dependiera toda la vida,
sin
complejos de existencia,
ganándole
atajos al destino, a cielo abierto
el
deseo de supervivencia,
ganándole
espejos al agua grao
recurso
de pobres,
ganándole
razón a los vientos malos
para
fenecer antes que claudicar.
Hablemos
de ti, tierra madre,
solo
de ti, porque es invierno en los huesos
y
hasta el respirar duele,
porque
los mayores no quieren anunciar despedidas,
no son
horas de tristezas.
Hablemos
de ti que anegas de serenidad
los
pozos del aprisco, en la paz, en la conciencia.
Y por
hablar, hablemos de ti, hombre
de
costumbres de mendrugos y tenazas,
redentor
de los castigos del hogar,
azucarero
o botella según se precisara,
consejero
y confesor.
Hablemos
de ti mujer
y
quitémonos el sombrero;
de ti
en delantal de muchos milagros,
en la
impetuosidad de los desalientos,
de ti,
cuando parías y te agarrabas a la cama
para
no desfallecer.
Hablemos
de ti, mujer,
si aún
te sobran fuerzas para aguantar
otra
crisis.
De ti
hablemos, mujer, de ti
inventora
del sosiego,
de ti
con cara de calma
y ojos
de sustento; hablemos de ti
y que
nadie rechiste.
Hablemos
de ti, mina ubre,
de ti
con la realeza hecha respeto,
con
las manos tendidas y el corazón dispuesto,
hablemos,
por qué no, de ti como madre,
como
manantial, como piel, como diosa.
Hablemos
de ti, para que se callen los tiempos
y
reines barrancos, montes y soledades
de
esta tierra entornada en rojo
que
ocupa las tripas de todas nuestras memorias.
Y
hablemos de nosotros
como
si de la eternidad se tratara,
por el
apego a este sentir, por la suerte,
por la
complacencia.
De
nosotros, nunca números de una lista
y
siempre fibra y carne y pensamiento,
de
nosotros buscadores de entrañas,
de
nosotros manía de sílice,
enredadera,
máquina y tornillo.
Hablemos,
sí, de nosotros
que
nos jugamos cada día el premio o el fracaso
en un
abrir y cerrar de ojos,
que no
tenemos permitido cansarnos,
que no
podemos agujerear la emoción
y que
pertenecemos al ejército de los valientes.
Y
hablemos de todo,
de los
niños, que se hacen mayores a contratiempo,
que
nos ven insatisfechos y sin mirada,
que
nos preguntan por la mina
y
bajamos la cabeza,
que
duermen y siguen despiertos, preguntándonos.
Hablemos
por fin de ellos, que son el mejor mañana
que
hemos podido inventar
y eso
nos consuela.
Y de
ellos porque ríen y saben alegrarnos.
Hablemos,
por manosear la palabra,
hasta
que sea bien oída y tenida en cuenta.
En
este sándalo de fiesta que trasiega y une más a Perrunal y La Zarza
nos acrecentamos para la reliquia del gozo y salimos de umbral hacia
fuera a compartir entendimiento con todos los que en cuerpo y en
devoción poblamos cuarteles y casas nuevas. Se constituye ahora la
escena en la calle, donde se oye el cohete, la chispa de humor que
renace, el saboreo del aguardiente, el rito del casino, la atención
a Santa Bárbara así como de soslayo pero con más intensidad que
nunca. Y, de consecuencias muy sencillas, se forma una felicidad de
estas de aquí, que llenan hasta saturar los mejores pronósticos de
nuestra convivencia. Sigue siendo deseada la estancia, el estar, el
venir para los que se mueven hasta la ciudad; sigue siendo costumbre
de amor al terruño, queriéndolo mucho más en sus momentos más
bajos.
Cualquier
cosa, ahora, será corona y alabanza. El pulso a la vida que parece
que mañana se toma con mejor acierto, porque todos estarán; la niña
que estudia fuera, el novio, la pareja recién casada, el abuelo, la
sobrina, el primo, todos estarán, formando familia y santuario de
cariño.
Será
como verse y abrazarse en el día más importante del año, con la
Patrona de testigo y los buenos recuerdos desentrañando las
vivencias. Deleite de gentes sencillas, compendio de nobleza y vigor.
Estirpe de mineros inequívoca y valerosa, capacitada y sublime,
hasta rozar la tierra, hasta tocarla con los piés y con la lengua,
si hiciera falta. Estirpe de hombres de mirada larga y frente alta,
hechos al socaire del fogón y la oscuridad, siempre fieles al
quebranto y a la realidades, hombres con razón para sacar de ellos
al menos tres reencarnaciones más, hombres rectos y puros en maneras
y en proceder. A esos, aquí, les dejamos sitio predilecto, como
patrimonio del pueblo.
Pero
la fiesta manda, amigos, la Santa empuja a la solidaridad que aquí
de sobra se regala, enternece y se muestra madre. Tantas madres son
que a tantas debemos y a tantas seguimos amando. A Ella, ya Santa, y
a cuantas por aquí abajo se santifican en el puchero y en la entrega
y adornan estos paisajes abstractos pero bellos.
Lugares
indescriptibles porque en algunos solo se ve mano natural y en otros
mano del hombre pero todos son perennes y lindos y nos llegan con
profundidad.
Paisajes de Algaida en tornasol de sombras
estériles de lajas,
amigo viejo, pozo de la bomba,
que a sedientos calmas.
Paisaje de fugaces galerías
de dique, de jarales y de aguas,
paisajes para andar en fantasía
a una mitad el cielo
a otra mitad el alma.
Oteros de paisajes, qué se daría
por una esquina solo del Barrio Málaga,
y qué por las personas,
por el recuerdo inmenso,
por la primera estampa
de un pueblo que se inventa
convivencia y canta
y renueva la armonía
de los senderos limpios
con estas nuevas caras.
Que a punta de caricias
a solo un palmo ansioso
de la emoción que embarga
desde el Alcornocoso
hasta Rondana,
que a solo un paso está
la fiebre que inunda en estos lares
de trazos de ganancias,
Cabezo Chirindón,
El Chorro, la fuente de la Pipa,
y Ovidio entre bemoles
de su prosaica banda,
un nudo de emociones
se corre por la boca
y anida la garganta
y un decir de fiesta
se tararea insomne
como la luz que inserta
un foco de esperanza.
Hay sueños que se evaden
y sueños que se enmarcan
habrá razones nuevas
para tratar mañana,
mas tiene precio el tiempo
en esta espera torpe
que se me antoja larga,
deberes de nacencia,
amores de terruño, de cortas,
de atisbos que se alcanzan
entre la soledad perdida
y la pasión ganada.
De Cerrejón que viene
a Barrio llano, en tunda,
en Barrio Centro aguarda
la hospitalaria forma
que de atender a todos
se entiende aquí,
en Perrunal, en La Zarza.
Es tarde noche nueva de asuntos que se inspiran
en las cosillas del alma
y está la luz subida
y a nervios huele
la escena, donde la reina atenta
consuela su mirada.
Es tarde noche negra
que, aunque los perros ladran,
la chispa del cohete
hace la noche blanca.
Es, la paz que se entretiene
un rato y se adormece
en una galería
hasta que llegue el alba.
El silencio, roto en mil pedazos, arrima alguna
lágrima al rincón paciente de la madre, la niña ha subido en
belleza y poesía, el mundo es de aquí, nada de alrededor importa
más que la vida dentro. Tardenoche de presagios, de salud y de
fragancias, de correteos y de prisas. Tardenoche de ti niña, de ti
madre, de vosotras hoy cortejo de santidades y preocupación de
espejos.
Alegrad, venced la comisura del miedo, atenazad
nervios, que este sitial de privilegios es vuestro hasta un año
completo; pero más ahora que hasta los aplausos y los besos y la
notoriedad serán vuestros. Reina en metáfora el estigma de la mina,
con la sublime delicadeza de los humildes, reina a quienes del barrio
modelo te conocen, a quienes te saben regalo de juventud y a quienes
en casa te animaron. Reina con consenso y voluntad.
Que tuya es la escuela que dejas, la enésima razón
de la estirpe, la tuya, y la de tus compañeras de pedestal. Vuestra
en fin es la sobrada composición de este ramo cobrizo que nos
transporta al infinito.
Y esta tardenoche de ánimas será tránsito de
recogidas, se guardarán las pócimas y los vestidos; mañana, órdago
de zarceños por el doquier último, por glorias de una santa que de
niña fue mejor que nadie y nosotros lo reconocemos. Un año más, a
la procesión, a los actos, al rezo, a los encuentros y a pacer en
amistad por el ámbito amado.
Horas de esenciales calibres de vanagloria, de
componer atenciones y deshacer entuertos viejos. Hora de lamer la
ternura colectiva, de creer más en los hombres, de recoger asuetos
en letargos, de humear el postigo y sacar lumbre para dar calor. Hora
de querencias, hora única de este filón de sentimientos.
Y para Ella, firme desde su fortaleza divina, esta
oración a modo de súplica.
Madre, de estos pueblos,
Madre de la mina,
Madre sabedora de nuestros entresijos.
Tú que estás sobrada de tiempo
envía por aquí más dedicación y recorta el
olvido.
Que nos vapulean y nos engañan,
que nos prometen y nos incumplen,
que nos meten miedo y nos traen miserias.
Tú puedes hacer causa de impulso,
empújales, oriéntales, mételes la imaginación en
el cuerpo,
que nosotros somos mineros de siempre
y con seguir siéndolo nos conformamos.
Patrona buena, no sabemos si entiendes de
reconversión
pero búscate por ahí algún ingeniero competente
y anímale para que invente lo que sea,
porque necesitamos seguir viviendo aquí,
de nuestras entrañas,
de nuestra pirita de siempre.
Madre, Santa Bárbara, ayúdanos,
Tú que nos entiendes y nos amas.
Anda, por Dios, ayúdanos.
Sigo siendo la voz de Tharsis que se arrimó a
vosotros con respeto hace apenas unos minutos y que se valió de la
libertad de ser minero para traer una reflexión de hombre a esta
casa grande que con prisas me invitó y con afecto me acoge. Soy,
además de la voz, el mensajero de hermano a hermano, que quiso unir
los saludos de allá, meterlos en la taleguilla vieja y repartirlos
aquí con agrado. De allá, entonces, saludos amistosos de quienes
comparecieron por motivos de trabajo, de aquellos que se fueron a
vivir, de quienes se conocieron y se casaron ( Gaspar y Loli) una de
aquí otro de allá y que viven lejos pero piensan cerca. También
saludos de los futbolistas de todos los tiempos que tantos partidos
jugaron y que unas veces ganaron y otras perdieron. Saludos de
economato a economato, de oficina a oficina, de taller a taller, de
malacate a malacate, de tienda a tienda, de soldador a soldador, de
alcalde a alcalde, de cabezo a cabezo y de todos los Juanes a todos
los Juanes.
Saludos, amigos, para Ana y Sebastián que por aquí
viven y por allá se les quiere. Y para cuantos seres que saben que
nos conocemos comparten idiosincrasia y cariño.
Y para allá me llevaré una dosis más de zarceño,
un conocimiento nuevo y los saludos vuestros para todos los de allá.
Que la sensibilidad sea siempre la nota que nos
identifique, que perdure la convivencia, que los hados y los dioses
sean cada vez más propicios y que la paz sea costumbre de a diario.
Dejo la voz, la palabra, el verso. Me llevo un
cargamento de emociones, vuestra razón, miradas y mil
complacencias.
Gracias por todo y buenas tardesnoches.
Ramón Llanes
Domínguez. 3.12.99.