RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 25 de septiembre de 2016

DE CRISTÓBAL CARRASCO

Reflexiones al caer de la tarde.

Esto lo escribí tres o cuatro días después de la presentación del libro "Fábula del vacío" de Ramón Llanes.
Con el intercambio de versos, como me puso Ramón en la dedicatoria de su poemario "Fábula del vacío", le dediqué dos sonetos a su persona y a su arte que leí entre los varios participantes que desgranaron sus poemas con sentimiento.
Maravilloso el Prólogo que escribió y leyó Garrido Palacios y la lectura de intenciones del autor.
Magnífico el libro editado por la editorial Niebla. Magnífica tarde lírica.

Ahora que he leido tranquilamente algunos poemas de "Fábula del vacío", le dedico otro soneto al autor, a la obra y a su título:
FÁBULA DEL VACÍO.
Fábula del vacío, de la ausencia,
fábula del amor, de la alegría,
fábula del dolor, de la empatía,
fábula que atraviesa nuestra esencia.

Fábula que despierta a la conciencia,
fábula de la mar y de la ría,
fábula de campiña y serranía,
fábula del Condado y la venencia.

Fábula de la tierra y sus heridas,
fábula de la mina y sus sudores,
fábula de vivencias compartidas.

Fábula de añoranzas removidas,
fábula que destierra los temores,
fábula de esperanzas renacidas.

Con mi aprecio y admiración.
Buenas noches mundo
De "Sonetos con el arcoiris dentro"

Cristóbal Carrasco

martes, 20 de septiembre de 2016

EN MEMORIA DE ALONSO CONDE

 
EN MEMORIA DE ALONSO CONDE GARCIA



Ha muerto un poeta. Se han cerrado para siempre los ojos de Alonso pero ha quedado su tiempo en la tarima del recuerdo. La voz del poeta seguirá viva en el aire de Santa Ana, quedará vestida su voz del sentimiento de su origen alosnero, con la mística de un buen fandango; quedará el honor de quienes hemos compartido con él dudas y tormentas.
Ha muerto la luz del poeta en un setiembre aliado que le lleva a la arboleda tierna de su patria de Vallecas, con los suyos, con los bohemios que le dieron el pan y le hicieron el brindis. Su palabra será más de culto para quienes le seguiremos amando. Cuida la eternidad, hermano poeta.

Ramón Llanes. 20 setiembre 2016.

MI CASA

«Habito una camisa humilde,
en una casa humilde,
en un lugar humilde que soporta mi pena…
Mi casa se decora con las risas
de un patio de colegio, aquí a la vera…
Cuando llegan
la camisa se estira y la casa se alegra.
Y los pájaros cantan volantines
y se cagan, traidores, en el verso que está sobre la mesa…
Cuando la risa vuelve al aula,
cuando se van, se aleja
ese trinar que hace la Vida Vida,
y los pájaros, compungidos, se alejan,
trinando una sonata de melancolía con plumas,
una tarde desierta…
Y de nuevo me habito en el silencio,
de la mesa cagada, de una camisa sin venas,
de una casa sin ruido
que es donde la nostalgia guarda un hueco
para que yo os contara este poema.»


Alonso Conde García. muerto hoy 20 de setiembre de 2016.

lunes, 19 de septiembre de 2016

UN ECLIPSE DE TRES A SEIS

 
UN ECLIPSE DE TRES A SEIS


Bastaba mirar el sol de octubre para no creerse que de tres a seis se le fueran medias ganas de alumbrar, tampoco por despiste del farolero, tampoco porque sí. Visto el esplendor rabiando de locura no valía la pena convencerse de un eclipse novato. Llegó de puntillas, sin ruido, asolado, remando a la contracorriente de sí mismo, y de tal manera no se presentan los dioses. Luego adivinamos que no era dios ni pertenecía a su séquito, era una intermitencia de luz en el universo, una linterna apagándose, hasta apagarse del todo hasta encenderse del todo, como un juego.

Ramón Llanes

sábado, 17 de septiembre de 2016

FANDANGO


PASIÓN POR THARSIS


HIPOTECA


HIPOTECA.

 

 

Define nuestro Diccionario de la Lengua el concepto hipoteca como finca afecta a la seguridad del pago de un crédito; procede del latín y del griego cuyo significado literal es poner debajo. Al hilo de esto , al objeto de desmenuzar la palabra, hipo es un movimiento convulsivo del diafragma que produce una respiración interrumpida y violenta acompañada de un ruido gutural, añadiendo el diccionario que se puede quitar con una sorpresa o un susto. En conclusión, una hipoteca, atendiendo a estas definiciones y consintiendo cierta licencia traductora de los vocablos, viene ser algo así como un empeño económico para estar debajo de una figura enorme que produce convulsiones violentas a quien la contrata, un susto que permanece al menos durante veinte años.

Ahora podemos explicarnos todos los despropósitos que conlleva esta curiosa y endiablada figura; aún seguirá siendo inexplicable que contratemos tipos de interés asequibles que la inercia del tiempo lo engordan sin tener en cuenta que la entidad prestataria lo adquirió a precio bajo y le beneficia cada una de las fluctuaciones de dicho tipo. Pagamos ahora a diez lo que cuesta cuatro solo porque la hipoteca de interés variable y la necesidad nos abocó a este desatino.

También podemos explicarnos al fin que la existencia de la hipoteca es la causa principal del alto coste de la vivienda.

 

 
Ramón Llanes.

jueves, 15 de septiembre de 2016

TRAGICOMEDIA EN UN ACTO

 
TRAGICOMEDIA EN UN ACTO


Fuime resuelto a agarrar la suerte por los pelos y obligarla a prestarme la debida atención, alegando mi posición generosa con la vida, mi fidelidad con el euromillón de martes y viernes y mi amigable relación personal con Curro y con Antonio, dos personajes influyentes en esto de las loterías. Quien me precedía en la compra pidió tachar el número 90 en el papel expreso donde se insertan los números; a indicación de Curro -el 90 no se puede elegir porque no está, solo llega hasta el 50, (le advirtió)- la señora espetó y casi insultó al sistema, con frases como, es mi número preferido, siempre he ganado en el bingo con él, mi marido murió a los 90 y etc, etc, aceptó la insinuación de Curro: “tache usted noventa veces el uno”, lo hizo y se fue tan feliz y satisfecha con una gran sonrisa por haberse rebelado contra algo y haber sido atendida.

MORALEJA: La vida.

Ramón Llanes. 15 setiembre 2016.

VOLVER A EMPEZAR


Este viejo mundo huele a incertidumbre y pesimismo, a desequilibrio y malestar. No atinan, quienes saben, a conseguir su enderezo. La muestra de desacuerdo se ha convertido en una constante vital, las clases más afectadas por los mandatos agresivos se sublevan por cada gestión y anuncian los observadores que cada día existe más distancia entre gobernantes y gobernados, suponiendo el consiguiente enfriamiento en las relaciones y una enojante desidia por lo público del personal de abajo.
Subir los peldaños se ha puesto imposible para una inmensa mayoría y facilísimo para la inmensa minoría de quienes ostentan el poder por infusión votiva. Hay un rumor de voces en las calles de estos páramos completos de insatisfacciones que entona un doloroso canto de rabia y se ha retomado la huída de la fusta que pisa cada talón en cada instante.
Un volver a empezar, rompiendo las reglas actuales, estableciendo fórmulas de democracia donde las filas sean horizontales y nunca verticales, donde las decisiones erróneas de los mandantes consigan el reproche jurídico y social adecuados, donde se elijan capacidades y donde los elegidos formen cuerpo general con los electores. Y quizá mil actitudes más, tendentes a la consecución de los máximos grados de felicidad para todos. ¿Es posible?. Aquellos dirán que dejemos el mundo de esta manera, estos diremos que menos así, como sea. Alguien apuesta por la revolución de los sentidos y volver a empezar sin miedos ni obstrucciones a las libertades ya consagradas, o, en todo caso, incluso eso, desde el comienzo, con las ideas de civilizados en la meta y desatados de todo canon impositivo y agarrados a un futuro nuevo como única solución.


Ramón Llanes.

martes, 13 de septiembre de 2016

JUEVES, MÁS ABRIL

 
JUEVES, MÁS ABRIL.



Parecía un sueño. Luís leyó su discurso con la maestría de un experto en letras, líricamente emocionado cada vez que las palabras le recordaban su trayectoria personal en aquel moderno centro universitario donde tuvo la suerte de conocer a sus amigos que, hoy con él, se graduaban en la Licenciatura de Derecho. En el Salón de Actos, rebosando de esa felicidad ingenua que conceden los pocos años, estaban premiándole por el mejor expediente del curso. El Rector le puso el halago a las lágrimas entusiasmadas de sus padres, a las miradas cómplices de sus diecinueve compañeros, e hizo templar el auditorio al concederle la distinción de una Beca especial para ampliar sus estudios en el extranjero. Para Luís parecía un sueño y era un sueño.
Se acercaba la hora de finalizar tan solemne ceremonia con el gaudeamus que simboliza el fin y el comienzo en todos los eventos importantes de la Universidad. Al día siguiente la madre colgaría el Diploma en su habitación, dormiría hasta el mediodía y volvería a echar cervezas por un tubo en el bar de su amigo, para continuar sobreviviendo.
Fue, sin embargo, una mañana distinta cuando las primeras luces del alba le cosquillearon los ojos y despertó sobresaltado. Miró la hora y buscó el título, lo acarició, lo enrolló con sumo cuidado, lo ató con la misma cinta roja y, sin apenas arreglarse, se metió en la frescura del día corriendo en el asfalto hacia ninguna parte o hacia todas las partes que habían configurado su triunfo. Brindó por sus amigos y por él mismo al pasar por la puerta del bar donde hacía de camarero todas las noches, luego el colegio de primaria donde recordó a quienes se quedaron cortos en esfuerzos, más tarde el instituto, aquel profesor de Literatura tan bohemio, la calle de sus paseos matinales, los bancos de sus escarceos amorosos, las palmeras, el rictus armónico de su ciudad envuelta en ruidos, la tienda del pan, la plaza de sus juegos.
Jueves, más abril, pensó mientras corría con desmesura hacia el agua, hacia el lugar inverosímil donde se juntan la realidad y los sueños, hacia su ría amada, puente y corazón de tantas inquietudes conseguidas. Llegó al tiempo que las gaviotas ponían una cadencia usual al paisaje, entró en la tibieza del agua pisando con mimo la balaustrada de fango que protege la bajamar, colocó sus rodillas en un suelo de tierra-mar acrisolado y tenue, bebió del cuenco de sus manos aquella pócima emblemática y enterró en la orilla su honorífica titulación tributando a su tierra-mar su mayor agradecimiento.
Era jueves ese día, un jueves de julio pero “los jueves son siempre más abril”, recordó haber escrito en su cuaderno de apuntes en la primera clase de su primer curso.




Ramón Llanes. 22-10-06.

DE LA FANTASÍA A LA REALIDAD

DE LA FANTASÍA A LA REALIDAD.
(pasión por Huelva)


Hoy me levanté cálido, soportable y práctico; miré las nubecillas desafiantes que no anunciaban tormenta y me propuse pasar de la fantasía a la realidad. Y como estoy en Huelva, compuse mi metáfora de asiento a través de las vibraciones que esta tierra me transmite.
Hice el camino desde Santa Fe al puerto, avenida de mis pasos largos por la luz de este tiempo febril y pálido, cabezo de la esperanza, las acacias casi sin hojas, la cuesta de los penitentes que se agarran a su fe, el mirador nativo de nuestro conquero avisando a las aguas de sus cauces. Luego en el germinal verdor de Moret y en los recuerdos de la calle Canarías desde donde comencé a enlazarme con Huelva.
Quedan más lejos y tan cerca los lugares que nos descubrieron, donde están las barcas y la mar salada, quedan los horizontes extendidos en la ría, mi paseo va con mi propio sueño, se me hace más completa la melancolía en los esteros de saltés, vuelvo a mi edén querido y redescubro por milésima vez la felicidad que me produce vivir en este único y pasional sitio llamado Huelva.



Ramón Llanes

lunes, 12 de septiembre de 2016

LA DUDA

 
LA DUDA



  • No estaba dudando.
  • Me dudabas, he notado que dudabas de mi; que te perdías en los pensamientos de mi inexistencia, que me llorabas por haber desaparecido o tal vez por no llegar a mirarte una sola vez. Y tú sabes dónde mis ojos se hacen reflejo de los tuyos, dónde mis manos han acariciado tanto, dónde mi piel se ha mojado contigo. Y ahora me dudas.
  • Sólo dudo de mí. Olvidé anoche los renglones amarillos de mi historia. Olvidé aquellos impulsos de nostalgia, he caído en un presente vacío de pasado que ha guardado insultos y reproches, para conspirar a favor de lo desconocido. He borrado las estrellas porque dudo de mí, dudo que tengan perseverancia para brillarme; he tapado el mar que ya no percibo, he atrincherado al tiempo en una minúscula frase de despedida y me he vuelto a casa a tranquilizar la memoria. Y también he olvidado la memoria, la razón del recuerdo y la inercia de pensar. Me cabe dudar en un párpado la lágrima que se ha vuelto para no caer en espacio aprendido.
  • ¿Y los años, la voz, la soberbia, el amor, la lucha?.
  • En la duda.

    Ramón Llanes.

UN ECLIPSE DE TRES A SEIS

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UN ECLIPSE DE TRES A SEIS


Bastaba mirar el sol de octubre para no creerse que de tres a seis se le fueran medias ganas de alumbrar, tampoco por despiste del farolero, tampoco porque sí. Visto el esplendor rabiando de locura no valía la pena convencerse de un eclipse novato. Llegó de puntillas, sin ruido, asolado, remando a la contracorriente de sí mismo, y de tal manera no se presentan los dioses. Luego adivinamos que no era dios ni pertenecía a su séquito, era una intermitencia de luz en el universo, una linterna apagándose, hasta apagarse del todo hasta encenderse del todo, como un juego.

Ramón Llanes

domingo, 11 de septiembre de 2016

QUINCE VECES ONCE DE SETIEMBRE


QUINCE VECES ONCE DE SETIEMBRE

Aún queda conciencia del dolor pero no de la culpa,
los ruidos en el aire pero no en los sueños,
la Paz en las intenciones pero no en las esperanzas,
el control en el aeropuerto pero no en las ideas,
el recuerdo en las muertes pero no el amor en las vidas.
Aún queda un olor a maldición, a venganza y a odio
en el foro del diálogo
donde se ha olvidado la concordia.

 

Ramón Llanes 11 setiembre 2016.

viernes, 9 de septiembre de 2016

EL CARNÉ


EL CARNÉ.
 

         Que alguien escriba por mí está página vertebrada, que alguien exprese por mí el contenido de su propio pensamiento. Si acaso no fuera pensamiento, que alguien presente el carné de lector y divague sobre la teoría de la queja, ahora que vale quejarse por todo y ahora que todos tenemos carné en muchos colores. Alguien, tú mismo, o el vecino del cuarto que siempre pone muy alta la música, o el vendedor de cupones que te pregunta a diario si le compras, o que se queje quien haya perdido su carné de maltratador y nosotros le daremos jarabe de palo y otras cosas o que se queje el agua. Es un derecho la queja y también el compromiso.

         Se quejó un hombre con carné de patrón de barco que no debió sufrir su accidente en una calle mientras la cruzaba, que su puesto para sobresaltos y sustos estaba en el barco. A los que llevan carné de coche y de macarra también se les permite quejarse del por qué los demás nos quejamos tanto de ellos.

         Y cierren por mí esta semana de contrastes, algunas noches sin luz, algunas mujeres que gritan sin éxito porque se les hace daño, algunos peatones que encuentran aceras muy estrechas, algunos niños que no tienen escuela; cualquiera puede cerrar esta página por mí.

 
 
                                                        Ramón Llanes

ME PREGUNTO


ME PREGUNTO

 
Me pregunto de qué se puede escribir hoy, que es viernes, que está el suelo seco, que las mujeres van muy guapas, que las farolas se encienden más tarde, que no hay sitio para aparcar, que la prensa habla de lo de siempre, que han llegado nuevos inmigrantes en los cayucos, que se le ha ensombrecido la cara a la familia de quienes ayer se fueron de la vida, que se nos acaba la renta del verano, que he quedado con la tristeza, que nos han avisado de la ruptura de la tregua de paz, que atracaron anteayer a un amigo, que finaliza el verano con sonrisa, que despidieron a la chica por olvidarse de poner una flor en la caja, que la gente sigue comprando juguetes, que me afecta el dolor de la ausencia.

De qué puedo escribir hoy para no defraudar a mis ganas de enfilar el sábado y tenerme muchos ratos para mí solo, mientras la playa se abre  temprano para los demás.

Me pregunto si serás capaz de leerme con la misma ternura.

 

R. Llanes.

martes, 6 de septiembre de 2016

VEN A HUELVA


Mejor ahora, para presumir de paisaje, para invitar. Las bellezas no están lejos que a esta tierra, (a veces –dicen– apática, –nunca indolente–), rodean laderas, extremos y mar abierto con una exégesis de especialidad estética que la hacen seductora e irresistible hasta el mismísimo tuétano. Y luego del manjar natural que en la acera sur se resume en pinar, orilla, agua salada, espejismo y playa, por la Campiña se divisa la fantasía de los pueblos, con églogas de tiempos, con sonoridad de valores, con dólmenes, campos, viñedos y suculencia de amparos; subiendo van asomando las minas, esas cortas inmensas que están allí templando el bienestar de los hombres y poniendo las mitologías del sustento en su sitio. Y en la más altura huele a jamón, a encinar, a leña y devociones.
La provincia enseña sus dones sin esquivar los tesoros ni ocultar la nobleza del reinado de los seres humanos que se prenden a la tierra como la más expresiva dotación de excelencia que ella guarda para todos los momentos, sea Sierra, Andévalo, Costa o Condado, que en cada cortina y emblema la costumbre es hospitalidad y agrado.
Es privilegio vivirla uno tras otro todos los calendarios que anuncian los solsticios pero es más privilegio ser hacedor de ella, protagonista del esplendor, de su compostura y de los contrastes que la encumbran. Volvieron quienes lo saben, estuvieron atentos a su evolución quienes sestearon en las adormileras de cualquier edad y se quedaron quienes comprendieron su eficacia para la sanación o equilibrio del espíritu.
Más que nunca, ahora, que la luz es envolvente y mística; ahora que nadie puede tergiversar los planos mágicos de esta tierra inusual, ahora es cuando también invitamos: ven a Huelva; ven y no extrañaremos tu presencia; ven ahora que estamos casi todos y verás cómo son aquí las miradas, los crepúsculos y los abrazos.


26.6.14. Ramón Llanes

lunes, 5 de septiembre de 2016

LA MOTOCICLETA


A la motocicleta le faltaba el espejo retrovisor izquierdo, el giro lo advirtió con la mano sin cerciorarse del adelantamiento de quien le seguía, en el instante mismo ambos coincidieron en un punto y los conductores besaron el suelo de un asfalto con signos de decadencia y deterioro.
Solo fue un susto. Los cascos salvaron el golpe. Era raso y extraño el lugar, arena en el arcén, árboles lejanos, ni una señal que indicara prohibiciones ni otra que permitiera la doble circulación. Se trataba de una carretera vacía, inactiva y solitaria. Acababa exactamente en aquel lugar, no existía siguiente consigna ni precipicio, se terminaba el asfalto y todo se convertía en maleza.
De aquellos lugares infinitos de donde parece que el viento da la vuelta y nada ocurre, de donde incluso el tiempo se desposesiona de la prisa, de donde se entreven luces por todas partes, de allí surgió un anhelo. La motocicleta quedó parada a distancia de civilización, los dos chicos se miraron en señal de reproche buscando en cada mirada la culpa del otro mientras el silencio ocupaba una ausencia prolongada de métodos, para hablar bastaba el gesto, para deshacerse de responsabilidad, también. Así lo hicieron, ni una palabra ni siquiera preguntarse los nombres ni siquiera emitir un sonido de dolor o desesperanza. Allí no era lunes, eran todos los días o era cualquier día inconcreto de un verano absurdo. Solo la mirada, el placer de una mirada en su sitio inhóspito, de dos seres encontrados en una caída de motocicleta al tomar una dirección inexistente, donde termina el mundo de lo realizable y comienzan los sueños.
Por la mirada se dijeron que habían llegado hasta allí, buscándose.


Ramón Llanes. SECUENCIAS DEL MÁS ADENTRO
4.8.06

LA HUIDA

LA HUIDA

Por aquel entonces Silverio jugaba a ser niño en una familia pobre, cuando la miseria gozaba de todo su esplendor en la casa. Vivían siete hermanos más, la abuela Ildefonsa y el tío Lucas, soltero desde siempre y condenado a seguir siéndolo de por vida, un primo recogido por obligación, dos perros y una gata parturienta. En total, si es que los números sirven en estas ocasiones, se sentaban a diario a la hora de comer trece bocas grandes y muchas e imprevisibles bocas pequeñas.
La capacidad de ganancia tenía fuente casi exclusiva en el hombre porque el añadido de la pensión de la abuela apenas daba para sus medicinas y caprichos. Los niños no llegaban más allá de los 17, el mayor; y el tío Lucas se dedicaba a la vida contemplativa, o sea, a contemplar cómo trabajaban los demás, pero así estaba consentido y así había que aceptarlo.
A Silverio no le llenaba aquel entorno, a los demás tampoco, pero éste, de carácter retraído y reservado, pensaba más de la cuenta, veía lo que caía en sus manos y coleccionaba hojas secas. Su madre no admitía de buen agrado tanta abstracción pero callaba sus irónicas correcciones por miedo a la timidez del niño. Los hermanos, en cambio, le valoraban y le obedecían. Silverio era el tercero de los ocho y solo contaba trece años cuando, en una cena de esas de huevo frito para todos, planteó a sus padres su deseo de hacer la maleta (¡qué maleta!), y romper con todo aquello de manera drástica: “o me voy ahora o aquí me muero”, se decía. Y se fue a la mañana siguiente, con más lágrimas que equipaje, en un tren de mercancías, con el dinero justo para la travesía y la comida.
En sus ensoñaciones de niño pobre no alcanzaba más allá del horizonte seco que los raíles le iban enseñando, un vagón de madera, un destino indefinido y con más ganas de huir que de llegar.
Cuando atardecía se metieron por la ventanilla los reflejos de la ciudad, con una cortina gris, larga y opaca, sin trazos rotos ni costuras y una espesa bruma impropia de septiembre. Bajó con desinterés y caminó sin rumbo con su hatillo de ilusiones desquebrajadas sin saber lugar ni manos que lo acogieran. Aquella noche la hizo tan prolongada en su pensamiento como incómodo el miedo de las tripas avisando hambre. Algo se llevó a la boca y algo durmió, para eso sirven los parques y jardines en las grandes ciudades.
Y Silverio desapareció de la existencia, a partir de su llegada. 

Setiembre 2001. Ramón Llanes. SECUENCIAS DEL MÁS ADENTRO.

FLORES DE CHOCOLATE

FLORES DE CHOCOLATE

Siempre sospeché que no me llevarían chocolate al tanatorio. ¡Malditos desagradecidos!. Allí presumían de afecto y calentaban una condolencia al uso de agradar mientras los familiares, –mis familiares–, se lloraban toda mi ausencia, se tragaban los recuerdos, palidecían. ¡Oh, qué escena de flores!, coronas y sándalo anunciaban la resurrección de mi carne, ¡creyeron que había muerto!, cortejaron la sinrazón de una vida tan corta; el poeta había muerto, pero nadie trajo chocolate a su lecho, confirmaron mi sospecha. Por venganza, –mi última venganza–, les negué a todos la palabra. Ellos me animaban, se estremecían, me contaban recuerdos, me abrazaban, yo permanecía quieto, con los ojos cerrados y pensando que necesitaba chocolate.
Al momento de la siesta, eso sí, respetaron mi costumbre, me dejaron solo, las avispas del tanatorio guardaron un silencio de respeto, las flores dejaron de oler y la luz se metió en los rincones de la primavera, de aquel veintinueve de un abril eterno. Me despertó un niño que llamó a la caja confiado que sería la puerta de entrada a la vida; me sonrió, le sonreí, me preguntó si estaba triste, le volví a sonreír y corrió a los brazos de su madre sin dejar de mirarme.
Ellos eran muchos cuando rompieron los llantos otra vez, antes de la hora de una despedida sin retorno. Nadie reparó en mi chocolate, nadie recordó cuánto me gusta y en eso que, antes de subirme a sus hombros, les preparé la mejor treta de mi imaginación. Me acerqué a una de las flores, la más hermosa, la acaricié en tono mío, la saqué del enorme florero, me la llevé a los labios y le puse un beso; ¡sentí el sabor a chocolate que tanto deseaba!. Ellos enmudecieron sin soportar que saliera de la estancia con mi flor, esgrimiendo una sonrisa de travieso y otra sonrisa de libertad.

12.10.06
Ramón Llanes.

jueves, 1 de septiembre de 2016

AL ATARDECER

 

AL ATARDECER.




No hace tanto frío para que te eches cuatro mantas,
no te acostumbres a dormir sola,
no pases por aquel lugar de los encuentros sin pensarme,
no inviertas en olvido los recuerdos,
no hagas como que siempre es de noche,
no me pierdas de vista, me fastidia,
no me tengas a tantos metros de ti, me enfada,
no me acaricies solo en tus sueños,
no pienses que ha pasado la tormenta,
no reines en otro lado ya reinas en mi corazón,
no hace falta que me mires una vez, mírame siempre,
no comprendo, no necesito, no soy, no te olvido,
no tienen prisa los atardeceres, yo tampoco,
no te he visto triste los últimos meses,
no me has creído capaz de saber pisar la tierra,
no has intentado hacerme feliz un siglo,
no te inventes razones para despedirme,
no tiene que ser como tú piensas,
no fui, por ti, a donde te encontrabas,
no me escondo de ti pero sufro si te veo,
no es una realidad esta separación es un mito,
no se debe llorar en carnavales,
no llores ya me encargo de ello,
no me pidas una estrella que te la alcanzo,
no me digas que se te acabó todo el amor,
no me envíes mensajes de silencios,
no te calles lo que querías decirme,
no llames a mi timbre, te sorprenderá saber que te esperaba,
no necesito que me busques un trabajo, búscame un beso,
no sabes que trabajo para ti,
no te vayas, aún tengo que decirte que te quiero,
no eran para mí las flores.


R. Llanes.

AL OTRO LADO DEL AIRE

 

AL OTRO LADO DEL AIRE.

Al otro lado del aire
descolgaremos la memoria
para que cada susurro sea un huracán,
cada beso mil propósitos,
la luz un medio de alcanzarte,
y en vida,
con los ojos prestados de inocencia,
ocupemos la paz, toda la paz,
la eternidad deseada de la paz
y nadie será cómplice de cansancios.

Allá, contigo en los solsticios,
el aire pondrá remedio a los atardeceres
en que nunca nos tuvimos,
a las escarchas que nos dejaba la noche,
al castigo de redimir siempre culpas de otros,
el aire rocía
un sahumerio de libros
que te llegará certificado
a cualquier lugar donde te escondan,
el cartero te dará noticias de mi,
apenas esté lejana la palabra que me alivie.

Al otro lado del aire
las miradas no tienen distancia,
el pensamiento es único, para dos,
el fuego y la pasión van a lo mismo,
la voz, una melodía sin descansos.
Así seremos, al otro lado del aire,
a donde siempre quiero que vengas.

Ramón Llanes