EXPRESIONES
EMOCIONALES DE EL ANDÉVALO
Por Ramón Llanes Domínguez
Escritor y Poeta.
INTRODUCCIÓN
Lo
nuestro es la emoción, desde todos sus aspectos, desde un ámbito general a otro
particular e íntimo, desde su sentimiento y desde el entusiasmo que marca por
pertenecer genéticamente a un lugar único donde se identifican valores que son
distintos a los de otros entornos o que se resuelven de forma más magnificada.
Es la savia que nos viene dada, que traemos en origen y de la que difícilmente nos
podremos desprender en el largo transcurso de la existencia.
No
es necesario estrenar tiempo para reconocer los registros emocionales que
ofrece El Andévalo en casi todas sus expresiones; los tiempos son una
circunstancia más para la sorpresa, siempre está patente la posibilidad como
buen refugio para internarse en los sabores, los olores, los colores, la
sensualidad y las devociones que esta
tierra aparentemente ocre pone a disposición de interpretaciones y vivencias
de sus habitantes y de sus adeptos. Todo es posible en su belleza, cualquier escorrentía,
ladera, solana, jipío, llanto o cualquier manifestación de folclore se
identifica con un extenso y singular promontorio de causas para concluir en
admiración.
Su
definición podría encerrarse en su versatilidad en la belleza y su capacidad
de afectación. Es una tierra muy amada, muy perseguida para los tantos ratos de
placer que contiene para el disfrute de la festera forma de sobrevivir en buena
complicidad con las excelencias del ámbito. El Andévalo es un enorme cofre de
tesoros y verdades guardados y de los que sus habitantes se encargan de
custodiar con ahínco para librarlos de contaminación y legarlos con perfecta
identidad y facultades a los herederos de tan rico caudal. Estar en El
Andévalo constituye una delicia inaudita, andarlo supone un deleite, conocerlo
es más que una obligación, convivirlo inyecta espiritualidad y amarlo es una
máxima vital.
He
de referir, no obstante, en honor a nuestra verdad varios guiños que a modo de
premisas han configurado esta comunicación que hoy expongo con el mayor respeto
hacia todo lo dicho y hecho porque de ello es mi fuente. Convengo en advertir
que soy escritor y no historiador y que desde esa perspectiva romántica y
poética hago mis propuestas.
Otro
guiño lo advierto en cuanto a la toponimia de nuestro simbólico nombre
ANDÉVALO; sé que es tema ya tratado en otras jornadas pero permítaseme indicar
que me asiento en convicción en alguna de las teorías que mantienen como origen
del nombre al dios Endovélico o Ande-Baal, quizá emblemas devocionales en
épocas remotas que nuestros muy lejanos antepasados tuvieron como referencia
tal como para que se pusiera el nombre de Andévalo a un cabezo situado entre
Cabezas Rubias y El Cerro y donde se encontraron vestigios de civilizaciones
anteriores. Quede ahí.
El
tercer guiño reflexivo que propongo, -quizá para ampliación en un estudio
posterior o para nuevos debates- se centra en la configuración actual de la
Comarca El Andévalo, después de haber sido modificada en 2003 por un decreto de
Presidencia de la Junta de Andalucía y que dividió a nuestra comarca en dos
comarcas, El Andévalo y la Cuenca Minera. La primigenia razón tiene
antecedentes ancestrales remontándose al siglo XVIII pero con una acentuada
prominencia de criterios aún más antiguos, aunque en verdad existen referencias
desde 1257 pero con menor número de pueblos los que constituían El Campo de
Andévalo. Los pueblos que formaban El Andévalo en aquella histórica definición
eran: Alosno, El Almendro, Cabezas Rubias, Calañas, El Cerro de Andévalo,
Paymogo, Puebla de Guzmán, San Bartolomé de la Torre, Sanlúcar de Guadiana,
Santa Bárbara de Casa, Villanueva de las Cruces, Villanueva de los Castillejos,
Valverde del Camino, El Campillo, Berrocal, Nerva, Riotinto, La Granada, El
Granado, Villablanca, Zalamea, San Silvestre de Guzmán, y las entidades menores La Zarza-Perrunal, San
Telmo, Valdelamusa, El Lomero, Cueva de la Mora, Tharsis, Las Herrerías, Mina
de la Isabel, Puerto de la Laja, La Joya, El Pozuelo, El Villar,
Montesorromero, El Buitrón, Marigenta, El Membrillo, Las Delgadas, Sotiel y Montes de San Benito. La composición actual
crea una nueva Comarca llamada Cuenca Minera –cuando en realidad todo el
Andévalo es cuenca minera- e incluye a todos los pueblos desde Valverde hacia
el norte. Las comarcas se constituyeron teniendo en cuenta aspectos de
similitud como orografía, medios de vida, identidad económica, idiosincrasia,
etc, considerando que estas formas no han cambiado y por tanto en nada fue procedente
cambiar sus correspondientes componentes. Pero es asunto de otro estudio.
Liberado
ya de estas consideraciones previas me someto en cuerpo y alma a componer mi
canto general sobre LA EMOCIÓN en El Andévalo. Algunos historiadores como el
Dr. Francisco Núñez Roldán y otros al referirse a El Andévalo siempre recogen
aquella leyenda de que fue el dios cansado por la creación del bello mundo de
playas y costa quien al llegar a San Bartolomé –dicen unos- o a La Palma –dicen
otros- ordenó al diablo que continuara en su creación y éste creó la tierra a
su semejanza con pedregales, baldíos y tierra infecunda. Se trata de una
leyenda que puede no tener más interpretación que la de la curiosidad o puede
servir para entenderla adecuadamente. No sabemos si fue el diablo quien no
atinara lo suficiente o arrepentido de su maldad quisiera concederle algún don
a la tierra y la dotara de un subsuelo pleno de riquezas minerales, amén de
otras exquisiteces que la han sustentado en el tiempo y forman parte de su
mejor identidad.
Estamos
en la certeza de que el ser humano andevaleño no es muy distinto en su
caracterización humana del ser humano de las otras comarcas de Huelva pero sí
presta una atención distinta a los símbolos que ha querido que fueran sus
emociones. Existe una adscripción necesaria de la emoción a la devoción,
principalmente religiosa, pero también lúdica y festera que en ocasiones se
mezclan y se convierten en componentes a tener en cuenta. A nuestro entender
las facciones que muestra un andevaleño para determinar su emoción se expresan
en los siguientes sentimientos:
A.-Devoción y
emoción.
B.-Apego al
arraigo.
C.-La
influencia del fandango, la guitarra y la juerga.
D.-La emoción
del paisaje.
E.-La emoción a
través de folclore y gastronomía.
F.-La emoción
desde el intimismo romántico.
G.-Influencia
emocional del ámbito.
H.-Gestión
emocional de la muerte.
Estos rasgos
identitarios no se dan en los miembros de otras comunidades o al menos no se
dan en forma conjunta. Con independencia del mucho honor que para los
andevaleños suponga la pertenencia
genética a su ámbito –es una cualidad muy asentada y acentuada en todos los
núcleos- cada cual de los próceres parece mantener en su sello original la
misión de una defensa arcaica por su territorio, su costumbre y su carácter.
Existe un corte emocional muy parecido entre un andevaleño de Paymogo y un
andevaleño de Alosno o entre uno de Las Cruces y uno de Tharsis. Los parecidos
son gérmenes naturales pero también son aprendizajes e intercambios conseguidos
a través de convivencias habituales que tan frecuentes son en nuestra especial
geografía. Cuando comienzan los primeros toques de tamboril anunciando las
Pascuas de Castillejos y El Almendro todo El Andévalo se viste psicológicamente
de cirocho y piedralbero, es la costumbre de compartir con los pueblos vecinos
sus emociones. Por la Santa Cruz de Las Cruces acudimos a su Romería todos o
casi todos y estamos en San Bartolomé haciendo fiesta de amistad y nos hacemos
los tramos de la Traída y la Llevada de la Virgen de Coronada en Calañas y
compartimos Romería con Tharsis y nos subimos al Peñón por la Peña de Puebla de
Guzmán y cantamos fandangos en las calles de Alosno a primeros de mayo en su
fiesta de la Cruz y nos admiramos juntos con las expresiones estéticas de las
jamugueras en San Benito y estamos en La Zarza con la Patrona Santa Bárbara y
en Riotinto con La esquila y en Zalamea con su Patrón San Vicente, en Nerva con
su feria de San Bartolomé, en Valverde con los actos en honor a la Virgen del
Reposo y en Villablanca con su importante Festival de Danza y en Sanlúcar de
Guadiana para disfrutar de la belleza de su entorno, de su Romería de La Santa
Cruz y en El Granado cuando es tiempo de Santa Catalina y en San Silvestre
haciendo piña en torno a su Romería de la Virgen del Rosario y a sus cosas, en Paymogo por la inolvidable Santa Cruz en
tiempos de mayo y en Santa Bárbara con San Sebastián, en El Campillo en sus
fiestas de verano o en su Romería de la Santa Cruz y compartimos devoción con
Cabezas Rubias en su Romería a San Sebastián y con Berrocal un poco más lejano,
con Los Sachos y con sus Cruces de Mayo y así hacemos un viaje emocional en la
búsqueda por la comparecencia y el disfrute. No olvidemos que somos seres más
colectivos que individuales.
A.- DEVOCIÓN Y
EMOCIÓN.-
Es indudable
que en esa colectividad prestamos un especial apasionamiento por las
manifestaciones religiosas que componen la geografía de nuestros credos, el
estímulo devocional nos hace
enfrascarnos de manera febril en cada rito. Nos embarga la emoción en los
salmos, en las tonás romeras, en la liturgia de la preparación del caballo, en
la danza que adorna desde mucho tiempo las procesiones, nos llegan a emocionar
los cantes que sirven de causa en las celebraciones de las fiestas de la Cruz
en todas sus extensiones, somos carne de emoción cuando suena La Esquila por
las calles de Riotinto, adoramos las lágrimas que se resbalan por San Juan en
Alosno, celebramos con inusitada emoción el baile del Pino o Pirulito, gustamos
de calentarnos los recuerdos en las Jachas del ocho de diciembre, conocemos
desde la devoción el valor de la piedad, del perdón, del sentimiento del
abrazo. Emocionante es el toque pausado de un tamboril en una tarde primaveral,
emocionante escuchar la música que en la Diana llama a celebrar el patronazgo,
son emocionantes los efluvios en la piel cuando se subasta un banco procesional
en Las Cruces, cuando se hace el camino de ida hacia el lugar de la ermita,
cuando se grita con alegría a la Madre protectora que viene y va de Sotiel a
Calañas, cuando en Berrocal se mitifica el valor de las mulas por la Cruz; es
emoción la entrega de la Mayordomía a todos los actos en El Cerro, emociona su
día de lucimiento, emociona la convivencia de una procesión a Santa Bárbara en
La Zarza-Perrunal, en Santa Bárbara de Casa, en Tharsis, en Herrerías, en San
Telmo y en todas las minas, emocionan las salvas de escopeta que los mineros
ofrecen en señal de devoción a su patrona; es emocionante comprender la Danza
de Los Palos con todos sus ancestrales modos y vivir una noche de Pregón en El
Granado, emoción compaginar en Zalamea días de fervor y de asueto, llegar a la
altura humana de lo más divino en todas las maneras supone para los seres que
sostenemos esta espléndida alegoría de la felicidad una dotación de excelencia
en el difícil arte de existir. En la devoción se encarnan gran parte de las
emociones.
B.- APEGO AL ARRAIGO.-
Somos emoción,
le tenemos un amor incondicional al terruño –entendido este como el conjunto de
sentimientos que lo circundan- y no somos capaces de ausentarnos de sus lados
más que lo mínimo. Adoramos la calleja, el olor a humo de pueblo, el ruido del
bar de la plaza, la sabiduría del labriego y la rebeldía del minero, somos de
partículas de cada uno de los miembros de nuestra comunidad, somos seres
creados de otros seres incluso ajenos a los lazos genéticos, pertenecemos a la
tierra como fin y nuestra filosofía de vida es comunitaria, no individual,
comunitaria y con afectaciones importantes de géneros. Esta no es una cualidad
que se presente con frecuencia en otros pueblos. Nuestras tierras son nuestras
esperanzas, nuestros vecinos son nuestros aliados, nuestro carácter es nuestro
patrimonio y nuestra similitud vital es nuestro premio espiritual. El
andevaleño quiere ser como son los suyos, andar como andan lo suyos, mirar como
miran los suyos, reír como ellos ríen y llorar con ellos cuando haga falta.
El andevaleño
no negocia con su origen ni admite imposiciones que le limiten su tiempo para estar
en su pueblo; para los que viven en él les supone un gran trago moverse
(alguien de El Cerro me contó en una ocasión que llevaba más de 5 años sin ir a
Huelva, a pesar de ser joven) y para los que viven fuera son siempre deseosos
con ansiedad de buscar huecos que le permitan pasar el máximo tiempo en sus
lares. Es la grandeza del arraigo, como si el andevaleño se considerara
protector de lo suyo y le fuera imprescindible su aire o como si se sintiera un
poco responsable de su evolución y quisiera participar en ella de manera activa
o solo con su presencia. Pero en realidad el andevaleño no es que sea parte del
territorio, es territorio puro en su amplio contexto de paisaje, costumbre,
ambición, miedo, alegría, vida en definitiva. Resumo esta afectación andevaleña
con este manifiesto:
SECRETOS.
A estas alturas, ya ves; a tanto tiempo de aquel resultado
primero del encuentro feliz; más joven yo, tú madura, los dos tiernos como
flanes, nerviosos y cárdenos; los dos enjaulados en un enamoramiento de
románticos, tú agotada de la pasión mía que ha durado tanto como la vida, yo
pendiente del calor, de tus estrenos, de tus venas frías, de tus manos; y ha de
ser a estas alturas de la senectud de ambos cuando me arrime a contarte solo un
secreto que son todos los míos de la existencia.
¡Y es que te tuve tanto en sueños, tanto en memorias vivas,
tanto en ilusiones y tantas veces..! Hasta en la felicidad tardía y hasta en
las hogueras de impaciencias, siempre te tuve. Ajena, lo sé, a mis estados de
ánimo, he contado los años por minutos para llegar a hoy que me plazco en
anunciarte, en este recodo de cielo, todos los compromisos rotos por tu culpa,
las fuerzas perdidas, los viajes no realizados a otra parte y sí a tu infinito,
las caricias no ganadas. Estabas en otra luna cuando era llena para mí, que de
tus rasgos de hembra me quedarán polvos o cienos según la misión o la época.
Creí haber nacido contigo y para tí y eras como de todos,
como el pasamanos o el aire; eras de los de principio de siglo, de los del
sorteo y de los muertos. Hoy son las cosas igual, no ha volado el tiempo tanto
como mi deseo. De nada advertirán golpes de pecho de dolor o pecado, de mucho
por consagrarme al hito de lograrte. Hoy no es tarde para recurrir a la memoria
y traerte los secretos de mi miedo. Solo que hayas sido promiscua en la corta
distancia de mi vida, me ruborizará. Sabrás que por tí son los únicos ojos
nunca despegados, los pies acariciándote en las glosas y en los arrabales, con
el tacto acudiendo a tu profundidad; en los oteros concubina mía, en la solana
más consejera, más amada en el paisaje, más reina en el pozo.
Ahora que solo tú me oyes al compás de un latido, prefiero
reclinarme en el cansancio y por el deber de la secretería acogerme a tí,
pronunciar tu nombre, ser de la carne y del espacio, hacer bulto en la fila, y
con mi bajo grave de coro, a tí que me oyes referirte todo mi amor desde mi
primer beso, amada y querida tierra.
C.-
LA INFLUENCIA DEL FANDANGO, LA GUITARRA Y LA JUERGA.
No
puede entenderse un Andévalo sin cante. El cante es la expresión que ha
consolidado a la tierra con una fortaleza gratamente sutil hasta convertirse en
una de sus referencias definitivas, desde tiempos antiguos. No precisamente se
han dado estrellas gloriosas de esta disciplina porque ha sido el pueblo quien
ha ido marcando las pautas de la interpretación. El fandango es el cante
propio, aquí, en estos pagos, está la madre y aquí nacieron los estilos y los
prohombres y mujeres que le han dado realce. El fandango prestigia
indudablemente a esta comarca y también el fandango sale prestigiado por la
genialidad interpretativa del pueblo. Raro será quien no se atreva a canturrear
un fandango. He visto muchas veces
hombres dormíos en la mesa en días de juergas, bastante borrachos y despertar
al sonido de una guitarra lanzando al aire un fandango perfectamente entonado,
eso es Andévalo, ese es el misterio que aquí vive y que nadie ha sabido
explicar. Un aficionado cualquiera de aquí sabe entonar un fandango mejor que
el más genuino de los cantaores profesionales, nadie de fuera es capaz de
captar el “dejillo” andevaleño. Alosno es un arsenal de sabiduría
interpretativa y creacional, Paymogo le pone al fandango una manera diferente y
preciosista, La Puebla tiene fandango en cada taberna, Castillejos también supo
beber de la fuente madre y ha tenido siempre intérpretes de postín, Villablanca
y San Silvestre se prodigan con bastante honor, El Granado y Sanlúcar
materializan su expresión en muchos ratos de fiesta, San Bartolomé le cuida,
Valverde le concede una melodía distinta y se engrandece, Calañas le pone un
toque musical sacado del tiempo, Riotinto, Nerva, El Campillo y Berrocal le dan
un uso menor pero le arriscan las entrañas, Santa Bárbara se atreve a crearlo,
Cabezas Rubias le pone espuelas y lo canta desde arriba, Tharsis y La Zarza lo
administraron desde lo más jondo, Las Cruces le pone su dulzura, en Sotiel se
canta con Coronada, Herrerías mantiene su culto. El Andévalo y el fandango son
memorias juntas, inseparables.
La
guitarra, no como simple instrumento de acompañamiento del cante sino como
elemento que siempre ha provocado un encuentro, una reunión, una convivencia.
No se concibe en El Andévalo un rato sin sonanta, siempre aparece, siempre
alegra, siempre impone el deber del silencio. La admiración de todas las generaciones
por nuestra singular “cavaera” sigue viva en permanencia constante y en
evolución emocional. Alosno suele celebrar en verano un encuentro de guitarras
que recorren las calles tocando fandangos y sevillanas bíblicas y se reúnen más
de cien cada año. Es increíble vivir esos momentos de predominio y protagonismo
de la guitarra como un credo, como un elemento sentimental que abre puertas,
anima juergas y arregla malentendidos.
Para
hablar de la juerga en El Andévalo se precisaría un tratado de sociología, un
tiempo largo para exponerlo y un conocimiento vivencial imprescindible. Por
aquí no se concibe una juerga solo para beber y comer, eso no es juerga, el
aliciente más importante de la juerga es el cante y el cante no se concibe sin
guitarra, por aquí, digo, que por otros mundos se ven muchas cosas raras. La
juerga tiene mucho de emoción. Se dan en ella una retahíla de valores que la
hacen social, humana, filosófica, gremial, necesaria, culta, etc, y se
advierten en ella motivos para la convivencia, para hacer nuevas amistades y
reforzar las existentes, es un foro ideal en el cuidado del cante y de su
aprendizaje, motiva el estímulo en los más tímidos, surgen amores,
sentimientos, desengaños, y sobre todo siempre aparecen por una causa afectiva,
alegre o festera. Al estar asentada en un origen positivo y entusiasta se
presumen desarrollos amables y resultados inolvidables. No habrá ser humano
andevaleño sin haber probado a trago largo la excelencia de una juerga y no
habrá quien habiéndola probado la haya olvidado. Una juerga nunca pasa a la
parte olvidada del cerebro, se mantiene viva como la necesidad de volver a
vivirla. El Andévalo, bien lo sabéis, es proclive en organizar juergas y en
hacer de ellas una simbología humana que produce no pocas situaciones
emocionales que, como dijimos, se quedan valientes e intactas en el recuerdo.
Ah, y nadie se despide si tiene que marcharse antes de tiempo, es la costumbre.
D.-
LA EMOCIÓN DEL PAISAJE.
El
paisaje de El Andévalo es versátil y diverso, se compone de serenidad y de
prominencias, es fácil y abrupto, pedregoso y llano, limpio y complicado; es un
paisaje muy original en la estética, que igual se encuentra un socavón que una
solana, un barranco que unas greñas, baja y sube a su propio capricho y prescinde
de la disciplina de la igualdad, en cada legua se transforma, en cada cabezo
inhóspito tiene un secreto y en cada fondo un tesoro. El paisaje es también
patrimonio de la emoción. A nadie que se atreva a contemplarlo le resultará
indiferente porque es un todo en colores y en semblanzas, de perfecta
consideración para quienes son admiradores de extravagancias y jonduras o de
peñascos y laderas, un todo universal que compendia la libertad de flora y
fauna a un antojo ordenado. El Andévalo tiene una tonalidad multicolor.
Sin
embargo el paisaje no solo es fructífero para la contemplación poética, que de
tiempos inmemoriales ha sustentado con dignidad las despensas humanas de cada
cual individuo que lo habitó. Los núcleos actuales no han quedado desnaturalizados
por la escasez de medios de vida, han permanecido casi inalterados en
convulsión y evolución. Ciertamente ha existido un nivel de despoblación en
algunos de los pueblos pero ha sido más bien como consecuencia de la inercia
laboral, las modas migratorias o las cercanías de ciudades que pusieron su
atractivo. También el ser humano ambiciona por naturaleza contemplar otros
horizontes e iniciar otras singladuras.
Siempre
en la vuelta a casa el primer paisaje te hace saltar el corazón, ¡mi tierra!,
dice para adentro la emoción; luego, al llegar, el alma coge un tono sublime,
la piel se empina, el sentimiento se salta las normas y un atisbo de lágrima
aparece en la comisura de la vida. Así es, el paisaje de El Andévalo tiene una
influencia importante en cada uno de sus habitantes. No ocurre igual en otras
comunidades.
E.-
LA EMOCIÓN A TRAVÉS DE FOLCLORE Y GASTRONOMÍA.
El
fandango como principal insignia, las tonás de quintos, la esquila, las tonás
festeras y los cantos devocionales de La Peña, las tonás de San Benito, las
tonás de Piedras Albas, las coplas del pino, las coplas de Pascuas y Sandalio,
las seguidillas bíblicas, las coplas navideñas, las coplas de los
campanilleros, los cantes de trilla, las tonás del santo, los cantes de las
jachas, los cantos del camino, las coplas a la Virgen, las coplas de la rama.
La
danza de las espadas, Los cascabeleros, La folía, El Poleo, El baile del Pino,
el baile del Sandalio, El cirocho, La Danza de Los Palos, Danza de Los
Garrotes, Danza de la Virgen de la Rábida, Danza de San Antonio, El Fandango
Parao.
La
riqueza de la vestimenta: Las Jamugueras, Los Gabachos y Gabachas, El traje de
Jueves de Comadre, El Traje de Cirocho, Traje de Los Danzaores o Lanzaores, El
Traje de minera, El Traje de campesina.
Siendo
imposible hacer un relato exhaustivo de todos los platos típicos que componen
la gastronomía de El Andévalo nos limitaremos a apuntar algunos que pueden ser
considerados como los más actuales o en uso: Caldereta de chivo, caldereta de
cordero, Gurumelos revueltos o a la plancha, Turmas con arroz, Picadillo de
culantro, Gazpacho con uvas, Gazpacho con Huevos, Gazpacho con conejo, Ensalada
cerreña o ensalada de orégano, Potaje de matanza, Cachuelas, Asaduras aliñadas,
Sangre con tomate, Lengua estofada, La exquisita pringá (que en Las Cruces se
llama “el tumbo”), La olla de coles, El mítico puchero con sus avíos, Las
diversas formas de cocinar la carne de caza, Guiso de carne con papas, Las
papas aliñás, tortilla de bacalao, El
revoltillo, Las Habas enzapatá, Pimiento encurtío, Aceitunas majás, Toda la
gama de embutidos, el preciado jamón de El Andévalo, Las migas, y un larguísimo
etcétera.
Cuidan
también nuestras emociones los riquísimos manjares de nuestra diversa
repostería: Borrachos, Pestiños, Rosas de miel, Bolachas, Tejillos o Alfajores,
Cagajones de puño, Gañotes, Tortas de pringue con o sin chicharrones, Los
bollos de manteca, Dulce de membrillo artesanal, Dulce de toronja, Dulce de
cidra o dulce de hilillo, Dulce de calabaza, Coscarán, Rosco de anís, Sesita (exclusivo
de Calañas), La Poleá, La meloja y muchos, muchos más.
Conocida
también la elaboración de los distintos tipos de Aguardientes y licores en
Zalamea, Alosno, La Puebla, Valverde, etc.
Son
elementos culinarios que determinan nuestra forma de vida, nuestra capacidad de
creación y evidencian las similitudes en el carácter entre los habitantes de El
Andévalo.
F.-
LA EMOCIÓN DESDE EL INTIMISMO ROMÁNTICO.
Observado
el andevaleño desde sus distintas perspectivas necesarias para ofrecer una
definición nos atrevemos a considerarlo como un sujeto especialmente romántico.
Por qué?. Porque le canta a la vida, porque degusta la vida, porque ama la
vida. Y dentro de ella siempre responde con elementos singulares en el uso de
sus expresiones: el cante, la poesía que el propio cante lleva, su gusto por la
belleza, notablemente manifestado en la utilización de su vestimenta de gala
colectiva, el culto por la estética del caballo que se ha convertido en una de
las importantes emociones que destacan en esta tierra, la adoración por la
guitarra, el saber escucharla, el saber entenderla, el darle protagonismo a su
música, la enorme, cuidada y extensa aportación andevaleña a la poesía, a la
pintura, a los efluvios que emanan de estas disciplinas, como coplas, tonás, cantes
de pique en carnavales, todas las razones que se conservan intactas en las
costumbres del respeto al mantenimiento de las tradiciones de sus ritos en
fiestas. Todo eso es el romanticismo que en la intimidad de una ternura
espiritual se magnifica poniendo al servicio de la vida una manera romántica de
amar a esposa, padres, amigos, tierra. Es incalculable el valor que en el plano
romántico tiene El Andévalo, es incalculable, podemos exponer mil detalles, el
primero es la conspiración colectiva por lo nuestro, el segundo surge del
momento en que te llega al estómago esa sensación de cosquilleo cuando viniendo
de fuera observas el paisaje y se te pone el alma en vilo, pareciéndote que llegas al paraíso. Ese es el romanticismo
que nos produce infinitas emociones, algunas
imposibles de narrar pero todas de una vigencia indeleble. Quien lo haya
comprobado que se mire y lo traiga a su memoria, será feliz.
G.-
INFLUENCIA EMOCIONAL DEL ÁMBITO.
En
todo lo tratado hasta ahora aparece el ámbito como centro de ubicación de
cuantos pulsos emocionales configuran este núcleo llamado Andévalo pero nos
parece interesante mostrar aquellas otras fibras que se surten de emociones en
el contexto que hoy nos sirve de estudio y exposición. Partes que no podemos
olvidar y que son obligatorias si queremos proponer desde la visión poética y
social aquello que tiene genialidad, arrogancia y vitalidad como para merecer
mención.
El
humor. En estos rasgos ya consolidados en todo el
engranaje de la historia la manera peculiar de entender el humor y de llevarlo
a la práctica tiene la propia similitud con otras comunidades en algunos de
ellos y se diferencia en otras. Incluso destacaría que cada pueblo posee una
jerga propia y un sentido original. El humor transmite emociones, el rato de humor
surge de la convivencia, no es preciso llamarlo o invocarlo, se pasea con
gracia por todos los momentos y forma parte de las pautas de la felicidad como
elemento idóneo de entendimiento y de conjugación de amistades y formación de
grupos. El sentido del humor es consustancial con la vida aquí. Es genético,
está muy repartido y convulsiona a la emotividad en ratos compartidos. No es
solo necesario, es imprescindible. A veces solo con muecas, miradas y gestos el
andevaleño se entiende a través del sentido del humor.
La
hospitalidad. No podría retratarse El Andévalo sin
tener en cuenta el sentimiento de la hospitalidad. Decimos sentimiento sin
querer darle un rango mayor, lo consideramos sentimiento porque en él van
implícitos detalles, indicios, posiciones e interrelaciones. La hospitalidad es
cuidada en cada rincón, desde Los Montes a Riotinto o desde San Telmo a
Villablanca, todos los humanos afectados por la genética del ámbito presumen de
poner en práctica a diario este sentimiento hospitalario que hace que se
muestren capacidades y cualidades como seres acogedores, amables, cooperativos,
convivenciales, y sobre todo seres a quienes gusta de compartir con los demás
las veleidades de tierra, casa, costumbres, fiestas y vida. No existe costumbre
de guardar el abrazo sino de ofrecerlo, los modos más frecuentes se significan
en poder y saber enseñar ese tesoro que cada pueblo guarda con esmero y que se
enorgullece de tenerlo. La hospitalidad andevaleña está subrayada en su
patrimonio espiritual.
La
amistad. Departir con un amigo cualquier evento, lúdico o
religioso, un rato de conversación, una tarde en el campo, una procesión o un
rato de cante, supone uno de los más usuales y grandes placeres de la vida útil
y cotidiana de El Andévalo. Parece un solo pueblo cuando de estar en uno de
ellos se trata, siempre aparece el amigo de allá que viene a seguir gozando a
sorbo largo las excelencias de la amistad. Tanto la mujer como el hombre se
precian de conservar ese sentimiento con el mismo valor de siempre. En las fiestas
nos visitamos, compartimos belleza y admiración, ponemos sentimientos a la risa
y a las palabras, nos alegramos de la alegría de los otros, nos queremos,
aunque pertenezcamos a lugares distintos. Si no hubiera amistad entre los
pueblos nada se hubiera fortalecido igual. Es una de las claves para la
evolución de estos pueblos no precisamente dotados de excesos de riqueza
económica sobre todo en los tiempos actuales. La amistad también configura
nuestra emoción.
La
actividad. El Andévalo, quizá como el resto de las
comunidades, se ha surtido para la formación de su carácter de sus principales
actividades económicas de agricultura, ganadería, servicios y minería. Todas
ellas constan como históricas en la zona; desde que se tienen datos
estadísticos están confirmadas estas y han contribuido de manera determinante
en los comportamientos de sus pobladores.
A
excepción de los núcleos mineros –que tienen una afiliación censal más
reciente-, los demás están cargados de siglos y derivaron en sus modos de
expresión emocional tal como el ajetreo de vida les fue llevando. La actividad
minera, que irrumpió como una tormenta en los lares andevaleños, propició una
especie de éxodo hacia las minas hasta que se asentaron en aluviones por cada
una de las tierras que comenzaban su explotación. Las minas eran un atractivo y tuvo un claro
efecto llamada al calor del progreso seductor; con las minas se inicia un
proceso de industrialización que hace mover a las personas de un lugar para
otro con muchos sueños por delante. Se forman los nuevos pueblos con
advenedizos de todas las tierras y el tiempo hizo el resto. La visión actual
presenta, como ya dijimos, un perfil de persona adscrita al ámbito tomado como
suyo, hecho con artesanía humana por cada una de las familias que fueron los
primeros asentadores significando ello que tuvieran una necesidad más
predominante de arraigo y querencia con la prometida tierra a la que habían
llegado quizá por inercia o quizá por imperiosa necesidad. Pero no solo se
llenaron de habitantes los poblados mineros, los pueblos cercanos también
sufrieron importantes incrementos en sus poblaciones con gentes venidas de
Portugal, Extremadura y de otras provincias andaluzas.
Al
mismo tiempo que se fueron haciendo los poblados se fue formando el carácter
hasta configurarse como ahora podemos identificarlo y definirlo. Nosotros, los
observadores de estas fluctuaciones, admitimos que “la forma de ser” parte de
una mezcla del sentido antiguo con la fórmula de la nueva caracterización que
conforma la nítida idiosincrasia actual, con todas sus connotaciones de
sensibilidad, sentimentalidad, arraigo, creencias, pasión, etc.
H.-
GESTIÓN EMOCIONAL DE LA MUERTE.-
Aquello
luctuoso y todo lo relacionado con la muerte es de trato curioso en las laderas
pedregosas de El Andévalo, presenta situaciones muy arraigadas y tienen una
carga emocional indescriptible que suele manifestarse con sentimientos de dolor
compartido. En todo acontecimiento doloroso aparece un sentimiento de
solidaridad que se extiende tanto a lo individual como a lo colectivo.
Siguiendo aquella regla de “la alegría compartida aumenta y el dolor compartido
disminuye” se monta por costumbre un muy apreciable compendio de gestos que
hacen del hecho una situación para que la emoción esté presente en su tratado
más triste. La noticia de una muerte corre de boca en boca, las campanas
anuncian, de repente se llena el pueblo de dolor, se acumula el vecindario en
la casa doliente, se permanece en ella, se acompaña al lugar designado, se hace
el duelo todo lo largo que requieran las circunstancias, se llora con la
familia, se intensifica el luto a modo de muestras de cariño, la llevada del
féretro hasta la iglesia, el traslado multitudinario al cementerio y la vuelta
a casa con la familia. Ese día alguna vecina ha preparado almuerzo o cena para
los familiares.
Son
ritos donde se transmiten sentimientos de dolor, de angustia, de compañerismo, de
afecto, de entrega, de ayuda; ritos extensos donde nadie acude con prisa. Es el
pueblo entero quien cubre la misión de gestionar con dignidad y emoción la
muerte de una persona que, más conocida o menos conocida, con más o menos trato
de amistad, responde a la llamada siempre extemporánea de la muerte.
CONCLUSIONES.-
Desde
la óptica tratada con esa perspectiva más poética que antropológica referimos y
asentamos a modo de conclusión que este lugar pequeño en el mundo llamado
Andévalo contiene una multitud de elementos productores de emociones que a la
vez le configuran con esa versatilidad y distinción que hemos expuesto. Apuntamos
que El Andévalo es una emoción o son a la vez un millón de emociones juntas.
Y
aprovechando que estamos en Paymogo donde tanta raigambre tiene el fandango y
donde tan sublime es el valor por la tierra con ese privilegio de ser emblema
de interpretación y de creación, aprovechando de la excelencia de las personas
que cuidan y enriquecen este ámbito, me permito traer, para terminar, unas
dosis de poética autóctona, también motivo de significantes emociones. Recitaré
retazos de poesías de algunos poetas de Paymogo que extraigo de una Antología
que personalmente dirigí titulada HUELVA ES VERSO, editada por Editorial NIEBLA
en 2017.
De
Manuel María de Soto Vázquez, fallecido en 1917
PANORAMAS
Allá hacia el Norte, como atalayas gigantescas,
desvanecidas sus figuras por las brumas de la tarde, taladran el espacio los
escorzos grises del Morante, de la Peña, del Andévalo, las Sierras de Tharsis,
los Silos de Calañas, de cúpricas entrañas y duros lomos. Más lejos aún, como
bocetos esfumados sobre el añil de un cielo crepuscular, los prietos crestones
de la Sierra de Santa Bárbara y Ficalho, entre cuyas rápidas vertientes se
desliza impetuoso el Chanza, de quebrado curso, separando dos pueblos hermanos,
fertilizando con sus turbias aguas la discordia secular que allá en la noche de
los tiempos tuvieran los hijos de los reyes, legando como herencia a entrambos
pueblos sus odios fratricidas y malditos.
De José
María de Soto Morón, fallecido en 1992.
EL ÚLTIMO CORTEJO
(Extracto)
Quiero entrar en Alosno por la calle Real
entristecida, al paso del cortejo de lo que fue mi rango
que llevó en sus entrañas el noble y el leal
amor ferviente y recio, al singular fandango.
El eco fuerte y puro de “TORONJO” me servirá de cántico,
el recuerdo del “PINCHE” de solaz y ambrosía
y todo vibrará copando el ámbito...
con la pureza blanca del arte de “Juan Díaz”.
De allí, de nuevo, a los caminos duros,
a las jaras, tomillos y a las breñas
que quiero hacer mi posa de extramuros
suplicando a los pies de la Virgen de la Peña.
Y al final, que mi alma desde el Cielo
vea reposar mis restos, en feliz desahogo
con mis padres y abuelos...
en mi pueblo natal: ¡mi querido Paymogo!.
De
José Santos Soto, fallecido en 2016.
ROMANCE DEL CONTRABANDO (Extracto)
Los dos
compadres caminan
por las
calles empedradas
a casa de
Vallellano
¡como todas
las mañanas!
Caminan muy
relajados
¡con el miedo
en las entrañas!
pero a todos
simulando…
¡aquí no ha
pasado nada!
* *
¡Ay compadre
de mi vida
cómo la muerte
nos llama!
entre los
pagos de sierra
a lomos de
nuestras jacas.
De José María Vaz de Soto.
PAYMOGO (Extracto)
(En el entierro de un amigo)
La tarde está cayendo. Allá en la
serranía
se
apaga en este instante el último arrebol.
La
hora se ha inundado de la melancolía
que
segrega el crepúsculo, tibio de tanto sol.
En la hora de tu muerte, la madre
patria tierra
te acoge en este pueblo de estirpe vieja y recia,
de corazones grandes como el Pago de Sierra
y almas humildes como la torre de su iglesia.
De Casto Márquez
Ronchel.
VEN
A DAR DE BEBER A TUS ALONDRAS.
(Extracto)
En los últimos días de Abril se abrirán
los cielos, tu pasearás con tu lazo azul y tus guirnaldas, las aguas correrán
por los arroyos y el perfume de tu piel invadirá los campos de Paymogo. Cuando
vengas, amor, tráete la canción que brota suave de tus labios, el pan moreno y
el vino dulce.
Pero, ven ya, deja quietos los papeles,
la oficina, el hospital, el uniforme, deja tus pulseras, la carga de abalorios,
deja la sombra de tu árbol, el arado, la leña, los tubos de acero, el alcohol,
las herramientas, deja todo lo que tengas en las manos y ven al primer domingo
de mayo, al primer domingo de mayo de Paymogo.
Mira, amor, desde hoy mismo está creciendo el sol sobre la
Ermita.
Y cómo no, os dejo mi poema .
A PAYMOGO (Extracto)
Siguen siendo los atardeceres
obedientes y salpican de sangre
las almenas del castillo,
rezan y se van.
Ya no muerde el !alto! en las
espuelas
ni la miseria en los huesos,
muerde el tiempo a poco de nacer
por acobardarse de valentías.
Y siguen las voces fuertes soltando
gritos contenidos por el amor
y desgarrados de la verdad
del cante. Y siguen los vicios de
arrear
caballos y los vicios del amanecer
despierto
en estribos y aguardiente.
Para el recuerdo fueron los
desalivios,
para la aurora los deseos,
para siempre la dulce pasión
por la tierra,
terrones y solanas de Paymogo.
Tuve
el propósito de llegar hasta vuestra emoción, espero haberlo conseguido.
Gracias.
Ramón
Llanes Domínguez.
Paymogo
24 noviembre 2018.