RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 28 de febrero de 2018

ANDALUCÍA

Andalucía

Hoy es Andalucía. Un día completo, horas eternas para vivir en la identidad de esta tierra de palabras y quebrantos, de sueños y pasiones. A esta tierra amarrada por el cuello a veces y otras encumbrada, solícita y generosa, abierta y carismática, a la inteligencia de un sector de miles de habitantes que son espíritu de ella y esfuerzo de ella. A esa parte de quimera y parte de utopía, con la parte de misterio que le da la sensibilidad, con la parte de nosotros, de cada uno que llevamos de dentro a fuera el don de ser, sobre todo, ante todo, hombres de sur, secados y húmedos, cariñosos y sentimentales; al SUR con tres mayúsculas que escribe y sabe y siente también con mayúsculas a los demás pueblos, que los pueblos todos tienen raíz y genes de gloria, que no solo nosotros somos la gloria pero al menos somos nuestra misma excelencia.
A la par que pisamos la tierra acribillada de Andalucía la vamos enriqueciendo con el amparo, la dedicación y la entrega; aquí se sublevan los fantasmas, se mueren por vivir, se quedan, se inquietan; los fantasmas son el cante, los sentidos al beber con gusto, la cosecha limpia y aprovechada es el fantasma que se convierte en nuestro y nos colabora en la forma de existir. El dueño sur, Andalucía tan sabrosamente enquistada en la piel y la sangre, como madre, hermana, compañera y amante; y todos somos un poco y más y muchos somos más aún de ella y todos somos el todo de ella, con la licitud que nos otorga no solo el haber nacido, sino el haber vivido, el permanecer, el colaborar en su proyecto de vida, el ejercer de andaluz de cabeza a costado, el amarla, sobre todo y el enamorarse con locura.
A esa Andalucía que nos proporciona el prestigio de pertenecerle, con sus llanuras y sus mares, con el pedestal y la pena, con el paro y la riqueza; a esa Andalucía a quien confiamos el secreto de engrandecerla, le otorgamos hoy el premio Nobel del amor, con conciencia cierta de su merecimiento. 

Ramón Llanes.

LA OTRA MITAD DEL SUEÑO

La otra mitad del sueño


Nunca pude contar mi primer viaje en tren, a poco de cumplir los 10 años. Un niño aún en toda la extensión de la palabra y del concepto, un niño que usaba pantalón corto y sandalias de goma, sin pensar en otra cosa que no fueran los cromos, las pandorgas y otros artilugios de juegos propios de la edad, de la costumbre y del ámbito.
Y recuerdo, con total nitidez, un lunes de agosto, en una estación de ferrocarril, con mi madre y dos de mis hermanos dispuestos a realizar una pequeña aventura por otros mundos (¡ilusos, la distancia no era mayor de cincuenta kilómetros!), con la idea puesta en descubrir quizá algo más de bienestar, quizá caras nuevas y gestos nunca observados. En los niños cualquier prueba es una sorpresa y ya mis ojos estaban necesitando otros paisajes. Lo hicimos con las condiciones previstas y cumpliendo los horarios. A las ocho menos cuarto subimos el peldaño-escalerilla del vagón de cola y ganamos allí la primera ilusión. Hemos cumplido un deseo, nos dijimos. Faltaban muchos, no me perdería siquiera un detalle del tren, la velocidad, el humo, los campos, la felicidad de las gentes que viajan y la emoción de mi madre viéndonos disfrutar como mocosos de aquel sencillo placer lento, cansino, incómodo y mugriento.
Fue sonar por última vez la campana que otorgaba salida y vía libre, echar a andar aquel inmenso trasto y quedarme dormido con una bendición de alegría y cara de niño bueno, en el regazo de mi madre, mientras, mis hermanos, imagino, se obligarían a testificarme lo sucedido después de dar mil vueltas por el estrecho pasillo del vagón de cola.
Al menos me acompañó un sueño apacible, fabricado en el asiento de rejillas de madera que se me clavaba en todo el cuerpo necesitando de movimientos continuos y desperezos para deshacerme del dolor en la espalda. Y soñé que en la siguiente estación ocupó el lugar en mi vagón un señor alto, de aspecto tranquilo, que llevaba un maletín negro, que hizo abrir al instante sacando de él un cuaderno y varios lápices de colores ya muy usados y comenzó a pintarme; al tiempo que trazaba las líneas de mi figura me hacía preguntas insignificantes sobre mis juegos preferidos. Sin levantar apenas la cabeza del dibujo me insinuó en voz baja:
– Y ¿qué serás de mayor?.

Muchas veces en los diez años me habían acosado con esta dichosa pregunta que, a juzgar por la insistencia de los mayores, debía ser importantísima y primordial en la vida de un niño. Y jamás, a mi edad, tuve la osadía de responderla con tanta convicción y entusiasmo, debido tal vez a la manera tan agradable de hacérmela.
– Pintor, como usted.
– Yo no soy pintor, solo pinto en mis ratos de ocio y cuando me siento especialmente inspirado.
No entenderé por qué me salió aquella respuesta tan rápida y tan tajante. Jamás había pensado en dedicarme a la pintura aunque a decir verdad cada día soñaba con algo nuevo y había pasado ya por cura, escritor, abogado, constructor, editor o cantante, pero la pintura no formaba parte de mis debilidades artísticas. Ahora que lo cuento, ya con la edad notándoseme en los pelos y en las sienes, no me dediqué a la pintura pero maté mi gusanillo con unos cuadros de paisajes que aún se conservan en una pared de mi casa.
Este señor me inspiraba una especial confianza, le notaba nobleza y buena voluntad y a la vez lo suponía muy inteligente. Sus manos eran blancas con algunas manchas marrón oscuro, sin dar la sensación de estar enfermo. Era correcto en sus modales, vestía chaqueta azul tipo bohemio, una camisa blanca y una corbata roja sencilla pero llamativa; le observé un pico de su pañuelo asomando por el bolsillo alto de la chaqueta, usaba gafas pequeñas para pintar y miraba de reojo la ventanilla como queriendo inspirarse en la velocidad o el paisaje; por todo esto y por muchos más detalles me transmitía confianza.
– Pues yo quiero ser pintor.
Me sentí subyugado por su personalidad sin pretender capacitarme para confesárselo, más bien por respeto.
Mi madre hacía puntos con unas agujas gordas y mis hermanos permanecían asomados a la ventanilla dando algún que otro grito de sorpresa; mis hermanos eran menores que yo y gozaban de otras licencias para las travesuras.
Momentos después de haber iniciado la conversación y observarle tan detenidamente como para aprenderle de pronto su arte y su elegancia, sin soltar el lápiz negro y tomando las gafas en su mano derecha me miró con fijeza a los ojos hasta conmoverme y me dijo:

-Te contaré algo. Cuando tuve edad de volar quise hacerlo por mis propios medios sin solicitar un consejo y más bien animado por la moda de aquel verano; los amigos se marchaban a las grandes ciudades o al extranjero con un hatillo de ilusiones creyendo que allá estaba todo hecho y acá todo por hacer. Mi padre frenó mis impulsos de juventud con la benevolencia que le caracterizaba, sin imposiciones, con la mesura en las manos y las ganas de ayudarme, en los ojos. La aventura tenía sus riesgos que yo no captaba y me quedé en casa continuando mis estudios de Historia y Geografía disfrutando de un hogar y una compañía que me tutelaban la vida. Y finalicé la carrera y entonces comencé a volar y se me rompieron varias veces las alas y me llegaron días de desaliento y la gloria tenía un agujero tan pequeño que nadie cabía por él y menos yo. Guardaba mis lápices de escuela en un armario con polilla que conservaba mi madre en la parte más baja del doblado y cierto día de colmo de malhumor, desidia y tristeza, busqué los lápices y pinté en una cartulina negra algo parecido a un mapa de España con los símbolos que la identifican. Una guitarra llenaba de norte a sur aquel territorio medio abstracto de mi cuadro. Y me gustó, me gustó tanto que a partir de ese día pintaba y pintaba con frecuencia, compraba lápices nuevos, acuarelas, óleos, lienzos y todo lo que tuviera relación con la pintura. Incluso recuerdo que participé en el colegio en un concurso de poesía (que se me daba bien) e invertí la cuantía del premio en un estuche de óleos. Y ahora me dedico a la Geografía y vivo de ella pero pinto todas las noches y aprendo sensibilidad del pincel, del caballete y de los colores aunque aún no he vendido ni un cuadro, siempre los regalo. Y ¿sabes por qué?, porque cuando mis padres me llevaron a casa de unos parientes a los 9 años a dar un pésame o algo similar, uno de mis tíos nos recibió en un desván muy desordenado lleno de enseres de pintura y mantuvieron la conversación mientras acababa un bodegón de cerezas y al quedarnos solos en aquella estancia tan misteriosa mi tío, sin apartar la mirada del cuadro, me preguntó: ¿qué serás de mayor?, y yo no tuve otra respuesta que la tuya, –pintor, como tú–, le dije; y en ello estoy desde entonces; pero sin vender un cuadro.
–Hemos llegado– insinuó mi madre, y nos bajó a los tres del vagón de cola cogidos de la mano, al tiempo que se despedía de aquel señor tan amable quien apretando con sus dedos mi naricilla me entregó en una cartulina negra un dibujo de un niño con los ojos muy abiertos y cara de sorpresa. Y no tuve que preguntar a mi madre por la otra mitad del sueño.


Ramón Llanes. Del libro SECUENCIAS DEL MÁS ADENTRO.
19.06.01 

CUANDO TÚ TE HAYAS IDO

CUANDO TÚ TE HAYAS IDO.

Incomprensiblemente Andalucía no es el mejor lugar del mundo para soñar. Tras el orgullo íntimo de nacer -que nosotros mismos autopromocionamos por convicción- se nos agolpan otros sentimientos que encajan en ese orgullo identitario. Nacer solo es el primer paso, fuera de nuestra elección, luego vivir, que a medias forma parte de nuestra voluntad, después ejercer de andaluz, que sí concierne a un ejercicio constante de credo, actitud y labor y definitivamente soñar, como culminación al sentido de individualismo y colectividad en defensa y procura por una sociedad andaluza mejor en ambos planos.
En este instante, que es veintiocho de febrero y que llueve sobre Andalucía, someto a mi conciencia a determinar mi quimera más cercana y dibujo si responde mi tierra a mi sobrecogedora manera de entenderla como utopía conseguida de andaluces que me precedieron. Y la realidad no se ajusta al ideario. Ni cuidamos ni nos cuidan, escasamente añadimos valor, nos mojan -a veces por inacción o apatía- en charcos no deseados y la rutina nos conduce a muchos olvidos. No es el paraíso que nuestros seres anteriores en vivirla habían soñado para nosotros.
A fin de cuentas dependemos de nosotros mismos -me digo-, somos los protagonistas exclusivos de nuestra identidad -lo asumo- y llevamos en la sangre una partícula de vida que nos obliga a fortalecer la convivencia y a trabajar desde todos los ámbitos por una Andalucía mejor. La calidad del paño no es discutible, los recursos responden, el orgullo sobra; me someto -en mi particular ética- a reconquistar esta filosofía de querencia que admiro y deliberadamente amo, que sea para los venideros andaluces un sueño que nosotros conseguimos.


 Ramón Llanes. 28 Febrero 2018. Día de Andalucía.

HIMNO A LA VIRGEN DE LA CINTA. (Ernesto Lazo).


Lazo Gómez, Ernesto
Huelva, 1921-2009.


HIMNO A LA VIRGEN DE LA CINTA


En lo alto del Conquero
en una sencilla ermita
Huelva tiene su Patrona
que es la Virgen de la Cinta.
En ese bello paisaje
que a Huelva Dios regaló
fijó nuestra Santa Madre
su trono de luz y amor.
Virgen de los labradores
Virgen de los marineros
Virgen de nuestros amores
entre todos el primero.
Reina de nuestra alegría
Madre de nuestro consuelo
faro que das luz al día
condúcenos hasta el cielo.

De la orilla del Odiel
a la ribera lejana
toda Huelva ante tus pies
te aclama por soberana.
Aunque ya estás coronada
por bellas puestas del sol,
corona inigualada
del arte del Creador.
Nosotros humildemente
te queremos coronar
en el Quinto Centenario
de aquel hecho singular
de hombres de Palos y Huelva
que Tú supiste guiar
para que otros muchos pueblos
a Dios pudieran amar.

De su libro “Playas de terciopelo”

De la Antología HUELVA ES VERSO.






martes, 27 de febrero de 2018

NOS QUIEREN QUITAR LO "BAILAO"

NOS QUIEREN QUITAR LO “BAILAO”



Ya no estamos tutelados por un estado de derecho, hemos perdido el uso de sentirnos en la lealtad de las leyes y olemos a rechazo y conflicto para quienes quebradamente ejercen el poder. Siempre se acercan con tibieza a encontrarnos y luego nos remiten misivas de 0,25% alegando fuerzas mayores inexistentes. La pensión es un derecho impuesto como norma constitucional en su artículo 50: Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio.
Este mandato se viene incumpliendo con tal naturalidad que no somos capaces de consentir una manifestación o una rebeldía por miedo a que nos quiten el derecho y hasta lo “bailao”; nos anuncian la falta de capacidad económica del estado para hacer frente a una subida adecuada de las pensiones -ignoran el derecho contraído-, emplean casi cuatro mil millones de euros en comprar un submarino militar, rescatan autopistas, arreglan las cajas de los bancos, se suben sus sueldos, sus dietas y aumentan sus prebendas pero no tienen para subir las pensiones más allá de esta miseria -siguen ignorando nuestro derecho-; una mayoría de los pensionistas de este país se manifiesta para mostrar su disconformidad con tal política y el político ladrador de turno tacha el hecho de inusual, inoperante y propio de la vejez – se guardó el calificativo de “demencia senil”-; se siguen burlando de nosotros y de todos. No saben que incluso quienes les votaron estuvieron presentes en las filas de las protestas.
Ningún miedo nos trae ahora el viento, seguiremos en nuestra pacífica rebeldía hasta conseguir un trato sencillamente constitucional, y estad seguros de nuestra victoria. A vosotros nos referimos, a vosotros ineptos gerifaltes de esta ortopédica manera de destruir nuestra felicidad.



 Ramón Llanes. 27 febrero 2018.

COPLAS A LA BLANCA PALOMA



Muñoz y Pabón, Juan Francisco
Hinojos 1866-1920.




COPLAS A LA BLANCA PALOMA


Virgen de las marismas,
Madre y Señora,
de tantísimos pobres
como te lloran.
¡Vida y dulzura
de todo el que te cuenta
sus amarguras!.

La Virgen del Rocío
no es obra humana;
que bajó de los cielos
una mañana.
Eso sería
para ser Reina y Madre
de Andalucía.

-¿Ande vas?- Al Rocío.
-¿Pa qué, Dolores?,
-A rezar por los hijos
de mis amores.
¿Quién tiene duelo,
mientras ecista eza ermita
Puerta der cielo?.

Soy la má esgraciaíta
que hay en la tierra,
con un hijo en la cárce
y otro en la guerra...
lloro y espero;
la Vige sabrá dame
lo que yo quiero.

De la Antología HUELVA ES VERSO









lunes, 26 de febrero de 2018

ARRUGAS

Arrugas


Hay un precipicio entre la sensación de belleza y la propia belleza, los paisajes tienen el don de parecernos bellos, es bello el mar, son bellas las tardes de lluvia, la alegría tiene esa facultad innata para ser siempre bella, el cuerpo humano es bello, son bellos los sentimientos, es expresamente bella la verdad, hay todo un recetario de personas y cosas que responden a los cánones de belleza tal como la disciplina ética de la civilización lo tiene asumido y entendido. El libro de los gustos sí existe, cada cual lo lleva impreso en el carácter y aquello que está calificado como bello viene ya consensuado por una mayoría.
Alguien vino a acuñar la frase de "la arruga es bella" porque el momento lo requería para destronar los modos excesivamente convencionales y en efecto rompió moldes y consiguió que a partir de entonces se le prestara más atención a las arrugas, aunque bien mirado cada arruga es una imperfección de la ropa, la piel o el paisaje. La vida toda tiene sus arrugas, el tiempo va dejando sus imponderables huellas y aquello perfecto se deteriora con su transcurso. Ya hemos aprendido, nuestros criterios de razonabilidad se mueven en otros ámbitos, la arruga es aceptada, como es aceptado el óxido en las cosas, la vejez en los muebles, la antigüedad en los monumentos, todo se ha convenido desde un tácito consentimiento y la arruga ha dejado de ser imperfección.

La arruga no está subordinada a los gustos ni al modismo ni a los consejeros ni a la publicidad, no tiene rebeldía para imponerse a los tropeles que la rechacen, es esquiva a la insolencia y se determina en el más convencional de los halagos. La arruga, además, posee ternura, se ha formado tanto en el deleite que se presenta como el resultado más bello de la huella del tiempo en el sentir de las personas. La arruga viene a suplir la entelequia del orgullo, del excesivo orgullo y del denostado cuidado por el cuerpo hasta límites de hedonismo. En la vida de cada cual existe un hueco arrugado que conserva el sentido más puro de su cualidad como ser humano y perdura y nunca se perderá y será el tiempo quien lo mejore. Las arrugas de la vida son bellas como la misma vida. O eso me parece.

Ramón Llanes. 

EL ÚLTIMO CORTEJO



De Soto Morón, José María
Paymogo 1914, Huelva 1992.




EL ÚLTIMO CORTEJO


Cuando yo expire, con caridad genuina
transportar mi cadáver, desde Onuba tartesiana y costera
en sentido contrario a la ruta colombina
buscando el noroeste con brújula certera.
Ruta vieja, de caminos angostos
de veredas sin fin en las umbrías
de recuerdos dorados de años mozos
de contrastes de penas y alegrías.
Quiero que crucen el recuerdo
de lo que fui a lo largo de mi vida
aureolado de incienso de tomillos
por los chopos y el puente de la ribera henchida.
Quiero entrar en Alosno por la calle Real
entristecida, al paso del cortejo de lo que fue mi rango
que llevó en sus entrañas el noble y el leal
amor ferviente y recio, al singular fandango.
El eco fuerte y puro de “TORONJO” me servirá de cántico,
el recuerdo del “PINCHE” de solaz y ambrosía
y todo vibrará copando el ámbito...
con la pureza blanca del arte de “Juan Díaz”.
De allí, de nuevo, a los caminos duros,
a las jaras, tomillos y a las breñas
que quiero hacer mi posa de extramuros
suplicando a los pies de la Virgen de lla Peña.
Y al final, que mi alma desde el Cielo
vea reposar mis restos, en feliz desahogo
con mis padres y abuelos...
en mi pueblo natal: ¡mi querido Paymogo!.


De la Antología HUELVA ES VERSO











domingo, 25 de febrero de 2018

AROMO ESPLENDOR. THARSIS


SON RICOS

SON RICOS.
 
 
Los ricos no se manifiestan pero se unen, forman el clan de la potencia, de la solidaridad entendida a sus formas, con las supuestas maneras de opresión que marcan las sociedades capitalistas y capitalizadas; a ese orden pertenecemos.
Son ricos y en sus riquezas predominan alarmantes índices de pobres, de miserias, de discordias, de submundos infectados. Son ricos y pueden. La pobreza es estigma y filosofía crónica, desesperanza y oficio; esquema de vida de mucho...
s millones de seres que se mueven entre la adversidad y la supervivencia. Pero llama poco la atención a los que se sienten desarrollados, como si todos emergieran de un poder pasota asumiendo mínima parte de responsabilidad.
No vale ya el sofisma caduco del “allá cada cual con su carga”, las circunstancias se han modificado, la era ha proporcionado un avance humano sustentado en métodos distintos, donde se tienen en cuenta para el progreso de la universalidad los avatares de cada individuo, sobre todo si se trata de preservar dignamente la vida, donde el hambre sea abolido. Algo positivo ha de tener la globalización.
 
 
 
Ramón Llanes

jueves, 22 de febrero de 2018

DE LA PAZ Y OTRAS VERDADES.

DE LA PAZ Y OTRAS VERDADES.

Necesitamos, tú y yo, los apuntes de geografía,
los saldos de afectos,
las persianas rotas,
el cántaro vacío,
la luna a medio mecer, nuestra ración de abrazos,
el corazón en llamas,
la sonrisa puesta,
el fragor de los románticos,
mas tú y yo, amigo, no precisamos el odio,
no somos de la discordia ni del hambre,
no apostamos por la muerte impuesta,
nosotros somos adictos a la Paz,
en todas las horas, en todos los pupitres
y en nuestros sentimientos.
Tú y yo, hermano, podemos vivir
con la grandeza de la Paz en el alma.


Ramón Llanes.

TIEMPO ATRÁS

TIEMPO ATRÁS

Ya es tiempo atrás mi boca sin palabras
y mis ojos sorprendidos de la primera luz.
Han caminado sobre mí risas y verdades,
la parca me ennobleció las horas,
los padres multiplicaron mis ternuras
y de una mancha extraña de paz
me hicieron los huecos de las manos
quizá con un simple adorno de optimismo.
Es tiempo atrás el inicio de la vida,
es mucho ya para deletrear las sorpresas.


Ramón Llanes. (MINERALOGÍA DEL ALMA)

OFRENDA. (F. Herrera)


Herrera Gómez, Francisco
Ayamonte, 1910.


OFRENDA


Sobre el campo de Ayamonte
se asoma alta La Villa.
Casas blancas y una torre
entre ocre y amarilla.
Torre que sobre el poniente
enhebra nube y lucero;
balcón de piedra asomado
sobre el mar y los esteros.
La Villa. Tejas y cal.
Un pozo. Un abrevadero.
Corrales llenos de sol
y un batallón de caleros.
Aquí está Padre Jesús,
señor de Ayamonte entero,
capitán y abanderado
de yuntas y marineros.
Padre Jesús de mi infancia,
de madera y terciopelo
con el pelo de verdad
sobre su rostro moreno.
Por él hoy corto una flor
que desde entonces le debo.



De la Antología HUELVA ES VERSO








martes, 20 de febrero de 2018

EL PUEBLO EN FIESTAS. (Pedro Alonso Morgado).



Alonso-Morgado Tallefer, Pedro
Sevilla 1888. La Palma del Condado 1962.


EL PUEBLO EN FIESTAS, DESDE EL CAMPO


A La Palma del Condado.


En la quietud de la campiña austera,
se alza el pueblo, romántico y festero,
-capotillos de sol en el albero
y redobles de potros en carrera-.

Tiembla de viento y sed la rastrojera
bajo el amplio bullicio campanero,
que desgrana su lírico aguacero
mojando de sonidos la pradera.

Y, al crepúsculo, verde de ramaje
verde. Oro sucio de rastrojos secos.
Azul de cielo. Nieve de celaje.

Saltos de chispas con traquidos huecos.
Y el pueblo arrebujado en el paisaje,
como en un amplio pañolón de flecos.



De la Antología HUELVA ES VERSO

lunes, 19 de febrero de 2018

MUDO INVIERNO


MUDO INVIERNO


Qué nos querrá decir el invierno con su mudez?, ¿qué refiere, qué busca, qué estará amañando?; por qué no se moja?, por qué pasa de largo por el sur sin amenazar siquiera una tormenta?, por qué no trae la lluvia como es su misión desde siempre?, por qué tanta bonanza, tanto sol nuevo y tantas mañanas sin niebla?.
El invierno y nosotros nos habíamos acostumbrado a tenernos, su frío nunca fue tóxico ni traía soberana maldad a los humanos, acaso la constancia del resfriado y la insolencia en alguna ventolera nos producía desacomodo pero iba un trecho infinito de ahí a odiarlo. Me fijo en su ciclo y le entiendo como si de una culpa cósmica se tratara, como si hubiera hecho algo no satisfactorio para los superiores de la naturaleza.
Sin invierno no habrá primavera, es la ley. Obligo a mi razón a custodiar las paredes húmedas, a detenerme en las escorrentías de los campos, a rememorar solanas y trigales, quizá solo para que de este invierno mudo en palabras y en dádivas nazca en esplendor y floresta la primavera más deseada para los seres vivos que apasionadamente la esperamos. Esquivo invierno, no lo olvides.



 Ramón Llanes. Huelva 19 Febrero 2018.

EL COMPROMISO DE LA POESÍA CON LA VIDA. (M.A. Vázquez Medel)

EL COMPROMISO DE LA POESÍA CON LA VIDA
Manuel Ángel Vázquez Medel
Escritor y crítico literario
Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla

[Conferencia ofrecida el 17 de febrero de 2018, en Rociana del Condado (Huelva) con ocasión del encuentro “Poetas de Al-Andalus por la paz”, en presencia de poetas de Andalucía, Algarve y Marruecos]
Quiero que sean mis primeras palabras, en el marco de este encuentro “Poetas por la Paz” en Rociana del Condado, de gratitud. 
“Gracias, te las doy siempre
¿a quién las doy?
A la Belleza inmensa se las doy”

decía nuestro Juan Ramón Jiménez en un poema de Animal de fondo, que más tarde se transformaría en Dios deseado y deseante.
Gratitud, en primer lugar, a los organizadores, muy especialmente a Ramón Llanes, quien me permite mantener un intenso vínculo con la tierra en que nací, Huelva. Hace poco pude incorporar al volumen Huelva es verso, que él coordinó, un poema que tengo en especial estima titulado “Desde la orilla inmensa de la vida” cuyo comienzo deseo compartir:
Yo nací en un lugar donde las aguas cantan;
donde las aguas brillan y sobre el mar se vuelcan.
En un lugar de encuentro de dos ríos que abrazan
el océano inmenso de la vida y la muerte.

Allí nací.
Recorrí, en mi infancia, sus secretos caminos
hacia el mar, hacia el mar de la vida y la muerte,
desde una alegre orilla con olor a eucaliptos.

Gracias por contar conmigo para una iniciativa con la que me identifico plenamente, y que refleja los valores fundamentales que rigen mi existencia: el amor por la palabra al servicio de la vida, y muy especialmente de quienes más lo necesitan. La palabra como fundamento de amor, de alteridad, de libertad, de igualdad y justicia social, de fraternidad y solidaridad, en la alta aspiración hacia la verdad, la bondad y la belleza.
Tal es mi amor por una paz entendida, más allá de la ausencia de conflicto, como un orden justo y humano sin violencia, que pusimos a nuestra segunda hija el nombre de Irene, que como es bien sabido significa “Paz”, del mismo modo que mi primera hija lleva el nombre de otro de los valores que Juana y yo deseamos presida nuestras vidas: Leticia, “Alegría”.
De inmediato he de traer aquí (o, mejor, recordar, que es pasar a través del corazón, cor) los nombres de dos buenos poetas y amigos a quienes dedicamos el encuentro: Odón Betanzos y Juan Drago. La vida me ofreció el regalo de conocerles, tratarles y gozar del don de la amistad. Ambos formaron parte del jurado del primer reconocimiento a mi creación poética: el Premio Odón Betanzos de 1983, por mi poema “Memorial en la palabra”, que me fue entregado aquí en Rociana en un acto presidido por su entonces joven alcalde Antonio Ramírez Almanza. Treinta y cinco años después, a través de esta reflexión, ofrezco mi profunda gratitud por todo lo que entonces significó para mí, y aun ahora significa.
Tal vez ese poema, que se articula en dos momentos cuya inflexión es una cita de Espacio de Juan Ramón, puede ilustrar mi personal afán de seguir siempre adelante, aunque la vida nos aboque a un aparente callejón sin salida.
“Poetas de Al-Ándalus por la paz”… También quiero recordar ahora que a comienzos de los noventa, cuando soplaban vientos de guerra en el Golfo, preparé una antología de Poemas para la Paz, de la que quiero recordar este tan entrañable de Blas de Otero, ejemplo de poesía de calidad comprometida con la vida:
En el nombre de España, paz
En el nombre de España, paz.
El hombre
está en peligro, España.
España, no te
aduermas.
Está en peligro, corre,
acude. Vuela.
el ala de la noche
junto al ala del día.
Oye.
Cruje una vieja sombra,
vibra una luz joven.
Paz
para el día.
En el nombre
de España, paz.

* * *
Miguel Hernández, en la dedicatoria a Vicente Aleixandre de su libro Viento del pueblo (1937), nos proporciona las más hermosas palabras con las que podemos comenzar a adentrarnos en este tema fundamental del compromiso de la poesía con la vida:
“Vicente: a nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido”.
Y concluye: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con las orejas y el alma tendidas al pie de cada siglo”.

Aleixandre, por su parte, diría años más tarde, en el hermoso poema “En la plaza” que señalaría como su composición preferida cuando le anunciaron el Premio Nobel:
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Y finaliza con unos versos de mística humana y solidaria, ofreciendo la metáfora del bañista que se sumerge en el agua, superando sus temores y recelos:
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

Aleixandre, que siempre insistía en el hecho de que la poesía nacía de la vida (“Si alguien me dijera que la poesía no tiene que ver con la vida, volvería el rostro con repugnancia”), subrayaba este sustrato común de la condición humana en el poeta: “Todos los poetas han hecho acaso lo mismo, como todos los hombres: vivir, amar, sufrir, soñar, morir (…) Pero humildísimamente cada poeta pone su diferenciada individualidad (…) como cada hombre, al vivir su vida, está viviendo la vida de un hombre, pero también la vida del hombre”.
Afortunadamente, a estas alturas del siglo XXI hemos superado ya estériles debates sobre qué es la poesía y –sobre todo- cómo debería ser, en cerradas preceptivas, contrarias al abierto espíritu que debe insuflar la creación poética auténtica y viva.
La poesía no es solo posible como aspiración a la Belleza, sino también al Bien y a la Verdad: poesía como comunicación (la más sublime posibilidad de “comunicación verbal estética”); poesía como conocimiento (que nos permite intuir esa “realidad invisible” de que hablaba Juan Ramón); poesía como compromiso… Todas estas posibilidades, que no solo no son contradictorias, sino que deberían complementarse, surgen de una más radical concepción de la poesía como manifestación de la conciencia. Poesía con conciencia.
Es cierto que el pasado siglo XX y ese terrible hachazo al curso de la vida en nuestro país que fue la guerra civil, marcaría el debate poético incluso hasta nuestros días. Recordemos que el conocido libro de Juan Cano Ballesta que analizaba las décadas que precedieron al golpe militar se titulaba La poesía española entre pureza y revolución (1920-1936).
Recordemos, también, el debate sobre la (bien o mal) llamada poesía social, más intenso a raíz de la publicación de la conocida antología de Leopoldo de Luis –cuyo centenario del nacimiento conmemoramos este 2018- Poesía social española contemporánea, antología (1939-1968). Traigamos aquí solo algunas palabras de esa gran poeta comprometida con la vida y la poesía que es Julia Uceda, a quien se dedicó el año 2017 en Andalucía. En un conocido texto suyo, aparecido en Ínsula, criticaba –hoy sabemos que con razón- que ciertas manifestaciones de la poesía llamada social no se preocupara por todo aquello que la hacía poesía: “A un intelectual, tanto o más que los fines, le preocupan los medios. Al fanático, no. Y el arte –en esto coinciden, a mi parecer, Heidegger y Marx- ha de ser completamente libre. El artista no logrará una obra digna de ser imprescindible si no está en posesión completa de sí mismo./ Me pregunto, por tanto, por qué la poesía social española huye de la belleza y le llama esteticismo, cuando, por otra parte, no ha logrado encontrar un modo de expresión original y propio que sustituya al anterior, y se mantiene, adolescencia demasiado larga, en una posición anti”.
Más adelante, a propósito de la Antología de Manuel Mantero Los derechos del hombre en la poesía hispánica contemporánea (1973), y ya con mayor distancia y perspectiva dirá Uceda a propósito de cierta poesía ideologizada: “Fue una poesía planteada, programada, codificada. Esto no es posible en poesía. El amor es una emoción, pero la reacción ante la injusticia también lo es. Debió, al menos, de haberlo sido. La mayor parte de la poesía social era gélida y estaba más cerca de la instancia que del poema. Además, cometieron el error de creer que al pueblo, para que entendiera, había que hablarle de cualquier modo”.
Esa huida de la belleza a la que se refería no solo aparecía en el descuido de algunos poetas, sino en la –por otra parte justificada- preocupación de poetas que sí ofrecían belleza dura y plena frente el horror de la dictadura, como en este estremecedor poema de Carlos Álvarez, con ocasión de uno de los fusilamientos del franquismo a cinco jóvenes, del que no podemos decir que sea gélido o descuidado:
VEINTISIETE DE SEPTIEMBRE
Mientras luchaba yo con mi cabeza
doliente en una celda de castigo,
de madrugada descuajaron trigo
de cinco espigas jóvenes. Nobleza

y error ya irreversibles. No hay belleza.
No hay ninguna belleza en lo que digo.
Cinco cuerpos de piedra por testigo
pongo sobre este abismo de vileza.

España, patria mía, ¿por qué ofreces
ese semblante trágico al que intenta
reflejar en sus ojos tu hermosura?

Muéstranos el desnudo en que amaneces
quitándote la máscara sangrienta
que tu sereno rostro desfigura. 

(Carlos Álvarez: Cantos y cuentos oscuros)
Hoy sabemos que la propensión de cierta poesía comprometida al descuido formal, a la falta de cuidado en la expresión (y añado yo: en el contenido, muchas veces excesivamente simplista), fue un error. Como también lo era pensar que, por ejemplo, la poesía de Juan Ramón Jiménez no era comprometida y que nuestro poeta estaba encerrado en una torre de marfil. Su propia respuesta sobre ello, que está en la mente de todos, me excusa de traerla ahora aquí. Aunque el poeta cante a la luna, no canta a la luna, sino a la luna reflejada en la retina humana del poeta.
¿O no nos parece comprometido y oportuno en estos confusos días este poema de nuestro Premio Nobel?
PATRIA
¿De dónde es una hoja
transparente de sol?
—¿De dónde es una frente
que piensa, un corazón que ansía?—
¿De dónde es un raudal
que canta?

Sin duda, Juan Ramón hubiera hoy extendido su noción de “Matria”, que aplicaba a su lengua materna, a la Matria Tierra (Gaia, Gea), única madre común de todos los seres humanos. Una idea, por cierto, más propia de un imaginario femenino de alianza, sinergia, colaboración y benevolencia que de los imaginarios androcéntricos dominantes de las “patrias” excluyentes, que levantan muros y fronteras.
Afortunadamente hemos ampliado la idea del compromiso poético. Pero en ocasiones no podemos evitar pensar –yo al menos no puedo- que ante el estado lacerado del mundo “nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno”, como proclamara Gabriel Celaya:
Poesía para el pobre, poesía necesaria 
como el pan de cada día, 
como el aire que exigimos trece veces por minuto, 
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan 
decir que somos quien somos, 
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. 
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo 
cultural por los neutrales 
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. 
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hace unos años, con ocasión del Día Mundial de la Poesía ofrecí en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla una reflexión titulada “Poesía en tiempos de miseria”, que partía del conocido verso de Hölderlin “¿Para qué poetas en tiempos de miseria?”. Una pregunta tan provocativa como el título del último libro de Juan Cobos Wilkins El mundo se derrumba y tú escribes poemas.
En aquél acto recordaba las palabras de la Directora General de la Unesco, Irina Bokova, en su Mensaje con ocasión del Día Mundial de la Poesía 2013:
“La poesía es un viaje: no un viaje fuera de la realidad, sino frecuentemente a lo más íntimo de las emociones, las reivindicaciones y las esperanzas de las personas. La poesía da forma a los sueños de los pueblos y a las expresiones más altas de su espiritualidad; la poesía da también valor para cambiar el mundo”.

Yo añadía: Valor para cambiar el mundo. Valor para afrontar una realidad inhumana que ha transformado todo en mercado, mercancías y mercaderes. También la cultura, la educación, la salud, el futuro de los jóvenes… la vida de las gentes.
Frente a ello, estas reflexiones quieren ser un gesto de libertad, de inconformismo, de reivindicación del valor de la palabra y de la acción. Emilio Lledó –y me permito desde aquí rendirle mi personal homenaje, que ayer mismo pude expresar en Málaga- ha dejado claramente expuesta la íntima relación entre palabras y hechos: “Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos. Ambas actitudes son, sin embargo, formas de libertad. Y la libertad no admite conformismo alguno (…) Conformarse es perder, en parte, la forma propia para sumirse, liquidarse en la ajena”. 
Frente al conformismo, Lledó postula que la única manera de ser personas, seres autónomos y reales, es a través de la posibilidad de desarrollar un pensamiento –y, añado yo, un sentimiento- propio y autónomo, por muy modesto que sea: “Un pensamiento que sólo se nutre de libertad”. Y una libertad que en nuestros días es imposible alcanzar sin el apoyo de los libros y la lectura: “La lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad. Un horizonte de alegría, de luz reflejada y escudriñadora, nos deja presentir la salvación, la ilustración, frente al trivial espacio de lo ya sabido, de las aberraciones mentales a las que acoplamos el inmenso andamiaje de noticias siempre las mismas, porque es siempre el mismo nuestro apelmazado cerebro. Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura cuyas líneas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora. En las letras de la literatura entra en nosotros un mundo que, sin su compañía, jamás habríamos llegado a descubrir. Uno de los prodigios más asombrosos de la vida humana, de la vida de la cultura, lo constituye esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensares que los reiterados esquemas que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la triturada experiencia social y sus, tantas veces, pobres y desrazonados saberes”.
Por ello, solo la palabra que se resiste a la venalidad, a la compra y a la venta, la palabra que se otorga como un regalo, don para la vida compartida, que es gratis y por ello vehículo de gratia, de gracia… solo la palabra creadora puede ser antídoto para esta desgracia, en la que lo que está en juego no es ni más ni menos que la dignidad humana.
Poesía en tiempos precarios. Poesía en tiempos de miseria.
En ese viaje que ahora emprendemos, a través de la palabra, dià-lógos, a través de la poesía hacia el centro mismo de nuestra realidad, resuena ya Hölderlin, en el fragmento siete de su poema “Pan y Vino”:
Pero ¡Amigo! llegamos demasiado tarde. Sin duda los dioses
aún viven, pero encima de nuestras cabezas, en otro mundo;
allá obran sin cesar, sin ocuparse de nuestra suerte,
¡tanto nos cuidan los inmortales! Pues a menudo
una frágil vasija no puede contenerlos, y el hombre
no soporta más que algunas veces la plenitud divina.
Después, la vida no es sino soñar con ellos. Pero el yerro
es útil, como el sueño; y la angustia y la noche fortalecen,
mientras llegue la hora en que aparezcan muchos héroes
crecidos en la cuna de bronce, valerosos como los dioses.
Vendrán como truenos. Entretanto, a veces se me ocurre
que es mejor dormir que vivir sin compañeros
y en constante espera. ¿Qué hacer hasta ese día futuro?
¿Qué decir? No lo sé. ¿Para qué poetas en tiempos de miseria?
Pero son –me dices- semejantes a los sacerdotes del dios de las viñas
que en las noches sagradas andaban de un lugar a otro.

(Friedrich Hölderlin, Fragmento 7 del poema "Pan y vino".
Trad. Federico Gorbea, con correcciones de M. A. Vázquez Medel)

¿Para qué poetas en tiempos de debilidad, de precariedad, de indigencia… de miseria?
Podríamos, casi, suscribir las distintas (y complementarias) visiones reflejadas en poéticas explícitas o implícitas por grandes poetas de todos los tiempos. Traeré solo algunos ejemplos.
Miguel de Unamuno, en su “Credo poético”, reivindicaba una poesía en la que pensamiento y sentimiento se fundieran, una poesía enraizada en la tierra y que, a pesar de su afán de elevación, no se perdiera en las nubes:
Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.

Ángel González escribe en 1963 un interesante texto en un momento en que se reacciona contra la poesía social y comprometida: “A esa poesía se le oponen frecuentemente reparos en nombre de la libertad de la creación artística. Se confunde entonces al creador comprometido con el mediatizado, y a partir de esa confusión, generalmente deliberada, ya nada queda claro.
Pero yo me pregunto: si el artista ha de ser libre para todo, menos para comprometerse, ¿para qué le sirve la libertad? ¿No es ésa una libertad que cierra más caminos de los que abre, que inmoviliza y limita? Sinceramente, no concibo cómo puede haber alguien que se interese por esa libertad sin consecuencias. En rigor, el compromiso es un acto de libertad, un acto libre. Por otra parte, vivimos en un mundo demasiado comprometedor, entre realidades ante las cuales la indiferencia o el desconocimiento son difíciles, por no decir imposibles, incluso para los poetas más embebidos en la contemplación de la hermosura de la Naturaleza”.

Y, así, podemos proclamar con Adam Zagajewski que “La poesía es búsqueda de resplandor”. Pero no de fuegos de artificio, sino de un resplandor que ilumine la condición humana en su concreta situación histórica.
Para Alí Ahmad Said, Adonis (Siria, 1930), la poesía es la más amplia de todas las disciplinas del pensamiento. Y por ello la labor del poeta nos lleva al mito de Sísifo, siempre empujando la roca hacia lo más alto de la montaña, y volviendo a hacerlo cada vez que vuelve a caer a su base:
A SÍSIFO
A Halim Barakat
Juré que escribiría sobre el agua.
Juré que llevaría con Sísifo
su sorda roca.
Juré que me quedaría con Sísifo,
sometiéndome a la fiebre y a las centellas,
buscando en las órbitas ciegas
una última pluma
que escribiera a la yerba y al otoño
el poema del polvo.
Juré vivir con Sísifo.

Quiero, por cierto, ante las palabras de este extraordinario poeta sirio, denunciar la indignidad y la injusticia ejercida sobre el inocente pueblo de Siria, que he tenido el honor de conocer en las calles de Damasco y Alepo o en la belleza de Palmira. Y la paradoja de que una Europa que lleva tal nombre por una mujer fenicia de Tiro, mantenga en campos de concentración en los límites de sus fronteras a tantas mujeres, niños y hombres sirios, o permita que el mare nostrum, que el cultural Mediterráneo compartido se convierta, ante su mirada impasible en una terrible fosa común de miles de refugiados e inmigrantes.
Lo ha denunciado con dolorida belleza una de las poetas a las que más admiro, Chantal Maillard:
El campo de Kobe, al sudeste de Etiopía.
Los campos saharauis de Tinduf.
Los campos de Saklepeha, en Liberia.
Los campos de Bahai, Ereba, Guerida, Forshana, Goz-Beida y Nigrana, Djabal y Goz Amer, en el Chad.
Los campos de Kibati, Bulenbgo, Buhimba y Mugunga, en la República congoleña. Los de Mweso y Masisi.
El campo somalí de Dadaab, al nordeste de Kenia. Los de Hagadera, Ifo, Dagahale, en su frontera.
El campo de Domeez, en el Kurdistán iraquí.
El campo sirio de Za’atari, en Jordania. El de Muraiyeb al Fohud y el de Anmar al Hmud.
La Franja de Gaza.
El campo de Kara Tepe y el de Moria, en la isla de Lesbos.
El campo sirio de Idomeni, en la frontera griega con Macedonia.
El campo sirio de Derik, en Turquía.
El campo, incendiado y desmantelado, de Calais, al norte de Francia.
El camposanto del Mediterráneo y el de la tierra libre.

Mientras tanto Europa, la esclarecida Europa, duerme como aquel monje su sueño de trescientos años oyendo cantar a un pájaro. Otros pájaros, oscuros, habrán de despertarla.
(Chantal Maillard
De “La herida en la lengua”, Tusquets, 2015)

***
Uno de nuestros mayores poetas actuales, Antonio Carvajal, ha subrayado con especial belleza que, antes del poeta y siempre en su raíz, hay un ser humano que escribe, y que comparte solidario con los demás, su felicidad o su dolor. Leamos la “Elegía 8” de Miradas sobre el agua (1993), respuesta a quienes, incapaces de entender toda la profunda humanidad de la poesía de Carvajal elogiaban su dominio de la palabra, como il miglior fabbro:
Quizá de la poesía sea yo el mejor obrero.
Lo dicen tantos. Ellos deben saber por qué.
Pero no saben darme la palabra que quiero,
toda ella encendida de esperanza y de fe.

Pero no saben darme el abrazo que espero;
porque antes que poeta, antes que artista, que
domador del vocablo rebelde, hubo un certero
rayo que hirió mi alma y curarla no sé.

Porque antes que poeta, y antes que profesor
de vanidades, soy un varón de dolor,
un triste peregrino que busca su alegría.

Tal vez cordial o vano, tal vez il miglior fabbro;
pero pocos entienden que en mis palabras labro
esa fosa con flores que llamamos poesía.
Carvajal nos ofrece uno de los más bellos y, a la vez, comprometidos ejemplos de poesía al servicio de la vida, cuando el joven Javier Verdejo Lucas fue abatido a tiros la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 frente al mar de Almería. Tenía 19 años. Nuestro poeta hace un delicado Cantar de amigo, en el que la noche -estremecida y jadeante ante la interpelación del poeta- consagra en su juventud al joven Verdejo (evocado en el juego “Verde le dejo”) junto al mar tranquilo, junto al mar callado:

Cantar de amigo
Di, noche, amiga de los oprimidos,
di, noche, hermana de los solidarios,

¿dónde dejaste al que ayer fue mi amigo,
dónde dejaste al que ayer fue mi hermano?

-Verde le dejo junto al mar tranquilo;
joven le dejo junto al mar callado.

Conjunción, pues, de un universo interior, de una cosmovisión (Weltanschauung), con un cauce adecuado para su expresión, la poesía auténtica, esa que quiere decir con palabras lo que no se puede decir con palabras, es búsqueda de sentido. Una búsqueda que no podemos realizar si no cruzan nuestras propias palabras, en polifonía, dialogismo, juego intertextual, la palabra de quienes nos han precedido o nos acompañan en el ministerio poético. Por ello podemos preguntarnos con el gran poeta Miguel Veyrat, que sabe mucho de compromiso con la vida, en uno de sus poemas finales de Diluvio (2018):
¿Tendría sentido cantar sin sentido?
Aquí en el vacío mi parte favorita de la nada de las cosas del mundo que nacerían del ser nacido del no ser yo comienzo recito mis adioses a todos aquellos con los que se cruza mi otro desconocido digo adiós adiós Paul y Juan Ramón adiós Luis adiós Jorge Manrique y Josef y Alceo Sapho y César Vallejo y Jean-Arthur Adiós Chantal Antonio yo
soy-aquél que ya no cree que haya cantos que cantar más allá de loshombres aquellos transidos de sombra negra ¡Ah salúdeme usted bien a Virgilio Il miglior fabbro cuando llegue y dígale que comprendemos que quisiera quemar la Eneida aquél encargo con ese murmullo inicial

Poesía, pues, para afrontar la existencia, para denunciar las injusticias, para cantar la belleza, la verdad, la bondad. Poesía comprometida con la vida. Pero sobre todo, poesía llamada a despertar en todo ser humano una luz de ilusión y de esperanza para seguir adelante, para llenar nuestro impulso de vida con un sentido individual y colectivo, que solo se nos ofrece en la palabra. Poesía para mantener nuestras esperanzas y nuestros sueños. Porque, por insignificante que sea un ser humano, puede albergar dentro de sí –y la poesía le ayuda a ello- todos los sueños del mundo. Me permitirán que en estos instantes finales les lea mi poema así titulado:
TODOS LOS SUEÑOS DEL MUNDO
Não sou nada. 
Nunca serei nada. 
Não posso querer ser nada. 
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
ALVARO DE CAMPOS [FERNANDO PESSOA]

Yo, que no fui Alejandro en los confines
remotos de la India;
ni crucé los océanos cubiertos de sargazos
hacia tierras ignotas…
Yo, que no vi la luz, como Siddharta
bajo el árbol sagrado,
ni recorrí caminos imposibles
a lomos de elefantes por montañas heladas…
Yo, que nunca dejé
una huella en la luna,
y no escribí un cuarteto para el fin de los tiempos
en campos de exterminio…
Yo, que nunca clamé
que la suerte está echada,
ni a mi Padre he rogado
que alejara de mí este amargo cáliz…
He podido decir, como Pessoa:
Tengo en mí todos los sueños del mundo…

Hemos de concluir para dar paso a la reflexión y al diálogo. A la confrontación y enriquecimiento de nuestras propias visiones de la poesía. Y no se me ocurre nada mejor que estas palabras de nuevo de Aleixandre, en el último de los aforismos de "Poesía, moral, público" (1950) que quedarán resonando como una letanía profana que expresa la profunda conexión entre poesía y vida: 
«Fuente de amor, fuente de conocimiento; fuente de descubrimiento; fuente de verdad, fuente de consuelo; fuente de esperanza, fuente de sed, fuente de vida. Si alguna vez la Poesía no es eso, no es nada».
Conferencia dada en el ENCUENTRO DE POETAS DE AL-ÁNDALUS POR LA PAZ.
EN Rociana del Condado 17 de febrero de 2018.
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