VEN
VEN
Ven. El
crepúsculo invade el jardín,
ha sido
una suerte tu mirada. La verdad
se ha
ido, no crece tanto la begonia.
Falta
ternura, aquí los rizos, ven, te dije,
te digo,
te diré, el empuje es el deseo,
las malas
hierbas sostienen
el
recuerdo, el pan ardiente no cala tu memoria.
La
insolencia, el tren parado,
casi la
décima parte de un añico es nuestra lealtad.
No podré
convocar a tanta palabra,
se chocan
en el aire hasta los labios y suena a ladrido.
Quema el
frío los alrededores
de la
soledad, intrépida soledad,
castigada
por el ritmo del loco
que habla
y habla sin sentido
hasta que
se enoja el ciego de la esquina.
Y el loco
castiga su perdón
rompiendo
de un abrazo
su
máquina de escribir. Dice que nos había soñado
la noche
antes, nosotros fuimos sus cómplices
extraños
para despertar,
y se
volvió loco y nos llamó a su témpano
mojándonos
hasta el ceño del futuro
con la
pulsera de hojalata
que dejó
su madre. Ven ahora
que esto
vuelve a ser tan distinto
a nosotros
y tan parecido
a lo
irreal que nos confirma nuestra existencia.
Ramón Llanes
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