RAMÓN LLANES
BLOG DE ARTE Y LITERATURA
viernes, 1 de agosto de 2025
BESTIARIO DE LA AUSENCIA
BESTIARIO DE LA AUSENCIA
Desposeído de indultos, la ausencia no calma.
La sangre no dignifica,
no maltrata más la piel que la carencia de palabra,
todas las noches, todas las ventanas,
todos los días oscuros, los círculos cerrados,
las paredes manchadas de cieno,
perdido el rumbo,
la carga de desespero pesando como una culpa.
Perdidas las ocasiones que reclaman los ojos,
queda todo lo que no se parece a la paz,
lo que se despreciaba, lo inútil es ahora el mejor
plato. Es el bestiario de la ausencia,
que duda si desconectar manos cómplices
o desabrir las puertas de cal y canto
propiedades del amor. Duda si preguntar
o silenciar, atender o borrar,
duda, todo el tiempo hecho efímero,
sin edemas de eternidad alentando.
Muere pálido en consuelo que tanto uniera,
desfallecen elencos de gozos, convertidos
en bestiarios de caprichos que traen
los polizones sordos, las agrestes carencias,
las indeseables miserias.
Mientras, vence el bestiario
la luz huída a los sitios sin premios.
R.Llanes
HABLANDO SOLO
HABLANDO SOLO
Se ha estirado tanto el “informatismo” que casi hasta para hablar solo es obligado indicar la contraseña, índice inequívoco de la esclavitud a la tecnología obligada y consecuencia de una dependencia atroz a este tipo de apetecibles formas de comunicarnos. Pretendía meterme en el cajón de los ritos para saber cómo ponerle acierto en recibir amigos en casa, ofrecerles lo mejor del hogar, del calor, del trato y que se sintieran de la mejor manera posible, que tuvieran la libertad para bostezar a gusto, probar la lírica de nuestra convivencia y ponerle un encanto fresco y distinto a las creencias nuestras, eso pretendía.
El sol de la calle me hizo un hueco que mi sombra acarició un instante y la cabeza siguió moviendo fichas de la mesa: los cubiertos en su lado, las servilletas nuevas, un vino escogido, el paisaje desde el balcón; dándole vueltas y hablando conmigo de la incidencia de estos amigos en la armonía nuestra, de cómo hemos mantenido una amistad durante muchos años sin apenas proporcionarles un desatino, de cómo hemos quemado juntos etapas preciosas y nos hemos transmitido el afecto en cada ocasión. Hablaba durante la soledad de la tarde, de frente a la suculencia de un año recién estrenado, con las manos en los bolsillos y el corazón atento a atender para que nada pudiera olvidarse en esta prodigiosa liturgia de recibir en casa a buenos amigos.
Ni apenas los ruidos se metían a distraer el pensamiento que hurgaba apasionado en los pormenores del encuentro y desembalaba conversaciones como un niño busca detrás del papel su regalo de reyes. Tanto énfasis pusiera el subconsciente que la longitud entre el deseo y la realidad se perdió paso a paso en la avenida de las flores y ocultó en la mente la causa preparada hasta morderla con un gancho de olvido y perder la orientación y el destino en un opaco despiste de la grieta del intelecto solo sostenida por el sentimiento del agrado. Entonces hablaba de otras cosas triviales en nula relación con el contexto esencial de la pretensión primera. Habían pasado los árboles que señalizaban la entrada a la vida pensada y con la extrañeza del paisaje comprendí la pérdida de órbita aunque no el porqué de la misma. Volviendo atrás recuperé la misión de la llegada de los amigos, con toda naturalidad y me sentí bien.
Ramón Llanes
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