RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 12 de noviembre de 2025

TENGUERENGUE

 TENGUERENGUE

Apunta el Diccionario que esta palabra es una localización adverbial coloquial cuyo significado define a algo sin estabilidad o en equilibrio inestable; su uso tiene vigencia, todo aquello que muestra decadencia está en tenguerengue, una casa, un andamio, una escalera, un armario, una lámpara; incluso se utiliza para determinar opinión sobre un asunto, un sistema social, una relación amorosa o cualquier posición de la vida cotidiana que se note con signos inequívocos de un posible posterior desastre en cuanto a su fortaleza o capacidad de subsistencia. Si algo está en tenguerengue tiene mala pinta siendo necesario arreglarlo o hacerlo caer definitivamente. ¿Estará nuestra sociedad actual en tenguerengue?. Ahí queda.
Ramón Llanes. 13.11.2025



EL NIÑO Y EL MAR


 EL NIÑO Y EL MAR

Recuerdo un paso de trenes, la barrera bajada y mi abuelo durmiendo con la debilidad de sus años en el asiento trasero del coche rojo que nos conducía al infinito mar tan esperado. Yo llevaba los ojos más abiertos que el día, eran casi las doce de un trozo de verano, el curso me trajo notas que empujaron a mis padres a colorearme el mar en los sentidos, promesa a cumplir un sábado de julio recién marcados doce años en mi agenda, doce años en espera de un sueño.
Subió por magia la barrera, corrí los deseos hacia la última duna que aún me impedía divisar el horizonte azul tan largo y tan descrito por mi abuelo tantas veces en tantas noches de invierno. Los ronquidos no desviaban mi atención del paisaje de pinos que comenzaba a trepar por los costados de la carretera y la metían en una boca verde inmensa y calmada como cuidando la tierra de la calentura del sol creándole un nudo de sombras calladas y expectantes. A este lado la tierra al otro lado el mar, quedaban rectas y curvas detrás de los esteros a poco más de unos minutos que se me hacían tristes y dolorosos. Llevaba sangre infantil de doce años, la ilusión de un preso el día de su salida de la cárcel, el cosquilleo indomable en las manos y una prisa incapaz de disimular. Ellos hablaban, yo arañaba el espacio, quería adelantarme al aire con mi ingenuidad de niño, me pensé perseguidor de los pájaros, solo llegar colmaba aquel momento de mi vida.
El coloso pinar no se acababa, seguía sin saber imaginarme una llanura de agua, ¡qué extraña sería una llanura de agua, sin árboles, sin montañas!, el vaivén del tiempo, de mi tiempo atareado, me traía más ansiedad, me ahogaba la incalculada lejanía; huí del miedo al fracaso convencido de mi sorpresa cuando mis ojos tocaran por primera vez el mar.
Apareció la última duna, me levanté del asiento en señal de un triunfo impensable, desperté a mi abuelo y le abracé gritando mil palabras, una tras otra, sin necesitar respuesta.
Recuerdo que enmudecí cuando el mar y yo nos miramos. ¡El mar!, ¡mi soñado mar!.
Nadie había sido capaz de describirme en doce años aquel misterio interminable; ¡es más grande, más azul, más poderoso!; nadie mejor que mis ojos.

UN HOMBRE, UN COLOR, UN PINCEL

 

UN HOMBRE, UN COLOR, UN PINCEL

 

Se fragua el arte combinando elementos para la búsqueda de la belleza, se unen luego habilidades, conocimientos, tenacidad y actitud y al final surge la obra del pintor como saliendo de una cueva donde estuviera una eternidad escondida. El hombre es David Morales -¡qué tendrán los Morales que todos los que conozco se posicionan con excelencia en el arte!- el color es la tonalidad en miles de posiciones de ámbitos, el pincel permanece inquieto en las manos y se vuelca por ser el mejor de su estirpe.

David ha colgado en la Sala del Centro José Luis García Palacios de Huelva -un lujo de lugar- una Exposición de sus pinturas -que son también pespuntes de su vida- ofreciendo una grandeza que quizá no tenga finitud; es como un libro de un millón de páginas, como un viaje a todos los espacios, así de larga, así de profunda y sensible y de inmensa es la muestra. Me sé sus formas que siempre me conmueven, me empuja a lo virtuoso de esta vida saber que David le pone a esta existencia algo grande tan noble como para seguir confiando en la tribu que nos habita. No me quedan más teclas, deben continuar escribiendo el hombre, el color, el pincel.

 

                Ramón Llanes 12.11.2025.




ESPOLIQUE

 ESPOLIQUE

La palabra ESPOLIQUE tiene dos acepciones en el diccionario, una de ellas indica que se refiere a “mozo que camina junto a la caballería en que va su amo” y la segunda define como espolique “al taconazo en las nalgas que da un zagal a otro en el salto del juego de la pídola”, significando pídola “juego infantil en el que uno de los participantes salta abriéndose de piernas y apoyando las manos sobre la espalda de otro que está doblado sobre sí mismo hacia delante”. En el cuadro del pintor Brueghel, de 1560 los niños juegan con el aro, caminan con zancos, montan a caballito, simulan torneos, saltan la pídola, atrapan a la gallina ciega, hacen el pino, inflan vejigas de cerdos y juegan con muñecas y otros juguetes. Ya no se practica pero era frecuentísima en los pueblos esta manera de divertirse los niños en las esquinas, aunque siempre tuvimos la convicción de que su nombre era “el salto del moro”, no sabemos por qué. Espolique, pídola, salto del moro, ahí quedan.
Ramón Llanes. 12.11.2025



martes, 11 de noviembre de 2025

EL DÍA

 EL DÍA

Ahí tienes todo el día,
ábrelo con tu ternura,
dedícale un mimo,
hazte a su aventura,
ponte la melancolía,
la libertad, el sueño, el deber,
llena tus risas vacías
de ojos, mar, solana, cielo,
alcanza, si puedes poder,
momentos de fantasía,
cualquier libro, unos versos,
las luces de una mujer,
y si aún te sobra tiempo
inventa otra utopía,
saca de tu sentimiento
un canto, un beso, un querer,
ahí tienes todo el día
ámalo como si fuera
esta la primera vez.

lunes, 10 de noviembre de 2025

EL SENTIDO DE LA IDENTIDAD

 EL SENTIDO DE LA IDENTIDAD

Nadie se atreverá a recriminar defectos a la tierra madre. El deber consiste en la defensa cotidiana de la marca, del éxtasis primigenio, del mandato no escrito que convierte en nuestro interior a nuestra tierra como la más amada. No importa que sea grande o bella o acogedora, es, sencillamente, la nuestra y con ella transitamos la vida sin despegarnos ni desposeernos del sentimiento de vanagloria.
Estos principios de defensa, halago y devoción, no se queman en un resuello de ironía ni se pierden en un olvido cualquiera, la fuerte trama de “ser” conlleva una dosis inequívoca e insaciable de aceptación.
Sucede, a veces, que la identidad se convierte en un vicio y que el ejercicio de esa posición identitaria no es constante. Se observan dejaciones colectivas de los valores que ofenden a la tierra. El concepto se confunde con la posición económica o política, se equivoca la vocación, se difumina esa identidad de cada cual a base de fracasos de un grosor inferior al respeto. No es importante, en este entender, que los vientos vayan o se queden, que las elecciones se pierdan o se ganen, que el empleo sea un proscrito, no importa; importa la lealtad colectiva a la identidad, siempre, dentro de todos los signos, de todos los parámetros, dentro incluso de los propios gustos de elección personal. La identidad es la clave del espacio amoroso de un pueblo, de una comunidad, de un país, incluso de un hogar. Ser extremeño o andaluz o murciano o lepero o catalán, ahora, habrá de tener la misma longitud emocional que al cabo de dos días, tres lunas, cuatro edificios, dos fracasos, una victoria, una generación o tres mil hombres.

domingo, 9 de noviembre de 2025

GUILGUEJO

 

GUILGUEJO

 

Difícil y enrevesado vocablo que no está recogido como tal en el diccionario y que no se conserva ni siquiera la forma de escribirlo porque puede ser “guirguejo” o “guilguejo”, sin embargo se refiere a una parte de la tripa del cerdo que en las matanzas se daba a los niños para que jugaran soplándola hasta llenarla de viento y aparentara un globo. Este rito era esperado por los zagales que observaban esa liturgia con los ojos pendientes, sin perderse apenas un detalle de cuanto sucediera. Eran matanzas caseras que solían hacerse en la puerta de las chozas de los huertos y a la cual acudía todo cuanto perro y gato hubiera por alrededor. Tal vez no sea palabra usada en muchos pueblos pero  mis paisanos sí sabrán de qué les hablo. Ahí queda.

 

                Ramón Llanes. 10.11.2025