EL PUENTE DE LA LECHERA
RAMON LLANES
DE LITERATURA Y FOTOGRAFIA
RAMÓN LLANES
martes, 19 de noviembre de 2024
EL PUENTE DE LA LECHERA
HA BAJADO EL SOL
ha bajado el sol
He
perdido la crecida del agua
en
los inviernos,
ha
bajado el sol más de la cuenta
y
estoy aquí, atravesado por la vida,
solitario
y endémico,
intentando
renacer desde la última ceniza
de
un fuego que no arde.
No
consigo desposeerme del mito que has creado,
no
existes en mi alcance de mortalidad.
Me
iré con la insolencia de haberte amado como hombre
y
lo escribiré en la hoja parda
de
un otoño sin historia.
Rllanes. (De Fábula del Vacío)
lunes, 18 de noviembre de 2024
EL PASO DE LAS LUCES
EL PASO DE LAS LUCES.
A LA MEMORIA DE LARRA
A la memoria desgraciada del joven literato
A Mariano José de Larra.
Ese vago clamor que rasga
el viento
es la voz funeral de una campana;
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.
Acabó su misión sobre la
tierra,
y dejó su existencia carcomida,
como una virgen al placer perdida
cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
vacío ya de ensueños y de gloria,
y se entregó a ese sueño sin memoria,
¡que nos lleva a otro mundo a despertar!
Era una flor que marchitó
el estío,
era una fuente que agotó el verano:
ya no se siente su murmullo vano,
ya está quemado el tallo de la flor.
Todavía su aroma se percibe,
y ese verde color de la llanura,
ese manto de yerba y de frescura
hijos son del arroyo creador.
Que el poeta, en su misión
sobre la tierra que habita,
es una planta maldita
con frutos de bendición.
Duerme en paz en la tumba
solitaria
donde no llegue a tu cegado oído
más que la triste y funeral plegaria
que otro poeta cantará por ti.
Ésta será una ofrenda de cariño
más grata, sí, que la oración de un hombre,
pura como la lágrima de un niño,
¡memoria del poeta que perdí!
Si existe un remoto cielo
de los poetas mansión,
y sólo le queda al suelo
ese retrato de hielo,
fetidez y corrupción;
¡digno presente por cierto
se deja a la amarga vida!
¡Abandonar un desierto
y darle a la despedida
la fea prenda de un muerto!
Poeta, si en el no ser
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí
detrás de ese firmamento...
conságrame un pensamiento
como el que tengo de ti.
José Zorrilla.
domingo, 17 de noviembre de 2024
TOLONDRÓN
TOLONDRÓN
Un tolondrón es un tonto elevado
al cubo con una especie de pedigrí que le concede un plus de enajenación mental
superior al resto, un “acarojotado” -sin apariencia externa alguna que lo
distinga- que sienta cátedra cada vez que expresa una vulgar expresión como si
fuera el dogma más importante de la humanidad; un aturdido que no sabe si
despertar y dormirse es lo mismo y que se aferra al tópico de que “quien dice
lo que piensa está en lo cierto”; un alocado admitido por los sistemas a pesar
de conocerse sus constantes desvaríos en opiniones de suma notoriedad y actos
que llevan a dañar la configuración social a la que le permiten pertenecer; un
auténtico tolondrón lo encontramos a menudo en los telediarios y en la prensa
porque ocupan cargos y gustan del famoseo y porque esos suelen ser sus medios
más adecuados para su reproducción y desarrollo y allí se evitan estar en
peligro de extinción. Para mayor fatalidad del mundo que lo sufre el tolondrón sabe
cómo contar sus caudales pero desconoce cómo aplicar la ética.
Y no se perciben signos de
caducidad.
Ramón
Llanes.
LA GUITARRA
LA GUITARRA
Dos
veranos atrás promocioné clases de guitarra para niños en las tardes plácidas
del estío, llegando a ocuparse del aprendizaje Roberto, Mario, María y Dani,
quienes empezaron con tantas ganas como si tuvieran que aprenderlo todo en un
solo recreo. Las clases siempre estaban programadas antes del baño en la
piscina y eso les concedía un plus seductor para los niños, que a su hora,
comparecían a fin de cumplir las dos misiones. El progreso no era poco. María y
Roberto se consolidaron como los más interesados en las notas, Mario duró lo
que dura un verano y Dani tardó tres días en aburrirse. Ese fue el panorama en
el primer curso. Al verano siguiente solo María quedó en la clase y aprendió lo
suyo, los otros pasaban, iban, venían pero jamás ocuparon el banco de aprender.
Ayer
me llega un video donde Dani toca acompasadamente la guitarra, dejando caer
aquella coletilla de “abuelo va a flipar cuando me vea”, y así es como he
llegado a este momento donde escribo esta historia menuda para mis enumerados
recuerdos.
EL PECADO
EL PECADO.
Don Juan José se desvistió
precipitadamente de la casulla roja y sin realizar la genuflexión ante el
altar, como era costumbre en los ritos eclesiásticos, corrió hacia la puerta de
entrada de la nueva iglesia, aún con feligreses en su interior, perdiéndose en el llano tosco
que rodeaba el recinto sagrado donde Mariano intentaba perderse del acecho
intuitivo del cura, sin poder huir más de lo previsto en un niño de ocho años.
Don Juan José tenía unas enormes piernas largas, un cuerpo atlético y, sobre
todo, una desorientada pulcritud que le dio alas en aquella aventura de cazar
al niño una vez terminada la misa de la tarde.
Y Mariano cayó en las manos blancas del
párroco, llevado al confesionario por obligación, ante la sorpresa de las beatas y confesado y perdonado de
todos los pecados que le cabían en su conducta. Tres padrenuestro, el avemaría
de rigor, el arrodillado ante la imagen de la virgen de Fátima y dos lágrimas y
media para despistar fueron la condena católica al pobre niño Mariano, famélico
y travieso más por devoción que por edad.
En la misa de tarde los monaguillos no
cortaban la armonía de sus juegos por la preparación de los corporales o las
vinajeras y seguían ritmo de travesuras,
mientras Don Juan José rezaba en su breviario negro escrupulosamente manoseado
y no reparaba en los entresijos de la sacristía; cuando este llegaba para
iniciar la vestimenta los monaguillos
escondían la risa y el murmullo presentando la cortesía propia del momento,
dado el carácter irascible del cura en las cuestiones del orden y la disciplina
en torno al altar. El templo era lugar de reverencia y adoración a Dios, lugar
sagrado, lugar de silencio, -solía decir-.
Las tardes de mayo, largas y sabrosas
en correrías para los niños, permitían algún desliz de escondite antes de cenar,
después de la misa. Para ellos todo era rapidez y desasosiego, querían salir a
la tarde a enfrascarse en ella y acabarla, les importaban poco la ración
mística, los latines y los sermones, estaban allí por prescripción paterna y
había que cumplir el expediente de la forma menos llamativa, que don Juan José
era generoso pero tendente al enfado con mucha facilidad.
Finalizada la misa de aquella tarde de
mayo los monaguillos advirtieron al cura que Mariano comulgó sin confesar.
Pensó Mariano que el pecado era también una continuación de los juegos de la
tarde.