RAMÓN LLANES
miércoles, 28 de diciembre de 2022
martes, 27 de diciembre de 2022
CUENTO NAVIDEÑO
CUENTO NAVIDEÑO
El niño, al ver los regalos en su árbol
de Navidad, se dirigió a la puerta de su casa y trasladó allí todos los
juguetes que sus padres pusieron junto al árbol. Estos se enfadaron y volvieron
a meterlos. En un descuido, el niño abrió la puerta y puso nuevamente los
regalos en la puerta.
Ante el enfado de sus padres, el niño
les dijo que quería darle sus regalos a otro niño que había corrido descalzo
por la acera de enfrente.
Los padres le comentaron que ya no
existían niños descalzos y siguieron jugando.
Ramón Llanes.
lunes, 26 de diciembre de 2022
SI SÓCRATES VINIERA A VERNOS
SI SÓCRATES VINIERA A VERNOS
Los griegos dejaron una herencia
incontestable en la humanidad, hicieron del pensamiento el mejor vehículo para
inventar la filosofía y luego inventaron también otras importantes disciplinas
que hoy son el sustento de una sociedad con mucho desgaste y no pocas
carencias. Esa grandeza de la inteligencia humana a través de la cual se ha
conseguido una evolución empírica de culto se le debe a Grecia.
En la actualidad nos parece que
cambiaron las cosas porque ya no somos tan filósofos, le concedemos poco tiempo
a la mente y olvidamos los esquemas matemáticos que nos legaron los helenos;
pero algo quedó en la síntesis más profunda del pensamiento y el mundo se mueve
aún con estructuras de base científica, que si no, hubiera podido pasar de todo
y esto sería un ariscal en medio de la nada. Si vinieran a vernos comprobarían
que la sociedad acumula un alto porcentaje de fracasos en su estímulo general,
que en nada se parece al diseño primigenio de ellos y que así seremos pacto de
desorden.
No se hizo bien el mundo y en
muchos foros ya se viene demandando ese mal cambio pero queda un resquicio de
verdad en la parte más honrosa de la copia a los griegos que nos seguirá
fortaleciendo la posibilidad de saber evolucionar; al menos aún nos queda mucha
sabiduría por destruir.
SI ESTUVIERAS AQUÍ
SI ESTUVIERAS AQUÍ.
Si estuvieras aquí
presumirías de la lluvia,
me contarías que antaño
parecía otra,
que los charcos formaban
espejos
y los espejos eran
la única manera de mirarse,
que tú jugabas a chapotear
con el agua,
que te mojabas de vida
y tenías ilusiones.
¡Ay, madre, si estuvieras aquí,!
¡cómo me imagino
que fuera nuestra existencia
más cómplice,!
¡tengo tantas cosas que
preguntarte!.
Ramón
Llanes
domingo, 25 de diciembre de 2022
BAJO EL IMPERIO AZUL DE LA CORBATA
BAJO EL IMPERIO AZUL DE LA CORBATA.
Nos solemos distinguir
por los signos de nuestros comportamientos, incluyendo las formas de vestir, el
corte de pelo, la marca del coche, etc. Somos parte de ese ritual que a la
larga nos condiciona de manera positiva o negativa según se mire, entramos de
lleno en la sociedad con esas costumbres ya adquiridas y nos sometemos a ellas
aunque en épocas anteriores presentáramos actitudes más rebeldes.
Sin duda los signos
externos de comportamiento nos tildan; hay una tacha social hacia algunos
estereotipos y nosotros nos acoplamos al traje que más nos apetece o nos
apuntamos a la lista deseada. La elección de nuestro slogan también nos
identifica pero seguimos mirando atardeceres en cualquier caso.
Ramón Llanes.
ANDALUCÍA, SUR
ANDALUCÍA, SUR.
El dueño SUR,
Andalucía tan sabrosamente
enquistada en la piel
y la sangre, como madre,
hermana, compañera y amante;
y todos somos un poco
y más y muchos somos más aún
de ella
y todos somos el TODO de ella,
con la licitud que nos otorga
el permanecer,
el colaborar en su proyecto de
vida,
el ejercer de andaluz de
cabeza a costado,
el amarla y el enamorarse con
locura.
A esa Andalucía que nos
proporciona el prestigio de pertenecerle,
con sus llanuras y sus mares,
con el pedestal y la pena, con
el paro y la riqueza;
a esa Andalucía a quien
confiamos el secreto de engrandecerla,
le otorgamos siempre el premio
Nobel del amor,
con conciencia cierta de su
merecimiento.
Ramón Llanes.
viernes, 23 de diciembre de 2022
CON LETRAS DE MUJER
CON
LETRAS DE MUJER
(Mi
Madre)
Ella
me escribía todas las tardes y apaciguaba mis miedos, me abrazaba con letras,
me alimentaba con sopa de letras, me enseñaba a deletrear el contenido de la
cosas y era literalmente mi protectora, nunca desfalleció porque se le juntaran
las letras cuando le faltaran vista y fuerzas. Un día ignoto, casi sin nombre,
anduvimos los campos como si estuviéramos leyendo la letra pequeña de la tierra
y en cada renglón, risco o solana, se detenía para dibujarme un mensaje con las
piedras del sendero, entonces me pareció que andar tenía un sentido universal
que conectaba con todos los horizontes; no sé, eso me pareció, no me atrevo a
explicarlo de otra manera; supe del por qué de los trazos, de los reflejos y de
la importancia de lo desconocido, supe que no se me había creado por casualidad
y que la naturaleza me tendría en cuenta para siempre y que el camino me
conocía.
Otro
día me pidió que le escribiera sus últimos suspiros y me dictó un poema a modo
de despedida, ya no podía agarrar el lápiz con sus manos cansadas, fue la
primera vez que me lloró, no le importaba morir, le importaba no poder seguir
escribiendo en mi vida y se me durmió en los brazos con un te quiero infinito,
era mi madre.
Ramón
Llanes.
¿ES NAVIDAD?
¿ES NAVIDAD?
Me dirijo tranquilo a mi
quehacer diario; es Navidad y las gentes muestran el mismo rostro de siempre
salvo algunas excepciones; nos deseamos felicidad de igual manera a como lo hacemos el resto del año.
Encuentro hombres y mujeres que piden limosnas para comer, un indigente duerme
en el zaguán de una entidad bancaria con los pies al descubierto, llueve, tiene
la cabeza tapada, nadie le presta atención.
En
el bar alguien pide un desayuno con vehemencia amenazando coger una metralleta,
no le entienden y se va sin desayunar; sigue lloviendo, muchas gentes caminan
sin paraguas, se mojan sin pretender ser románticos; un chico joven, bien
vestido, vende calentadores de marca desconocida, no le compran; en una esquina
está, como siempre, el vendedor de cupones que lleva un año sin dar buena
suerte, la señora del kiosko de prensa tiene frío y se aburre, los bares son un
reguero de público, se toma café con tostada, (muy típico); una chica alta y
rubia habla con su novio por el móvil, pasamos, la oímos; un moro vende
alfombras de las que no vuelan y no tiene éxito.
Las
conversaciones son tan insulsas como en otoño, un hombre muy mayor me pide dos
minutos de mi tiempo, le hago poco caso pero le atiendo. Me ofrece, gratis, su
mensaje para esta Navidad: “quiero ser feliz” -me pide- y solo me atrevo a sonreírle con indiferencia.
Ramón
Llanes
jueves, 22 de diciembre de 2022
EXTRAÑA NAVIDAD
EXTRAÑA NAVIDAD
(Soneto con estrambote)
¿Cómo vas, Navidad, con esa ropa
si vamos a inventar que dios nos llega?,
¿cómo callas tus sustos y tus quejas
y salen solo rezos por tu boca?,
¿cómo vienes alegre si te toca
remedar un misterio que refleja
concordia permanente y te dejas
engañar con las luces de las bombas
y sones de celestes melodías,
con un papel que impone condiciones
para salvar a vivos cada día
en un mar sin iglesias ni emociones?
¿al ser de negra piel, son atonías
que manchan tus preciosas oraciones?.
No hace falta que vengas, sobrarías,
aquí no se precisan devociones.
O acércate con fuerza y valentía.
Ramón Llanes
EVOCACIÓN DE LA PAZ
EVOCACIÓN DE
PAZ
Me creo
en la absurda
obligación
de sentirme
atado a ti por
una cobertura cómplice
que se ha
convertido
en un amor
tangible y perdurable,
soñada Paz.
Que es de risa
tu risa,
cantarina,
clara, sincera,
fiel y linda,
que es la música
que mis oídos
echan de menos
con más fuerza,
que tengo
espasmos
cuando no te
respiro.
Ramón Llanes
miércoles, 21 de diciembre de 2022
LA NAVIDAD ES LA VIDA
LA NAVIDAD ES LA VIDA
La Navidad se hace de
la vida
con toda su alegría,
con ternuras,
con sus esperanzas, su corazón,
con sus sinsabores y
sus heridas,
con todas sus calmas
y singladuras,
con mucha valentía y
más razón.
La Navidad es un
largo horizonte
donde el humano se
piensa y se mira,
es a veces una fugaz
locura
y otras veces es solo
una ilusión.
No es la Navidad que
será el hombre
quien la impulse de
odio o de cordura,
más depende de cómo y
de dónde,
del beso, de cada
cual, de su dios.
Exactamente igual que
la aventura
de vivir con
codicia o con pasión.
Ramón Llanes
martes, 20 de diciembre de 2022
APENAS
APENAS
Apenas sabía si romper las cosas,
amarrar el árbol, asustar el libro,
destrozar las sombras,
apenas si caer la tarde, susurrar codicia,
olvidar los besos,
apagar la vida, detener las olas,
envolver el miedo
en una caricia de esperanza rota,
y apenas le falta al amor distancia,
a los sueños calma,
a las noches sueños,
al otoño hojas,
apenas si viene el sofoco cruento
a matar los días
en camas ocultas de miradas solas
presuma el silencio
de saber del árbol, del dolor, del susto,
de esperar, de irse, de correr,
de todas las maldades, de lágrimas todas
y acaso sea el hombre con sus felonías
la razón que sobra.
Ramón Llanes
DE MEDIA NAVIDAD
DE MEDIA NAVIDAD
Si no estás, ¿vendrán
los abuelos?,
¿caerá, por si acaso,
la alborada?,
¿tendremos juguetes
nuevos
y esperanzas
renovadas?,
¿serás Navidad
hermana
con canciones y
recuerdos?,
¿si no vienes
cómo hablará el
universo?
Ramón Llanes
lunes, 19 de diciembre de 2022
LA DIGNIFICACIÓN DEL FÚTBOL
LA DIGNIFICACIÓN DEL
FÚTBOL
De las miles de lecturas que nos
pudieron ofrecer los protagonistas de la final del mundial de Catar a los
aficionados al fútbol me atrevo a emitir la mía personal como un simple
observador gustoso de esa realidad tan exigua e inútil para unos y de tanta
belleza estética para otros; me encuentro entre los últimos, ya me encontraba
desde siempre pero el domingo me ratifiqué escandalosamente más al ver el
segundo gol de Argentina y hacerme saltar del asiento aquel virtuosismo. Podré
decir que todo el espectáculo fue bello, que la grada puso el empuje, que los
franceses fueron unos perfectos adversarios, que la estrategia venció a la
táctica, que se tradujo todo aquello en la inusitada puesta en escena del mejor
concepto fútbol; todo esto puedo admitir, me quedo con todo, me supone un alto
grado de admiración reaprendido desde el inicio hasta el final de la contienda,
me quedo con todo pero el alma me hace destacar más que nada, la pasión,
en el citado envite. De haber faltado pasión hubiera carecido de entusiasmo. En
muchas ocasiones anteriores pudimos comprobar en las canchas la escasez de
pasión que comprometió a la pérdida de fantasía, al tedio y a la vulgaridad;
pero en la final surgió la mayor de las dosis pasionales por parte
principalmente de la escuadra albiceleste de tal manera que vino, de nuevo, una
vez más, a dignificar el sentido más excelente del fútbol. Gracias.
Existirá un antes y un después
para este deporte a partir de esta fecha límite del 18 de diciembre y ya no
estará permitido especular con la posesión rácana, el cerrojo, el resultadismo,
el negocio de la fuerza; desde ahora primarán nuevos cánones; hemos llegado,
merced a esos argentinos de Catar, a volver a naturalizar el balón, el regate,
la perfección, la habilidad, la sorpresa, la pasión, el compromiso, quizá tal
cual fueran concebidos por sus inventores, que por cierto alguna parte
argentina llevarían en sus genes.
Ramón
Llanes. Huelva-España. 19.12.2022
domingo, 18 de diciembre de 2022
LA ENFERMERA PACIENTE
LA ENFERMERA PACIENTE
Aquella
mañana de reyes fue muy especial. Todo estaba precioso en el salón, los Reyes
en mi casa siempre cuidaban mucho esos detalles. Mi regalo desprendía ilusión y
es que, en ese paquete estaban contenidos todos mis sueños, aunque yo aún no lo
sabía. Con toda la inocencia de una niña de 3 años desgarré el papel sin
quebrar el deseo, y allí estaba.
No puedo explicar lo que sentí en ese momento porque mi
corta edad hizo que se esfumara ese sentimiento pero intuyo que fue algo
grande. Con mucho cuidado conseguí separar mi preciado regalo de la caja que lo
contenía. Abracé mi nueva muñeca, mi muñeca; no era una muñeca cualquiera, era especial
porque estaba enferma, aquella muñeca estaba llena de “pupitas” que le daban el
nombre.
Un lindo maletín presentaba los “utensilios” con los que
tanto soñaba: una jeringa virgen aunque desprovista de su envoltorio, varios
paquetes de gasas que encerraban con recelo su esterilidad, un termómetro cuyo
plástico hacía de mercurio, algunos botes de alcohol y antisépticos
cuidadosamente dispuestos y el fonendoscopio, que regentaba el maletín con
majestuosidad. Era azul con las olivas naranjas, flexible, suave y desprendía
ese olor a nuevo tan característico de un juguete por estrenar. No me hizo
falta seguir abriendo regalos esa mañana de Reyes. Estaba satisfecha, sólo
podía pensar en lo bien que había debido portarme para merecer aquel preciado
presente. Era inmensamente feliz, quizás de forma desproporcionada por el
motivo que rodeaba mi dicha, pero es que en mi interior ya se adivinaba la
vocación que marcaría mi vida para siempre.
Mi madre no podía desdibujar la sonrisa de sus labios, le
entusiasmaba la alegría con la que jugaba con mi muñeca. Con toda la
satisfacción que contenía, me incitó a curar a mi muñeca. “Sara, cariño -me
dijo- cúrala, ya tienes todo lo
necesario”. Y del subconsciente de ese yo de 3 años emergió una frase que hacía
presagiar el mañana que llegó con el transcurso de los años: “No quiero curarla
mamá, quiero CUIDARLA”. Desde esa edad tenía ya claro mi objetivo en la vida,
quería cuidar, necesitaba cuidar y con el tiempo aprendí que todo eso me lo
daría la enfermería.
Despertó en mi una vocación antes
desconocida y esa vocación me llevó a luchar por conseguir estudiar la carrera
de mis sueños. En un primer intento no fue posible, y fue triste, muy triste
porque pensaba que no conseguiría mi objetivo. Pero la constancia, la lucha y
el empeño disfrazaron la tristeza de alegría
y me regalaron la oportunidad de respirar la enfermería. Con esa
inyección de optimismo viví aquel intenso verano. Deseaba que los días de playa
terminaran, que las noches en las terrazas con los amigos se pospusieran,
deseaba intensamente volver a la rutina del estudio y es que, después de ese
estío comenzaría una nueva etapa, mi etapa.
Y llegó el ansiado septiembre cuando me encontré con él. Un
antiguo amigo arrinconado en mi memoria, apareció. No hizo falta más, sólo nos
miramos y ya sabíamos que estaríamos juntos el resto de nuestras vidas. Aquella
conversación de no más de 5 minutos, reveló que compartíamos pasión y empezamos juntos
nuestra carrera del cuidar.
Fueron aquellos maravillosos años en los
que, mientas nos despertaban la sensibilidad, nos potenciaban la delicadeza
y nos enseñaban a repartir amor en una
facultad de ensueño, nosotros jugábamos a besarnos entre clases, a cogernos de
la mano y a mirarnos entre los libros. Muchas horas de estudio juntos, muchas
sonrisas entremezcladas con la pasión y mucha compenetración, fue forjando
nuestra relación.
Recuerdo que una profesora en una ocasión nos dijo: “Los
hombres enfermeros son especialmente sensibles. Toda mujer querría tener a un
enfermero en su vida”, bueno pues yo conseguí a uno de ellos, yo me quedé con
el mejor.
El tiempo avanzaba acrecentando nuestro
amor. Lo compartíamos todo, éramos felices juntos, podíamos ser uno hasta en el
lugar de trabajo. Sabíamos la suerte que teníamos de entendernos tan bien, de
poder llorar juntos cuando moría algún paciente, de sufrir acurrucados cuando
el diagnóstico se volvía caprichoso o de susurrarnos las palabras de aliento
necesarias para alentar a alguien en apuros. Lo teníamos todo, éramos dos en un
solo enfermero, una unidad perfecta para cuidar.
El bulevar de la vida nos llevó a compartir algo más que la
pasión. Comenzamos una vida juntos, formalizamos el amor y fruto de ello empezó
a surgir vida en mi interior. Fue entonces cuando, a pesar de la inmensa
alegría que me inundaba me convertí en paciente. Nunca antes había sentido algo
igual. No fui paciente de aquel médico que me recetaba las medicinas
necesarias, fui paciente de los enfermeros. Desde mi cama de hospital observaba
cada movimiento, cada palabra, cada gesto; eran reales y estaban allí para
cuidarme, era yo la que necesitaba de ellos y estaba feliz dentro de mi
tristeza, tenía la oportunidad de corregir mis propios errores profesionales
desde aquella cama. Esperaba un “buenos días” alegre, un apretón de manos a la
hora del baño o una sonrisa al traerme la cena. Esperaba delicadeza al hacerme
una gasometría, dulzura al prohibirme levantarme de la cama y compasión al
terminar el turno. ¡Aprendí tanto en tan poco!. Con sólo 10 días de
internamiento, llegué a conocer a todos y cada uno de los enfermeros que me
atendían, llegué a averiguar las malas noches de algunos, las alegrías de
otros, los enfados entre ellos, las tristezas, las ilusiones, y eso no me
gustó. En aquel momento yo no podía dejar de pensar que era paciente y que como
tal mis cuidados no tenían por qué verse afectados por las circunstancias
personales de mis enfermeros. Mi examen de conciencia me llevó a determinar que
esa conducta había que erradicarla. Tendría que esforzarme en adelante por
mostrar siempre mi “cara buena” a pesar de mis males, de mis penas, de mis
agonías; el paciente tiene sus preocupaciones y yo no debía fomentarlas con las
mías.
Llegó
el ansiado día en el que pude volver a casa. Un simple pinchazo diario bastaba
para seguir adelante con la vida que llevaba en mi interior. Mi hijo David
nació entre heparina y dolores de espalda, pero nació y por ello yo era feliz.
Me volví paciente otra vez entre matronas y visita fugaz a la planta de
maternidad. No me gustaron los cuidados aunque tampoco necesitaba muchos, aquellas
enfermeras se llevaban a tu hijo, recién nacido, sin empatizar con aquella
madre que anhelaba su regreso, las primeras noches de lactancia materna tan
duras y con tan poco apoyo; no podía disfrutar de la experiencia tan bonita que
estaba viviendo porque iba registrando en mi memoria cada detalle a cambiar de
mi actitud como profesional.
Llegué
a casa cargada de ilusión, me abrieron la puerta de tan anhelada morada y
tuvieron que ayudarme a entrar porque no cabía en mi. Estaba feliz,
comenzábamos en ese mismo momento a vivir como una familia.
Pasaron los días entre pañales, llantos y lactancia pero
algo en mi interior no me permitía disfrutar. Llegó el día en que los dolores
que me acontecían no me dejaban mantener en brazos a mi hijo, la hora del baño
se convirtió en un suplicio, el alimentar a mi pequeño no entendía de posturas,
vaciar la minicuna era utópico para mi. Entonces tuve que volver a ser
paciente, esta vez de los fisioterapeutas. Era un profesión desconocida para mí
así que puse mi empeño, mis pocas fuerzas y mis disminuidas ganas en
conocerles, en saber de sus competencias, en estudiar sus cuidados, en valorar
sus actitudes. Y lo conseguí. En aquellos momentos yo no conocía mis lesiones,
sólo el dolor recorría mi espalda. Necesitaba cuidados, me ayudaban a subirme
en la camilla con dulzura, me incitaban a mantener la postura con palabras de
aliento, me hacían soportar el dolor con piropos. Fue así como me di cuenta que
la labor de aquellos profesionales se asemejaba a la mía como enfermera. También
en ellos eran importantes unas manos cuidadosas, una actitud cariñosa y unas
palabras medidas para cada ocasión. Quedé fascinada por su mundo que a la vez
lo sentía tan mío. Dentro de mi agonía fue maravillosa la experiencia vivida
con los compañeros fisioterapeutas. Entonces ocurrió. Me preparaba para
aquellos masajes que sólo acariciaban mi alma, cuando fui a despedirme de mi
pequeño que disfrutaba de la hora de su baño. Su chapoteo inundó la habitación
de agua y risas pero después de un gran beso que dejé dibujado en su mejilla,
mi alegría se transformó en llanto. El agua me deslizó hasta una superficie que
se volvió cruenta y sentí cómo se quebraba mi interior. Nada me hizo imaginar
que aquel beso debutó como despedida, que aquella mañana le di el pecho por
última vez a mi hijo y aquella sonrisa que me regalaba estaría un tiempo sin
volver a verla.
Volví a ser paciente de enfermeros. En esta ocasión sólo
derramaba lágrimas de pena y dolor, me encontraba de nuevo en una cama de
hospital sin intuir incorporarme, destinada a convertirla en mi todo y separada
de lo mejor que me había regalado la vida. Ese día era mi cumpleaños. Siempre
es especial ese primer cumpleaños que una madre pasa con su hijo y yo no puede
deleitarlo. El hospital que tanto me gustaba estaba disfrazado de tristeza, el
dolor inundaba mi cuerpo y mi alma esta quebrada por la ausencia de mi hijo.
Cada tres horas exactas mis pechos rebosaban amargura haciéndome recordar los
maravillosos momentos de lactancia vividos durante esos dos meses. Ya no eran
tan fáciles los cuidados de enfermería, no existían palabras de consuelo y el
idioma del ánimo se había vuelto inexistente. La incertidumbre del diagnóstico
prometía sufrimiento y entre pruebas radiológicas los profesionales
determinaron que una intervención quirúrgica se antojaba necesaria para mí.
Recuerdo perfectamente las caras de mis enfermeros en aquel
hospital, podía adivinar que aún sin conocerme parecían preocupados. Unos me
sonreían y otros intentaban ser mi apoyo a modo de desahogo. Aprendí mucho de
aquella actitud ya que, supe discernir entre lo que era propicio y lo que no,
entre lo que me alentaba y lo que me hundía, y supe como enfermera paciente lo
importante que era la presencia del enfermero. También pensaba en cómo mis
seres más queridos se iban convirtiendo en enfermeros deseosos de cuidar. Mi
madre, siempre a pie de cama involucrada hasta la médula, mis hermanas atentas
a cualquier petición, mi padre implicado en que no me faltara de nada, mis
suegros, mis cuñados, todos se camuflaban en esa labor del cuidar y la verdad,
es que fue admirable la experiencia. También estaba él, mi marido ya impregnado
de cuidados que además de sus infinitas atenciones era el que inmortalizaba los
momentos que me perdía de mi hijo. Fueron momentos duros, muy duros, pero
llegaron a su fin. Se esclarecieron los motivos de mis dolencias, cementaron mi
esqueleto para poder volver a caminar, la analgesia se convirtió en mi aliada, ya era capaz de sonreír y me
encontraba con fuerzas hasta para practicar cuidados con mi compañera de
habitación.
Aprendí tanto en aquellos días que creo que hoy soy la
profesional que soy gracias a ello. Tuve que ser paciente para aprender
realmente a ser enfermera y la vida me ha ido devolviendo regalos a modo de
agradecimiento por ese buen hacer. En mí queda, que un niño de 6 años al que
sólo vi un día cuando roté por pediatría, me anheló hasta el día de su muerte,
y en mí queda que su padre emocionado, al cabo de los años, me reconociera con
solo verme la cara, se abrazara a mi y me expresara un infinito agradecimiento
por las sonrisas que le dediqué a su hijo en sólo un día de trabajo. En mí
quedan momentos de intimidad y confesiones con
mis pacientes de diálisis, en mi quedan esas desapacibles curas con amor
infinito a mis enfermos traqueostomizados, en
mi queda el cariño repartido entre la soledad de los abuelos del
geriátrico, en mí queda ese empeño por enseñar lo indescifrable a mis alumnos de
la facultad, en mí quedan todas esas caricias que repartí entre los recién
nacidos en las visitas puerperales y en
mí quedarán todas las palabras y gestos que me esfuerzo por compartir día a día
entre los trabajadores durante su reconocimiento médico.
Todo eso que queda en mí me enriquece como enfermera y como
persona, inculcándome la energía necesaria para seguir mi senda en ese buen
hacer.
Deseo que mi experiencia como paciente sirva como aprendizaje a todos y cada uno de los enfermeros enamorados de su profesión.
Este relato está basado en una historia
real, mi historia.
INVENTAR PAISAJES
INVENTAR PAISAJES
Me detengo en el paisaje, lo
miro, lo observo, lo analizo; ¡qué sería de mi si no existiera, qué de
nosotros¡. Persigo ese paisaje le busco la identidad, trato de involucrarme en
su mancha, en su charco, me admite y me llena más. Cada paso es un paisaje, no
se acaban, ¿cuántos existen?, ¿dónde están los lugares sin paisajes?. Y cada
hora el mismo paisaje parece otro, será
por el sol; es por el sol; la luz le llega más filtrada o más suave, y le influye.
Después
quiero hacer un paisaje que no esté inventado y lo traigo a mis ojos y me
parece distinto a los demás cuando en realidad le había puesto un trocito de
cada uno de esos más insignes que guardaba en mi memoria, pero he creado un
paisaje solo para mi; trato de ponerle más color o menos bruma, lo explico y
consigo que le guste a mi amigo; él me dice que quiere inventar un paisaje y se
va a la mar y allí le pone mucha espuma y me dice que le ha salido demasiado
blanco pero nos gusta. Convencemos a la familia para que cada cual se invente
un paisaje y lo hacemos después de la cena; nos entregamos la descripción como
si fuéramos amigos invisibles y nos sorprendemos. Disfrutamos cada cual con su
paisaje inventado.
Al día
siguiente proponemos en la oficina un concurso de paisajes inventados. Por la
tarde cada cual presenta el suyo y se otorga el premio al conserje de la
oficina que propuso un paisaje con árboles frutales y pareció el más original.
El regalo al premio fue una gorra para
captar mejor o inventar mejor los paisajes.
Se
sucedieron los acontecimientos y la voz se corrió por los pueblos y en las
escuelas había clases de paisajes y en los talleres se inventaban paisajes
y se consolidó la idea hasta el punto de
tratarse a nivel político en los plenos de los ayuntamientos y los concejales
aprendieron a inventar paisajes y desde entonces la vida comenzó a tener otro
aliciente. Ahora hasta el menos romántico sabe inventar un paisaje y lo hace
bien y le gusta y lo enseña con orgullo y todos disfrutamos.
Ramón Llanes.
INTENCIONES
INTENCIONES
sábado, 17 de diciembre de 2022
HOY
HOY
Hoy, las
autoridades,- por fín-,
han puesto nombre
a la calle rota
donde solo
viven los obreros,
donde juegan el
pozo con la sed,
el perro con la
gata, los gritos con el silencio.
Le han puesto
“calle del olvido”
y todos aplaudieron
al pisarla el alcalde
por vez
primera.
Luego invitaron
a refresco y hambre,
se marcharon en
largos coches negros
con bocinas
huecas
y hablaron de
otra cosa, las autoridades,
de otra cosa
distinta de los obreros
y de la calle
rota
y de las
promesas de siempre.
Nadie miró,
los obreros
siguieron llorando
con su olvido.
Ramón Llanes.
(de MEMORIA DEL PRÓDIGO)
FELICES DEL TODO
FELICES DEL TODO
Me he vuelto
a preguntar por qué aún no somos felices del todo a pesar de la experiencia que
tiene nuestro mundo en esto del trato con los seres humanos y de conocer sus
necesidades, sus ilusiones y sus quimeras; me lo he preguntado con cierta
vergüenza porque cada vez que hago un
recorrido minucioso por las causas y busco culpables siempre encuentro mi
nombre al final de la lista y al momento se me olvida la felicidad y sigo
caminando como un autómata sin querer entender de asuntos que no están en mi
alcance sensorial y me quedo más tranquilo.
Ramón Llanes
AYER
AYER
Ayer
llevabas el orgullo en las manos
y
una rama de tiempo en las manos
y
un canasto de satisfacción en las manos
y
llevabas una mano en tus manos
y
caminabas sin meta
con
la seguridad de todas las esperanzas a tu alcance,
como
si tú llevaras esperanzas al paisaje.
Ibas
completa de razones para repartir,
el
sentimiento te había otorgado buenos momentos
y
fue tu aliado de paseo y corazón
por
el sendero inverosímil
que
ayer pisaste sin entender
que
todo el universo te observara.
Solo
yo era el universo,
planeta
escondido con aguijón de luces,
presagios
y declaraciones;
yo
era, ayer, quien hiciera contigo
la
mañana menos gris y quien
diera
riendas abiertas a los mejores recuerdos y al futuro.
Ayer
no fue como siempre,
estuvimos
juntos toda la eternidad
que
dura una mirada,
tierra
querida.
jueves, 15 de diciembre de 2022
RESPUESTAS
RESPUESTAS
Ha
venido el emisario a traer la encuesta, a preguntar por la vida, a ocuparse de
nosotros, a llevarse una respuesta en el cuaderno para sus apuntes. Ha querido
preguntar por el timbre roto, por la pared caída, por el silencio, y nadie ha
consentido emitir una respuesta. Preguntó por las horas de descanso, por los
hijos que están inscritos en el libro de familia, por la estufa apagada, por el
tendedero, y callaron los asistentes como si se tratara de una trampa contra
ellos. Quiso preguntar por el salario de cada mes, por la hipoteca vencida, por
los papeles del coche, por la ansiedad de los niños, por el desorden en la
casa, por la limpieza de los cristales, por la religión que profesan, por los
ídolos que tienen, por los sueños despiertos de cada día, y no fue capaz de
hacerlo. Preguntó por la trivialidad en forma de test: la dieta mediterránea,
la marca del reloj, los años de la abuela, el número favorito, la hora del
almuerzo, y cada cual respondió al intruso con las mismas premisas de la encuesta:
que de dónde venía, que para quién, que por qué, que cuándo, que su nombre, que
su cargo, que su filiación deportiva.
El emisario era un hombre pequeño que
nunca tuvo inquietudes ni aspiró a puesto de responsabilidad, hacía su trabajo,
se montaba en su motocicleta, visitaba a su madre todos los días, llevaba
afecto al hogar y se bebía de un sorbo la programación nocturna de la tele. No
pensaba en ascender ni en tener más hijos ni en buscar una amante ni en
escribir un poema, se limitaba a obedecer, sin preguntas y sin respuestas.
Todos los osados sin respuestas se
asoman antes a la argucia para comprender mejor por qué se les tiene en cuenta
para conocerlos; todos saben que cuando les preguntan les ofenden, que si
responden se desnudan, que si se callan aciertan. Hartos de estar hartos, de
furias, de anuncios, de voces, de acosos, hartos de la cosa pública, del amén
privado, de la asistencia y del recelo, hartos de sí mismos, los hombres sin
respuestas son la asamblea tácita, la mayoría.
Ramón Llanes.
AHORA QUE NADIE ME VE
AHORA QUE NADIE ME VE
“Es
temprano, el mundo está dormido, la Navidad consiguió encender los sueños de
altas horas hasta que y se infectó de cansancio la alegría. He salido a la poca
luz del alba a esperarla con impaciencia, estoy sola y puedo hacer y deshacer a
mi modo; ahora que nadie me ve me apetece hacerle algunos retoques al mundo, a
ver cómo me queda.
Le
daré la vuelta, los polos serán el centro de la tierra, las aguas ocuparán los
espacios inertes, las montañas serán valles profundos, los valles se llenarán
de nieve blanca todos los veranos, la luz se hará dulce todos los días y
amielará los campos y las conciencias, pondré al sur toda la vida, reuniré los
animales para una fiesta épica en los aledaños del entendimiento. Los hombres
se conocerán y sus tiempos serán calmos y apacibles, no existirán la valentía
ni el desánimo, acabaré con los odios y las contiendas, será obligatorio
respetar los sueños pero se acabarán las utopías por lograr cosas imposibles
porque todo será posible; seremos del universo y de las constelaciones,
formaremos parte de los ciclos siderales y se limitarán las desesperanzas y las
hambrunas hasta desaparecerlas; moldearemos el tiempo a nuestro único antojo,
mañana podrá ser también ayer y “nunca” dejará hueco a “siempre”.
Volcaré
la verdad, -una única posición de la verdad- en los pensamientos y en las
actitudes, preveré la inacción de la oligarquía, la dictadura, la dogmática y
la fe; se irán de esta esfera los
cobardes y los valientes, ni cielo ni invierno limitarán las conductas, ni
avaros ni esclavos ni dóciles tendrán sitio resguardado; ampliaré la decencia
hasta la satisfacción plena.
Una
cadena de pensamientos recorrerá de lado a lado las inteligencias humanas para
dotarlas de los emblemas necesarios, será todo como más nuevo, con adicciones
obstinadas por la razón. Y olvidaré concederle estrados y poder a quienes nos
faltaron al respeto creando diferencias y aumentando desconsideraciones por
nosotros.
Cubriré
así la primera página y prepararé tiempo y esquemas para la próxima vez que se
duerma el mundo y se me permita diseñar”. Pensó el hada.
Ramón
Llanes
martes, 13 de diciembre de 2022
QUÉ SUEÑAN LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA
QUÉ SUEÑAN LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA
En
digna evocación e invocación a Neruda por un cumplimiento más del tiempo que
nos falta, ha primado la consigna de indagar los pasos de los poetas andaluces
para verles los espasmos, las pasiones y los merecimientos que se les vuelcan
en sueños de almirez de tardes de nimbos y noches escondidas. Y no digáis que
agotado su tesoro de asuntos falta enmudeció la lira, que podrá no haber poetas
pero siempre habrá poesía ni digáis que el falso plenilunio enmascaró los versos
de la plebe lírica que golpeara antaño emociones y conciencias ni acaso digáis
que las rimas sobran en la debacle de los sistemas, para decir que los poetas
andaluces sueñan palabras de armiño, se columpian en lisonjas de befos y viven;
para decir que sueñan los poetas andaluces de ahora con la crecida de la
lágrima en el dogal de algunos miedos y para decir que es tiempo aliado de odas
y respetado de estrellas.
El
Sur, decid, es el martillo que despierta las soledades con palabras y decid
poemas sin enredos en los burdeles y en las fábricas de anhelos, que los poetas
siguen inventando usos de sonrisas, que los poetas niegan las existencias de
los imposibles y se divierten con pájaros inconcebidos y renglones en blanco.
Que todo este orbe está cubierto de nombrados y anónimos poetas, de poetisas
que piensan y sienten con la lírica en la piel, de recuerdos de quienes dejaron
páginas repletas de ardores y de luces que encendieron predecesores en la
metáfora. Decid que no falta un calcetín, una barca, un liquen, una esfera, un
cieno, una lluvia, una utopía en los versos que escriben y sueñan los poetas
andaluces de ahora; decid atardecer y mirada y estaréis sumando rimas; o decid
tiempo y sosiego y estaréis leyendo la constante mensajería escrita de los escribidores
del Sur que ponen instantes de enigmas en cada canto.
No
agotó la lira su tesoro ni la voz poética de los hombres y mujeres que anegan
de fantasía las laderas sinuosas de esta supuesta realidad, quebró el suspiro;
no pudo el silencio con la palabra ni la debilidad con el sustento. Ahí sueñan
a tiempo suelto, entre farras de imágenes y lindezas de arrullos los poetas
andaluces de ahora que, sin moldes, versifican los poemarios infinitos que
descuelgan las horas para sobrellevar con causa la vida.
Ramón Llanes
lunes, 12 de diciembre de 2022
DE PRONTO
DE PRONTO.
Es
aún muy de mañana cuando se me abre el apetito de salir al mundo, después de
los pasos de noche y madrugada, aún con la mancha de los estigmas del sueño
encallada en el inconsciente. Me encuentro con la calle, con las esquinas
salientes, con el asfalto negro; me encuentro con el silencio de las personas
que caminan sin remedio, con la prisa de algunos; me encuentro, de pronto, con
niños despiertos sin compasión que insinúan frescura y futuro.
De
pronto llego al final del trayecto,
también tiene calles, esquinas, vida mañanera. ¿No existen bohemios voluntarios
que la habiten?-me pregunto-; solo el suelo mojado me indica que algo estuvo
insomne mientras yo dormía. Me arrimo a la encimera alta de esta misión de hoy
a donde me traen a diario las obligaciones de supervivencia y de pronto no me
parece que haya tocado la vida ni la meta, me parece solo que he conseguido
rebasar un obstáculo y apuntarle horas a mi calendario en fase positiva.
De
pronto calculo las incidencias que me esperan y calculo cuánto de sorprendente
puede restregarme el día, sin acaso desearlo. Y le pongo un botón de muestra
emitiendo la primera sonrisa a quien me esperaba.
Ramón Llanes
DE LOS MIEDOS Y OTROS SUSTOS
DE
LOS MIEDOS Y OTROS SUSTOS
Vine
a profanar los miedos.
Esos
serafines del sueño
que
desgranan la facultad de dormir,
persisten
al despertar
y
conviven como parásitos
en
este armar, desarmar, demoler
y
deshacer ficciones que es la lontananza
del
hombre solo.
El
miedo del solsticio pasado,
del
mentor presente,
del
venidero tiempo de ventisca,
de
todos los miedos que se juntan
en
el asco y frenan
la
palabra, la añoranza, el deber.
De
los miedos acólitos que descreen
salmos,
desprecian cereal y lodo,
acusan,
disuelven, castigan, orinan
con
desprecio en la acacia
sin
respetar que duermes
y
que eres tú, en viveza
quien
lo sufre. A esos miedos
traviesos
y leprosos
vengo
a ahuyentar del frasco donde
amas.
Ramón
Llanes
domingo, 11 de diciembre de 2022
EL TREN DE LAS CEREZAS
EL TREN DE LAS CEREZAS.
La niña resolvía la tarde cortando mariquitinas en la
mesa ovalada del salón a la luz de una lámpara fluorescente, intensa y cenital
que a poco conseguía entortar las líneas trazadas. De ese turbio aburrimiento
que la invernada deja en los cristales y en los ánimos, de esa apariencia de
existir que los niños inventan para entretener al tiempo; en la dulce comodidad
estaba, rendida al entusiasmo de fabricar sus muñecas, cuando el padre
anuncia,! nos vamos¡; la niña levanta los ojos brillantes como estrellas y,
olvidando la tarea, se pierde en la sorpresa para arreglar lo mucho de ilusión
que se precisa para un viaje a cualquier parte.
En los preparativos incluyó la niña todas las emociones
de la aventura. Le esperaba el glorioso tren de las cerezas en el andén de una
esperanza. Sería vivir, saber descifrar los horizontes y la distancia, un
pueblo, otro pueblo, el río, la agitación del tren, un entorno nuevo y, sobre
todo, la otra cara de la vida.
Antes de la hora de salida se llenaron de gentes los
vagones, soldados, mujeres con grandes maletas, un grupo de niños vestidos de
uniforme como si fueran de acampada, un cura solitario, un señor con sombrero;
la niña observaba los detalles de aquella heterogénea concurrencia y esperaba en
la ventanilla de su departamento que la campana diera el toque de partida.
Echó a andar, paisaje adentro, el tren de las cerezas
adelantando los árboles y tragándose la vía, al canto escolar de los niños y al
primer sobresalto de aquella niña que dejó un momento su sonrisa al atravesar
un túnel.
Refiere la leyenda del tren, publicada en el cuadernillo
de ruta, que nunca tiene destino cierto, que se le conoce como el tren de las
cerezas porque sale puntual cada diez de abril del Valle del Jerte en la provincia
de Cáceres y que recorre hasta el diez de agosto cada una de las estaciones de
todos los pueblos y ciudades de la península. Refiere también que los pasajeros
reciben un ramillete de cerezas al final de su destino y suele referir en letra
muy pequeña que el tren sólo anda empujado por las sensaciones que, a medida de
su marcha, vayan experimentando sus viajeros; eso dice, en letra muy pequeña,
la leyenda del tren de las cerezas.
R.Llanes
A MARIO Y CLAUDIA
A MARIO Y CLAUDIA
El amor había hecho otra vez diabluras en el
espacio por los embrujos de Granada. Se buscan los ojos hasta destinarlos en un
beso ceñido, Mario y Encarnación, en el leguaje de una distancia sorprendente
han decidido viajar juntos por la vida, amparados, por si acaso, en los pilares
de la raíz amada: Puebla de Guzmán para él, Almocita para ella.
Al mismo tiempo en los contornos de sol abierto,
luz de saeta y abrigo del río, Antonio y María se interponen en una canción sin
fin que dignifican como ceremonia de amor. Son, aquí, Cantillana y Huelva
pechos amamantadores y testigos agradecidos de las promesas.
En aquel abril riguroso, torero y señorial trajo
un niño su primor llanto de feria, querido juego de faroles y remolinos para
ser llamado Mario Ramón Gómez Rivas, a quien ellos, los creadores, besan con la
señal de la mejor bienvenida.
Requiebros de bonanza asoman por Sevilla también
en la placidez de marzo para recibir a Claudia Ortiz Salido por quien tocan a
gloria las campanas de San Benito.
De la felicidad, a veces íntegra, a veces azotada,
aprenden los niños las conductas sabias de los padres. Y han de ser flores de
campanilla con ribetes de gabacha y bulerías, las premisas que el río ponga en
las manos de cada uno. A Claudia por aquí, por los azahares; a Mario por allá,
por las tomilleras de El Andévalo. Se encuentran para entretenerse en el amor
que se premian en este doce de octubre de 1996, con la humildad pasional que a
ambos identifica.
Para que sean tiernamente felices Claudia y Mario,
pequeños dioses de la bondad.
En su boda 12-10-1996.
Ramón Llanes.
EL DÍA MÁS NERVIOSO DE MI VIDA
EL DÍA MÁS NERVIOSO DE MI VIDA
Apenas
iniciar la pequeña subida a casa, -cabezo de La Esperanza se llama-, nos
restregó Dani con más alegría que dolor y sin venir a cuento, eso de: hoy es el
día más nervioso de mi vida. Los abuelos caminábamos a su lado sorprendidos e
intentando simular la risa interna;
advertimos que los posibles nervios no deberían causarle mucho incomodo porque
no dejaba de hablar de aquello que esperaba para la tarde de un miércoles de
setiembre de esos normales donde la única incidencia a destacar era el exceso
de calor.
-Es
que esta tarde hacemos una fiesta en casa de mi amigo Samuel y nos llenaremos
de cremas y chocolates y pintaremos las paredes y toda la casa, y eso me tiene
muy nervioso porque estoy deseando que llegue ese momento.
Para
los abuelos comenzó a ser un día distinto dada la explicación madura de un niño
de 7 años que sabía ya de nervios, de compañerismo y de felicidad.
viernes, 9 de diciembre de 2022
A MI CAMPO SUR
A MI CAMPO-SUR
Que llueva,
que llueva en mi campo
que le hace falta,
que lleva sin beber
desde hace tanto,
que conoce la sed
y sabe sufrir
hasta el cansancio.
Que llueva,
que llueva bien,
mucho y despacio,
que le sobra polvo
a mi camino
y parece más corto
con el barro.
Que llueva,
que llueva un poco más
y será poco,
que ya no sabe el agua
sus regajos
y está cansado el sol
de singladuras
y está dolido el sol
de calentarlo.
Ramón Llanes. (UN SOPLO DE MI VIDA)
martes, 6 de diciembre de 2022
UN ASUNTO DE SU INTERÉS
UN ASUNTO DE SU INTERÉS
Estaba en lo cierto, la película le involucró perfectamente en la trama hasta entender de buena manera que el ladrón fuera condenado por robar un caballo y le ahorcaran en un árbol alto sin una pizca de justicia donde pudiera explicar su error o su osadía; justificó el conflicto entre dos clanes por venganzas, no se puso a pensar en la importancia del odio en aquel argumento e incluso se sintió bien oyendo la banda sonora de las pistolas como música ambiental del guión; estaba en lo cierto de haberse propuesto evadirse del mundo por un rato y de haberlo conseguido.
Al finalizar la proyección se vino a su vida de hombre pacífico e intentó pasar la página con normalidad, en su sillón de siempre, con sus rituales de familia y su esperada sopa caliente; sonó el teléfono, “es de la comisaría -le comentó su mujer- te llaman por un asunto de tu interés”; antes de tomar el auricular se creyó culpable del robo del caballo y condenado a la horca sin ser juzgado y, sin atender la llamada, perdió el apetito y se llenó de remordimiento.
Ramón Llanes.