VICIOS DEL PODER
Más que una simple
reflexión mañanera este asunto relacionado con los vicios del poder
ha de requerir un estudio empírico que sea capaz de aportar
resultados de posible aplicación en nuestra vida general al menos
para corregir sus consecuencias negativas que tanto daño vienen
haciendo a la sociedad. Mucho sobre ello se ha escrito y amplio es el
estudio que lo refiere y como tal siempre inspira una opinión a
veces no para apuntar soluciones sino para plasmar una realidad que
interesa.
Incluso sin albergar
optimismo sobre su idoneidad en esta esfera del debate o a estas
horas del tiempo democrático ya vivido donde se presume de madurez,
incluso así, convinimos en tocar levemente acaso una línea que es
consustancial con todas las prácticas del poder que luego acaban en
vicio a través del abuso. El poder como regla omnímoda en primer
lugar y el poder como extensión abierta en segundo lugar. La
ostentación de todo poder, la unificación del poder único en un
ser o una institución y la capacidad para conseguir ese poder ha
sido, en cualquier sistema, una manera casi genética de abuso. El
mando y sus capacidades de holgura son ejemplares cuando tienen sus
propios límites, cuando no es tan fácil su ejercicio o existe
lícitamente la posibilidad de imponer exigencias por su
incumplimiento, cuando por encima de la necesidad de una determinada
aplicación de mandato convenga la norma predecir sus consecuencias
positivas o nefastas para consentir la orden o reprocharla.
El segundo aspecto del
poder que como tal vicio apuntamos se acuña en la figura del término
“democracia” entendido como la consignación del poder más allá
de las instituciones y ampliado a cada una de las personas adscritas
al menos un ápice a sus resortes o involucradas por el sistema en la
toma de decisiones. Esa fórmula del poder abierto desde donde se
reparte en todas las direcciones ha permitido un desenfoque de la
teoría democrática del poder, consintiendo arbitrariedades absurdas
y dañinas que han viciado organizaciones con cuotas de capacidad
para decidir. Es nuestra sociedad particular un fiel ejemplo de esta
felonía.
No es un análisis
somero ni exhaustivo como para definir conclusiones pero no debería
ser tan seductor el poder ni tener un arraigo de tanta fuerza su
implantación en un ser humano o incluso debería ser objeto de
rechazo social más acentuado su abuso, en evitación de los acomodos
y ostentaciones que produce. En esta órbita quizá se pueda aseverar
que los vicios del poder hacen que sea imperfecta la forma de
gobierno llamada democracia y estemos sometidos y aguantando sus
espúmeas maledicencias.
Ramón Llanes. 28
octubre 2015
Diariodehuelva.es
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