ANDAR
Andar
por todos los caminos cuando se hace solidaria la ruta y los repechos
no contienen cansancio; disfrutar las cuestas porque se otea paisaje
nuevo, abrir la bota del ofrecimiento, contener siempre las
tristezas,-que no las lágrimas-, desposeerse de miedos del día
anterior, atenta la mirada amiga, complacido el semblante, andar,
andar, caminando hacia una vida soñada tiempo antes, presumir del
cante, canturrear los silencios, admitir la tierna compañía de los
otros, tantos como ansias, tantas como emociones, acercarse cada paso
un poco más al lugar, cuesta abajo, sol arriba, lluvia atenta, de
reojo observando las alegorías de los peregrinos antiguos, acá la
guitarra, allá la belleza, el horizonte puesto más alto para la
ocasión, los botos consentidos al asfalto, la botijilla verde, el
vino de la Virgen, el trago compartido, el eco del agrado, la primera
parada, aquella sonrisa que abraza a quienes no vinieron, un
propósito de entrega y muchas delicadezas hechas propósitos; el
germen consolidado por el tiempo, la identidad sin tacha, el camino
aliado a la algarabía; el rezo del amigo, la peineta de la novia, el
canasto, el carro, la impaciencia; andar.
Ya
no son suposiciones, sueños o aventuras, se han convertido en
realidades que se prolongan en el consentimiento; el fragor de
llegar, la voluntad de quedarse, la figura del potro; nunca termina
el camino que lleva a esta insinuación a la gloria, no acaba el
andar ni se desmenuza el presagio, los hombres trocean las horas,
culminan anhelos, se envuelven en la parsimonia del sendero, sin
despegarse, sin querer adelantar, bebiéndose la ternura de la
quietud como si fuera la única felicidad posible; el don esbelto y
pulcro de las mujeres en su armónica complicidad con los colores del
campo; ellas, asomadas siempre a su cultivo de estética, de esa
cuidada forma de estar; todas las cosas bien puestas en su
ejemplaridad hasta embellecer la mañana.
Se
ha hecho corto el tiempo e infinito el placer, los rasgos de la
ermita asoman tenues con cara de espera, el andar se hace comitiva de
prisa, aprietan los deseos, la emoción va dejando huellas
indelebles, suena un grito que llama, se oye una canción que sale
del costal, la puerta se abre como un cielo, solo una voz, una sola
mirada, un andar quedo y nunca de tránsito, arriba de todos los
sueños, de todos los sentimientos y de toda la verdad, arriba está
una Madre Coronada que pronuncia en silencio su eterno abrazo. Es el
credo de Calañas.
Ramón
Llanes. 12.1.2015.
Publicado
en la Revista de Coronada 2015
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