COSAS
DE ESTÍO.
Dígase
partir, perderse, descansar. Tal si el estío estuviera en un
contorno ajeno a la ceremonia de la ocupación, tal si no hubiera
partida, pérdida o descanso fuera del estío. Sudor que impregna
cuerpos y frigorías que lo destierran, largas jornadas para la
placidez de las tardes y todo lo que cabe en el verano que siempre es
más sabroso. A muchos no les gusta este tiempo a otros les
enloquece. Es estío, con la rareza de las noches en vela pidiendo un
frescor. Dígase que el sofoco, a veces, nos supera la capacidad, no
surgen inspiraciones nuevas, se acercan los romances que cunden poco;
dígase cualquier festejo, festín o boda, amparo en la majestad y
benevolencia de esas horas tan prolongadas de sol, un paseo y otro,
pisadas en la arena o escondite bajo las acacias, la luz pegando y
enrojeciendo y las madrugadas a donde casi nunca llega el completo de
los silencios.
Dígase
repaso a la asignatura no aprobada del ciclo escolar o de la vida,
háblese de ella y de todo entre mesas y salidas, los senderos no
descubiertos que se encuentran al golpe de seducción de las mañanas
cómplices. Es estío, lo habían dicho antes en los telediarios de
la atmósfera, en el cosmos. Dijeron sequía cuando empezaba la
cuenta atrás del calendario y está en su efervescencia con poco
detalle. También dijeron que el estío prolongaría más el sopor
que el agua. A todo se hace el hombre, cuando aquí y allá la marcha
no tropieza y arrasa sin tocar el futuro.
Es
estío, con poco miedo, con glotonería, con viajes, con amigos. Nos
dedicamos la parte de gloria que nos merecemos y nos pertenece,
dígase festival de sensualidades.
R.
Llanes.
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