A CIELO
ABIERTO
La tierra
de nuestra mina quedó herida con la voracidad del tiempo y las
máquinas nunca la hicieron temblar ni el miedo se adueñó de su
rango. Fue un dolor necesario, como un estigma puro, como una entrega
sin límites de la tierra a los hombres. Y se abrió y enseñó su
cielo gris o rojo y ofreció la suculencia de su alimento para la
vida de ellos y se dejó mimar y respiró siempre con el respeto de
su voluntad que nadie desvió y se quedó en la alegoría más
imprescindible de nuestro sentimiento, como un amor más o como el
primer amor. Así es para nosotros la mina.
Ya hace
años que le enmudecieron la voz y está allí quieta, somnolienta,
en espera de algo. Y vienen unos ojos grandes a mirarla con
perspectiva de afecto y le pulsa a la mina los resortes del silencio
y le arranca voces y palabras y se le ocurre compartir con el mundo
esta sorpresa, -¡qué bondad!- y se estudian mutuamente con la
listeza del respeto hasta ocupar mañanas y tardes de cualquier día
y enseñar la danza constante de la mina a quienes se divierten
mirándola y a quienes nunca la tuvieron cerca de los ojos. Es
Patricia la soñadora de tal orgullo, lleva su cielo abierto por los
foros del conocimiento y sabe prestar atención de excelencia a la
belleza del olvido.
Mientras,
los habitantes golosos de los socavones y miembros del ateneo diario
de la virtuosidad de la mina, se prenden a la antorcha como una
llamada veraz a la atonía por la devoción a ella. Que el tiempo la
toque y la ennoblezca; que los hombres la deseen desde cualquier
lejano territorio y que la lluevan de placeres en cada visita, mas
que nunca la dañen de tristeza ni de soledad. La mina nuestra es un
cielo abierto a la esperanza, Patricia lo sabe; ahora necesita
transparentarse en las imágenes focales de la complicidad para
colaborar en su proyecto y en el futuro ameno y plácido de Patricia
extendiéndola por todos los universos posibles.
Ramón
Llanes. 5.9.2014.
Diario de Huelva.es
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