Ramón Llanes
Martes, 18 noviembre 2014
AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS
Monago escogió mal
momento para el amor. En cualquier otro hubiera pasado desapercibido su goce y
más su coste pero olvidó la estrategia del tiempo y manchó las sábanas con
culpas propias, emborronó sus páginas azules e hizo un flaco favor a la
sociedad extremeña que representa. Cuando esta sociedad en general y la suya en
particular airearon sus infidelidades -no conyugales (que eso importa menos y es
muy íntimo) sino institucionales y éticas-, se vino arriba con su cólera de
viento ya pasado, arremetió contra sus utópicos malvados delatores, se subió al
desdén como pedestal para sus ataques y ni siquiera ideó un argumento frío o
cálido para desentumecer de manera afable la dura opinión que sus súbditos se
habían formado después de sus desafueros amorosos.
Esta sociedad es tolerante y entiende también
de promiscuidad, de amores ocultos, de celos, de enamoramientos y de placeres
pero se vuelve muy exigente contra quienes le engañan y quienes no tienen un
comportamiento digno acorde con su categoría, cargo o responsabilidad. No, aquí
no se puede hacer la voluntad al albedrío más rebelde por muy presidente que se
sea. Ya son excesivos los sucesos de abuso de poder, de malversaciones y de
apropiaciones. Y qué casualidad que siempre detrás de un asunto feo se encuentra
un político, qué casualidad. Pues ya no, ya no está la cosa para perdones ni
tolerancias.
El señor Monago puede seguir amando, -está en
su derecho- pero no puede meternos en su cama, no le está permitido usurpar la
dignidad de su pueblo con estas tropelías, no tiene facultad para cargar en
nuestra cuenta sus orgasmos. Hasta para amar es preciso calcular los tiempos y
para hacer trucos con magia se necesita tanta habilidad como osadía. La
exoneración del cargo social impuesto como pena hay que ganarlo todos los días;
ahora es su turno señor Monago.
Publicado en digitalextremadura.com
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