RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 10 de agosto de 2025

LA CALLE

 LA CALLE

La calle posee ese encanto de libertad que no conceden las paredes ni las ventanas, la calle conduce a todos los caminos, está envuelta en tránsitos y calmas, se hace cada mañana, se respira sola, se amedrenta de los que la requieren sin respeto y se fuga del ámbito como una mariposa que se esconde en su nada efímero. Consumir la calle es crecer en sensualidades, es aprender a estar despiertos el trecho largo de la convivencia, es pasear por los ojos de las gentes y entretenerse en la jerarquía de una ansiedad dispuesta al impulso o la espontaneidad; se fraguan en la calle los avisperos del negocio de entenderse y se enfunda cada cual su delirio por haberla pertenecido y haberla obtenido plena de sustancia en tan solo un reguero de andares por la placidez de estos ígneos columpios de estancia que son por extensión la grandeza de la calle.
Una melodía especial tiene la calle, el sonido huele, el olor es música, el color se extiende a los pasos que damos, nos persigue, nos ilustra, nos embelesa.
El vestido de la calle aparece como la sombra del paseante y está en la prisa y en la conversación, se desacelera o se hace bulla hasta obtener esa escondida verdad que quizá se deslice por los zapatos o las prendas y advierta a todos del vicio de teatralidad que la define. Es la calle un versátil escenario, tiene sus códigos éticos creados en su aire, escritos en su compleja identidad que a la vez sirven de soporte a la idiosincrasia de su ciudad o pueblo.
La calle hace que los vocablos, los gestos, las formas e incluso los sentimientos de un núcleo
sean parecidos en su contexto. Los seres que habitan la frecuencia de la calle se parecen en el habla y en las ilusiones, se corresponden en el trato y se estimulan por moldes similares.
Acaso la calle sea el alma de la vida.
Rllanes

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