Algo que escribiera para
mi amigo José Manuel Rodríguez, sentimiento mío en cuerpo y alma,
por siempre.
Yo no soy de
esta rueda, compadre, ni de esta envidia; yo no traigo la mano en el
bolsillo para negarte mi secreto, he sido esclavo de la espontaneidad
y las pasiones; y éstas no te enseñan a ocultar. Yo no soy de esta
sangre ni de la prisa ni acaso del reparto de las sobras; soy, eso
sí, quien se aprendió a desvivirse y a multiplicar favores en donde
quiera que le alzaban la voz o le enseñaran la carencia.
En casa
falta de todo y todo rebosa porque el todo solo significa el alcance
de la capacidad de cada uno y se inventa lo que se echa de menos; del
corazón hacia arriba no es preciso buscar, que a los ojos se
encuentra siempre una miaja de esperanza, en la voz un grito, la
palabra o un cante, en las manos (aunque parezca que quedan por
debajo) el tacto insertado capaz de transmitir sueños y memoria. Y
los besos se juntan ahí, corazón en medio para noquear los
desencantos. El otro que conoces, compadre, de quien me hablas, no ha
dejado huella, no soy yo.
Aquí me
tienes, abierto y loco, puños de amistad y necesidad de hombre. Es
que te necesito, apostaría largos trechos de vida por ti, aunque en
realidad no seas mi compadre y estés con los ojos soñadores que
pones a los momentos infinitos, esos que te hacen bajar las gafas
hasta las manos y descifrar a la gente con exquisita cordialidad. Tú
eres el santo, la seña del sentimiento; yo, amigo, ni una pizca de
parecido tengo con lo que me enseñas. Vivimos al lado del puesto,
con la balanza inclinada al corazón, con sangre que rebota las
espinas, me lo enseñaste. Y también a memorizar los acontecimientos
de tu Osma, me enseñaste. Y a entablar afectos, buscando un hilo
para encontrar una madeja, me enseñaste. Y la bondad y las cosas que
se escapan de los ojos y la pureza de espíritu, me enseñaste.
A veces,
cuando soy indolente, me traes una lágrima y cantamos juntos.
Ramón
Llanes. 30.01.05.
No hay comentarios:
Publicar un comentario