EN MEMORIA DE
ISABELO SORIA
La soledad
de la muerte no evitará la bondad de Isabelo ni siquiera serán
borradas sus huellas amables por el rastro del olvido. Ha llegado
este trance agónico para que su cuerpo abrace con delicadeza su
tierra amada y para que su familia le dedique la memoria completa, el
dolor eterno y las limpias lágrimas. El lugar es suyo, como ha sido
suya la existencia, como han sido suyos los latidos nobles de la mina
a la que dedicó vivencia y arrojos. Un compendio de minero fiel y
constante, un hombre apegado al emblema cálido de sus seres queridos
que han sido todos los habitantes de esta verdad viva que es el filón
nuestro de la subsistencia.
A pena
tocarán las campanas de la iglesia y a pena sonará el aire por su
calle camino al alto de la posada, hacia las cortas que le tuvieron
en el tajo, hacia los diques, los cabezos, las veladas, hacia todos
sus sitios resonarán con fuerza y ternura las campanas del pueblo. Y
Tharsis llorará su desencanto, estará triste, le acompañá hasta
el misterio de la última morada y allí pondrá flores de pirita y
oro para su adoración.
El hombre
Isabelo Soria ha dejado la vida y se ha ido a lo ignoto de la muerte,
quizá con la misma valentía que la viviera. Su alma quedará
impregnada en nuestro paisaje y su nombre estará escrito en nuestras
piedras. Que la paz le acompañe.
Ramón
Llanes 22.03.2015.
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