EL DEDO MEÑIQUE
Mi amigo Pedro tiene una
especial dotación para tocar la guitarra y la domina con destreza y
cualidad hasta ofrecer conciertos por gran parte de la geografía
usual de la vida lírica que sus alrededores le permiten, es un
hombre gentil y noble, acostumbrado a cambiar música por sonrisas y
muy dispuesto a enarbolar la bandera de la amistad; mi amigo Pedro es
un referente en el conservatorio, reparte conocimientos y compagina
los pentagramas con los abrazos pero el jueves pasado al despertar
observó que le faltaba el dedo meñique de ambas manos y buscó
desesperadamente entre las sábanas por si de una rebeldía fugaz se
tratara; la búsqueda no tuvo éxito y el amigo Pedro vaga sonámbulo
con la carga de su tristeza por las aceras muertas de su insoportable
mundo donde la guitarra, la sonrisa y los abrazos ya son olvido.
Entró la tragedia en
casa sin anestesia y provista de dolor impuro, los pasos son con
rémora amarga, no se respira sosiego, el mundo es una bajamar de
improperios y no se cuentan festines para celebrar otras cosas menos
imposibles que la pérdida de un dedo meñique en un músico
excelente. Mi amigo ha perdido la confianza en los sueños, se ha
fajado en la osadía de ser huraño y tosco, habla como ido del
jardín donde tanto vivió y tanto amó. No sabe, no quiere, no puede
mirar para otro lado que no sea los espacios huérfanos que ocuparon
sus dedos meñique.
La barcaza de ayer
naufragó de nuevo en el mar de las incertidumbres y se vieron ojos
sin vida acosados por una sinrazón, los niños del otro mundo apenas
tienen capacidad para añorar otros horizontes, las aguas se tragaron
las sonrisas. Los que habitan la otra orilla piden pan a todas horas
y les entregan metralletas de verdad con balas de odio. Las banderas
blancas se han caído por falta de brazos para levantarlas, las
bombas son, allá lejos, la costumbre impuesta. Bimba, Trade, Josué,
Inira, Lala, Patrice, Songa, Nuna y mil millones más de humanos
fueron sometidos al control de la guerra, fueron muertos por la
insatisfacción de los poderosos.
La última patera
tampoco aguantó la fuerza de un sueño mejor y se ahogó sin avisar,
ahora los viajeros claman ayuda con las manos, el mundo culto ocupa
los foros del olvido con despreocupación y rechazo, la única Paz
que encontraron los pocos salvados tenía forma de manta.
Ramón Llanes. 8 febrero
2016.
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