Suerte
Decido
cumplir con mi costumbre de buscar la suerte -esa incómoda tentación
del hombre que se mueve por subterfugios desconocidos y que muy
pocos, muy pocos la conocen-, me engancho con el primer cuponero que
se me cruza, le miro la cara en intento de adivinarle la voluntad,
(si le noto despeinado paso de largo), le requiero me enseñe los
números que lleva, le revuelvo las tiras como si supiera con
seguridad el premiado, le hablo del tiempo -para distraerlo y evitar
que preste atención a la venta (eso, dicen, produce una conexión
extraña con los astros y provoca una imantación especial que atrae
un halo de fusión que suspende el movimiento circular del espacio
para engranarse en mi petición), le pido un cupón cuya penúltima
cifra sea un cero y preferiblemente acabe en ocho, le pago el
servicio y me esfumo, como un imbécil.
Los
martes y los viernes sortean millones en un juego que han inventado
para toda Europa y al que llaman euromillón ( será porque los
millones que tocan son de euros), y la ventanilla es un hervidero de
sueños, incluso de proyectos. Allí en realidad se empiezan a gastar
los premios que nunca tocan, porque si toca el proyecto es otro, o
imagino que será otro, a saber por los comentarios de los libros. Yo
no tengo suerte ni para conocer a quienes la han tenido, en mi
universo priman los reciclados, los persuasivos, los pasionales, los
místicos pero mi agenda de los agraciados está blanca. En la
ventanilla ya la cola es un deleite, el personal se distrae con
palabrería y reparto. El juego es más que un vicio, crea emociones,
hace volar, hace caer, de todo. Se acaba el martes y los pensamientos
vuelven al sol, desnudos de suerte; se acaba el viernes y se
extinguen las ideas; antes del fracaso la vida fue una utopía.
Miserablemente
he confeccionado lemas para olvidar la crecida de mi concupiscencia,
cada día, cada hora, y emplear la ilusión en otra gama mejor
distinguida de mis predilecciones pero me dejo llevar por la inercia
del número, donde pongo el mayor compromiso, porque mientras viven
en mi bolsillo me aseguran mofa o felicidad y no me atrevo a
traicionarme.
Ramón
Llanes 28.11.12.
Publicado en digitalextremadura. com
No hay comentarios:
Publicar un comentario