LA GRANDEZA DEL VOTO
Como el agua, las propagandas
electorales han anegado los buzones calmos de cada habitante; los sobres, que
otrora fueran objeto de mofa y repulsa –después de haberlo sido de postín y
desvergüenza- circundan ciudades donde suceden desahucios y alteran todos los
pronombres de los destinatarios y surgen por el lodazal de las incertidumbres
urbanas el magnífico deseo de amordazarse al silencio, dejar pasar la vida un
día más, que no será pedir mucho, y emplear el plácido domingo en tareas de
afecto.
Predominan los
mensajes fatuos en la lista de actos que dislocan el énfasis de las promesas de
imposibles o de todo aquello que en el programa lleva treinta años escrito a
color y en clave de mentira. Saben que la política ha defraudado a la inmensa
mayoría de este país, que Europa no ha seducido lo suficiente, que las
seguridades y derechos de los ciudadanos han sufrido mermas y desencantos en
este último trecho, que la satisfacción no ha existido más allá de los propios
elegidos a la mesa del reparto. Es imposible que se pueda legislar tanto en tan
poco tiempo –a esta legislatura me refiero- sin exponer siquiera una norma
beneficiosa para los protagonistas de esta historia que somos nosotros los
votantes y poderdantes de confianzas. Es imposible que con tal panorama general
se convenga en las familias la dedicación al voto del día veinticinco y no al
vómito y al reproche.
Nos dicen que la
abstención beneficia a los partidos mayores, que mi falta de voto va a la urna
mala y se convierte en punto importante para quien nunca quise votar. No es
posible que esto funcione así, eso es lo que consideramos necesario cambiar,
además de las caras de los de siempre y las actitudes indecentes de los de
siempre. El voto es un cheque en blanco que entregamos a gente sin escrúpulos,
salvo raras excepciones; pues se acabó.
Ramón Llanes.
Publicado en digitalextremadura.com. 19.5.2014
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