PRESENTACIÓN DE RAMÓN LLANES DOMÍNGUEZ
Por Juan A. Guzmán
Presentar a Ramón Llanes
Domínguez es motivo de satisfacción y orgullo. Presentar a Ramón es compartir a
un poeta amigo. Y mostrar a este poeta amigo es ofrecer, en su voz, todos los sentires del Andévalo.
Si Paco Toronjo es el
poeta de la oralidad, el Trovador, el pico punzante que golpea el mineral, el
barreno tronador que hace temblar y tambalear y triturar el solar andevaleño;
Ramón es el poeta que escritura, es el creador que impregna su pluma en las
acrisoladas aguas tintas del río Tinto y las convierte en grafo. Grafos
andevaleños, a veces verdes, nevados y negros como el sentido aroma aéreo de
los jarales; otras veces, incidiendo con la profunda naturalidad de la corta
concéntrica en los más hondos estremecimientos del ser humano que en el
Andévalo, como en todo el planeta
Tierra, ama, sufre, ríe, suspira, llora, se agranda, agoniza y se eterniza en
la memoria emocionada de sus coetáneos y en la nostalgia telúrica de la voz
secular y originaria de su poeta: Ramón Llanes.
Para preparar esta
presentación he tenido que ir al rincón más recóndito de mi biblioteca, allí
donde están los libros de mis seres poetas queridos; aunque ellos no lo sepan,
yo los quiero. Y los quiero como a la mayoría de los seres que se que aman. Sin
elección como se ama al lugar donde se nace, a los padres, a los hermanos, a
nuestras costumbres y cultura… Así, así quiero yo a estos poetas. Y los quiero porque
son los poetas que me ha tocado convivir con ellos, consentir con ellos… y, (la
mayoría de las veces, dada mi incontrolada timidez y recelo para no mostrarles
mi gran afecto hacia ellos), discutir. En ese rincón profundamente esencial de
mi biblioteca están sin orden ni concierto, como si estuviese en mi memoria
emocional: “Un soplo de mi vida” de Ramón Llanes: libro nº8 del a
colección del C.E.O. Arropándolo para que no se caiga “Oda al hombre” de
Eduardo Álvarez Heyez y los “Caminos del poeta”, de Antonio Cano, seguido de
“Océano” de Abelardo Rodríguez, “Milciades” de Pepe Juan Díaz Trillo, “Cartas a
nadie” de Juan Drago, “Buscándote a destajo” de Paco Sánchez, “Andando el tiempo”
de Francisco Jiménez, “Zalassa” del Capitán de las Dunas. ¡Qué tiempos
aquellos, la poesía onubense escrita y publicada en los setenta y ochenta!
Tiempos del Club de Escritores Onubenses, Celacanto. Me gustaría encontrarme
algún día con todos o casi todos aquellos jóvenes que iniciamos la singladura,
dura, dura, de ser raros, raros, raros, es decir, poetas. Por entonces las
contraportadas de los libros se escribían así:
“En el Tharsis de cobre y
de vagonetas, en la única primavera del 1949 y por el amor de Pepe y
Candelaria, mis padres, se me concedió la libertad de la luz. Jugué durante
niño a la pelota, a los bolindres y a las pandorgas. En el Seminario aprendí
las primeras normas de conducta, la guitarra y la poesía. La vida me enseñó el
resto. Ahora agradezco a todos que me hicieron hombre. Con sinceridad escribí
algunas de mis vivencias en esta pequeña obra un poco de la mano del silencio y
la nostalgia. El tiempo me regaló otras libertades. Con mi mayor respeto esto
es “UN SOPLO DE MI VIDA”.
Este soplo de su vida y de mi vida y
de la vida es el que ahora quiero compartir con vosotros, y con Ramón, en la
franqueza de su poesía sencilla, directa, elemental, con la ternura de la
fortaleza del espíritu, con la sonrisa del hombre fraguando en infinitas
batallas diarias, del poeta que se hace voz y eco del hombre de su tiempo, de
su solar milenario y pacífico como gérmen de las culturas más autóctonas y
permanentes: Tartesos. Con vosotros Tharsis en la voz de Ramón; Ramón en el
sentir de Tharsis. De lo elemental a lo esencial por el camino del amor vital.
Tierra y seres andevaleños entrañados en el sentir universal de su poeta, que
nos lo cuenta, nos la canta, nos la cuenta, lo siente y lo consiente:
MI
CAMINO VIEJO
Por el
camino viejo de mi barca
te
enseñé mi luna de poeta
y
la tendrás junto a la orilla… llena.
Porque
tú sueñas
la
misma paz que yo atesoro.
La
ilusión de tu mirar quiero llevarme…
Yo
quisiera tener en mi guitarra
el
son eterno de tu risa
y
ofrecerte un canto de bordones
que
mezclaran tus notas con las mías.
Alguna
vez, sin que me esperes
te
dejaré que me copies esa luna
a
cambio de saber que no me olvidas.
Como a la amada, amigo lector, también te dejará que le copies “esa luna”, la luna de su creación a
cambio de tener presente para siempre a nuestro poeta, Ramón Llanes.
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