Detrás de la pérdida el hallazgo precipita la sorpresa, intensifica la ilusión, siempre alguien con bondad entiende la clave de acercarse a los lados que escuecen y el tiempo del dolor se convierte en espacio de calma. Luego que la risa te llore los ojos y la indigencia se haya quedado en un maltrato del destino o del descuido. Me refiero a gente de bondad, a la que te hace consomé de mimos, te enmudece la tristeza, te trae un pañuelo de palabra. Me refiero a dotarles, a reconocerles, a monumentarles, a establecer cauces que beneficien a quienes se gastan la vida entre bondad y bondad, me refiero a que les protejamos.
Existirá la fórmula legal, moral, humana, que identifique cada currículo de cada viajero de cada estación y lo encumbre por la traza de bondad que presta al lugar mismo donde vive y se le deshace el sueño intentando inventar otro bien. Pensión de bondad con carácter indefinido a los comprensores, a los arregladores, a los buenos, a los que tiritan cuando alguien tirita y se cansan de andar pero no de amar.
Me refiero a ellos, ahora que las campanas de paz se oyen en los telediarios de las tres y muchos se alegran desde la concordia y otros se mofan desde la molestia. Me refiero a ellos para que el círculo de los ciudadanos les protejamos de los dogmas y les preservemos con la misma bondad.
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