NO ME PISES QUE LLEVO
CHANCLAS
El solsticio de verano
viene a confirmar que evolucionamos, que hemos superado la parte de
sombra de los antiestíos, que se surte la tarde de biznagas, que los
geranios son otros, que el agua, que la arena, que la alegría por el
cambio, que la ilusión en tanto para hacer tantas cosas, para
construir nuevos sueños. Cualquier ansiedad es bienvenida y de
sustos ni tan siquiera un pisotón, que ahora los pies se enfundan
solo con andanzas y los zapatos se hacen ocupas del rincón. Media un
trecho lindo por delante de este tiempo sin asperezas, la vanagloria
de los trazos que pone la calidad del ambiente se nutre de ritos
desenfadados y todo es grácil y suntuoso aunque no se queden los
cultivos del penar en los olvidos.
En este asidero de
aromas del sur, como un fuego majestuoso somos los seres; habremos
perdido la loba ignominia o estaremos sobrados de recursos íntimos
para atracar en los puertos más insólitos y dormir en las deseadas
palmeras con la mente libre de intereses y mordazas. Quien se marchó
a los fiordos o quien en la arena hizo sus castillos, ambos tendrán
sus causas abiertas, sus determinaciones consensuadas y sus obras
casi perfectas. Los unos que se transforman, los otros que inventan
libertades –creyendo que el verano para ello es propicio-, aquellos
que rugen por quedar amarrados al mismo barrio, los menos viajeros,
los más conformistas, un mundo estival dentro de otros mundos
ambiguos tan diversos como estériles o como vagos. El estío es al
menos principio y para volverse a los mismos cauces con las mismas
aguas habrá tiempo y se pondrán agallas, pero ahora tocan sombrero
y chanclas sin esperar un desaire ni una culpa.
Es la costumbre, la
docilidad de la costumbre que se enajena de la voluntad y se deja
llevar por la inercia que impone el mundanal régimen, hasta las
trancas de la insolencia si se diera el caso, con el desenfreno por
el gozo, si fuera posible. Tiempo, en definitiva, del que una mayoría
absoluta espera una absoluta versatilidad de mente y sentimientos. Y
si se cae en la desidia no habrá de ser torpe la decisión. Ni
sobras dejará el verano, la suerte no se echa en la sartén, que se
busca con ahínco hasta hacerla aliada y sutil. Ni una tibia mirada
en estío ni siquiera un no intencionado pisotón, solo armonía.
Ramón Llanes. 24 junio
2015.
en HUELVABUENASNOTICIAS.COM
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