NUNCA RECUERDO TU
NOMBRE
En
la debilidad de la memoria se esconden los olvidos que se muestran esquivos a
pertenecer a cánones de lógica. La pérdida se produce por tramos de error; ayer
olvidamos los números, mañana las palabras, hasta que todo entre en un saco
roto y se disminuyan la inteligencia, el
conocimiento y la sabiduría. A una deriva sin orden se acerca cualquier
pensamiento con esta gama de efectos que lo favorecen. En el saludo nunca se
recuerda su nombre, se le hace el gesto de agrado o repulsa, se le guiña, se le
ofrece la palabra cordial, se espera a que el otro hable, se capta el hilo y se
comienza la conversación como dos conocidos de toda la vida pero ambos sin
recordar cada uno sus nombres. Al comentar el hecho ninguno sabrá referir con
quién estuvo.
En
idéntica similitud, los lances habituales del medio donde nos distribuimos las
tareas; aquí donde comemos, amamos, nos respetamos o nos salpican, nos
sometemos al control funesto de cuantos a ello se dedican, nos sacan las plumas
y el pellejo, saben de nosotros el número del zapato, nos invitan a vendernos
todos los elixires para la vida, nos calculan el promedio de nuestra capacidad
para soportar los fracasos y nos tiran de la oreja a cada paso pero al día
siguiente han olvidado nuestro nombre y nos llaman por el número del carnet, la
matrícula del coche o el color del pelo; o a uno el calvo, al otro el de la
barba, a otra la del bolso grande, a otra la pelirroja y a otra sabe dios qué.
Y todo, el más mínimo trato, la mínima información o la más pequeña de las
atenciones, son cargadas en cuenta a precio de honor, mientras nos buscan a
diestro y siniestro para una campaña nueva y nos inundan de llamadas o
mensajes, con la misma desvergüenza que continúan sin recordar nuestros
nombres.
No
existe amparo social para esta tropelía y crecemos al revés en derechos y somos
incapaces de conspirar por nosotros mismos. Y nos va mal.
Ramón
Llanes 15 junio 2015. EN DIGITALEXTREMADURA.COM
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