A QUIÉN VOTAR
En democracia la
papeleta del voto es un tesoro. Quizá no se le calcule su
importancia pero de esa individual libertad depende el destino de un
país. Puede decirse que todos los políticos a quienes les
otorguemos el voto son “iguales”, pero eso un tópico sin valor,
sabemos que no todos son iguales, que unos prestan atención a la
guerra y otros a la paz; que unos siguen entendiendo aún que “para
conseguir la paz es preciso estar preparados para la guerra” y
otros desechan cualquier acción bélica o actitud que se le parezca;
que unos dedican tiempo y presupuesto para fortalecer educación,
sanidad y cultura y otros las olvidan para atender otras cuestiones
menos favorables para el ciudadano. No todos son iguales, no todos
tienen las mismas ideas y no todos saben gestionar con el pensamiento
puesto en el bienestar social.
Este país nuestro tiene
capacidad económica suficiente como para estar en la cúspide de los
países avanzados pero ha faltado imaginación y ha sobrado ineptitud
en esta última legislatura. La crisis ha sido una especie de ajuste
de cuentas con los pobres, ellos sabían que estaban perdiendo cuotas
de poder, los pobres se revelaron contra los abusos financieros,
fueron contestatarios, se manifestaron contra sus teorías y
empezaron a estar en el punto de mira pero se enfadaron e inventaron
la crisis, decidieron cerrar el grifo de los créditos y se
confabularon para ganar mucho más dinero con seguros, viviendas,
solares, bolsa y otras garantías sin tener que prestar un euro
porque la población se estaba haciendo culta y comenzaba a entender
de felonías. Y les ha ido bien, han conseguido ahogar el sistema
colectivo, nos han empobrecido y han tenido la suficiente
credibilidad para convencer de las excelencias de vivir entre
recortes y austeridad. Es una falacia.
Empeñar de nuevo el
voto a esta ideología sería premiarles la gestión y les subiría
el ego hasta límites insospechados y las consecuencias serían
detractoras. Esta sociedad necesita mil cambios para adecuarse a
intentar conseguir más altos niveles de felicidad a través de la
forma de legislar y llevar adelante un país tan enormemente
desilusionado en este final de año. Votar será para los actores
principales de este momento otorgarles confianza o darles un puntapié
y en eso debemos pensar antes de meter la papeleta en la urna. Hay
que cambiar, no podemos continuar metidos en la habitación oscura
esperando que pasen los miedos, no podemos permitirnos más
situaciones de descuidos y desahucios y faltas de atención a
desfavorecidos y estar en primera línea de fuego en todas las
guerras. Cambiemos el aceite al motor que ya hace cuatro años desde
la última vez y huele a quemado, el coche lo necesita para correr
mejor y desenvolverse con maestría por esas difíciles autopistas de
nuestras vidas, del mundo y de Europa.
Ramón Llanes. 29
noviembre 2015. DIGITALEXTREMADURA. COM
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