Mi voto fue mi carta de sueños y peticiones con la mezcolanza entre niñez y madurez y la duda sobre mi merecimiento a los regalos que pedía, pensando que fueran muchos o fueran caros o que fueran imposibles y no pudieran tener cabida en la casa de mis ilusiones; como elector y como niño presentaba peticiones idénticas, las mismas que en tiempos de pantalón corto e idénticas a las que podré relacionar en la próxima elección. Mi lista la comparé con las listas de mis amigos, de mi familia y de mis vecinos y coincidían todas, pedíamos lo mismo, ninguna utopía, nada del otro mundo, solo lo típico de siempre, de todas las veces, sin pensar que nunca nos trajeron el bienestar ansiado por culpa de ellos sino por nuestra propia culpa como ciudadano poco ejemplares o porque nunca supimos meter la papeleta mejor o acaso porque el sistema nos obligó a ser de esta y no de otra manera.
No sé por qué sigo esperanzado en las mismas cosas, por qué me reitero tanto en pretender un mundo más fácil y en perseguir tanto a la felicidad colectiva; se nos ha dicho que todo es una fábula donde se encierran los deseos y que nunca se cumplen, y yo, como todos los míos, sigo empecinado en comprar números y papeletas y en emitir votos de igual color para conseguir esa parte de bienestar tan necesaria en el entorno que me arropa, y nada, siempre la misma voz anunciando la misma calamidad. Qué habrá de suceder para que los míos y yo dejemos de acercarnos a la urna a ponerle cara de esperanza y risa de niño a nuestro voto.
Ramón Llanes en HUELVAHOY.COM
No hay comentarios:
Publicar un comentario