CABOS SUELTOS
En la segura sospecha de un acabado estío, vuelvo, como la mar de María, al reciclaje de los ojos, a seguir mirando sin perder de vista el recuerdo, ahora ya las cosas de siempre, que me acercan el horizonte de membrillos, la acequia, el papel que me llega, la atención al cliente, la carretera sin acabar que me conduce lentamente a casa, los libros engullidos por la devoción a las letras, tantos como días, como días de jardín y ocasos, vuelvo; vuelvo a entristecerme como antes cuando ordeno el protocolo de cultura de la ciudad que me habita y percibo desaprensión y tozudez en el “que te dejo si me dejas”, del quien manda al quien debe obedecer. Vuelvo, como esa mar de septiembre, y ya es otra vez La Cinta, con farolillos, luces de colores y políticos en puro estado de vigencia, los resultados del paro que dicen que sube cuando nunca nos creemos que exista.
Vuelvo al predio que me es amado, a quien detrás de todos los predios me espera amándome y sabiéndose, por mí, amada y nos enfurecemos un rato con las protestas de la mar porque nos comió el destino el lar que ocupábamos. Vuelvo para hablar de tres puentes o de nuestros cabos sueltos o de las asignaturas pendientes de Huelva o del pronóstico de la verdad que buscamos o del placer de encontrarnos o de tí; vuelvo con intención de cambiar algunas cosas que me ciegan la cordura.
Ramón Llanes
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