DIVÁN
DEL ESTÍO
Para
el somnífero del estío, calor en un raudal extremo, diván alargado
hasta los pensamientos y posición consciente de desvelo. Hacer
mundos desde la serenidad del sosiego, desde la apariencia del sueño,
desde los pormenores olvidados de la vida disciplinada, evitación de
lo arcaico, control de la palabrería ajena (significativa huida en
la dialéctica con pelmazos) y una convencida sobredosis de
paciencia.
Aprietan
los síntomas de desenfado y dejadez pero la meta está en la misma
puerta que durante las mangas del invierno y la precisión se puede
desbancar con un simple tono perdido que da insidia al colorido
brillante de la benevolencia. Seremos ínclitos delirantes de la
eficacia a medida que los colmos nos vayan ajustando los pasos y nos
metan presión en las fuerzas hasta poder solventar con dignidad los
cometidos encargados y por los cuales merecemos el premio a este
descanso.
Acostumbrados
a este sol imperativo y solemne, a los sofocos de fraguas en cada
casa, a las necesidades de sed, solo una combativa persistencia nos
salva de la ilícita manera de olvidar cuánto queda por hacer. El
calor pasa de largo, no se agrieta no vulnera a la naturaleza; el
calor tiene una gracia doliente que nos permite pertenecer a su
soberbia con el agobio de su inclemencia y acaso los esquivos del
diván y buscadores de sombras no sepan destronar la sinrazón de un
fuego tan cercano, que amedrenta a cualquiera, que vuelve las mentes
retorcidas y alienta la locura.
Está
probado que más que fobia por el calor existe fobia por el frío; el
deseo de civilizaciones que viven en otras partes del meridiano por
alcanzar acaso la mínima gota de luz, la más solícita paz de un
calor que ponga los pulsos ardientes y los cuerpos en un ardor propio
de los seres que esperan impulsos naturales para desenvolverse con
mejores condiciones en la marea del vivir. Será que nos hace bien
esta conveniencia del estío y no me opongo.
RAMÓN
LLANES 7.7.2013. publicado en digitalextremadura.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario