EXTRAÑOS
EN EL PRESENTE
A
veces, divagando, quitamos las barreras del tiempo para imaginar cómo
se acomodaría a nuestro presente cualquier antepasado extraño que
apareciera de pronto en la esfera actual, ésta suministrada por
cables, células fotovoltáicas, redes, telefonía móvil y mil
inventos más al uso de la evolución que soporta nuestra manera de
convivir y a la que estamos compelidos sin remedio.
Si
alguien anterior se asomara, quedaría tan sorprendido de los avances
hasta serle difícil o imposible entenderlos. Le explicaríamos con
ardor las velocidades que alcanzan los aviones, el progreso con
respecto al conocimiento del espacio, las técnicas científicas de
los trasplantes de órganos, la versatilidad alcanzada en las
comunicaciones; explicaríamos, como si le estuviéramos enseñando
otro mundo distinto de aquel en el que vivió, la tecnología
industrial, los avanzados progresos sobre inseminación artificial,
la praxis tan fundamental
en
el desarrollo de la vida; le explicaríamos tantas cosas, tantas
cosas nuevas para él, desconocidas en su existencia y que hoy son
claves para el desenvolvimiento de la sociedad. Se caería del susto.
Todo esto no era previsible.
Nuestro
antepasado, de hace dos siglos atrás, por ejemplo, se encontraría
un mundo perfecto, le parecería estar imaginando aquello que no le
fue posible soñar, alabaría los sistemas, los logros, la sabiduría
de esta actual civilización con tantos adelantos. Y pensaría en la
infinidad de comodidades propiciadas por la investigación. Y
desearía haberla podido vivir.
Acaso,
antes de volver a desaparecer, preguntara si acabaron las guerras, si
dejó de existir el odio, si se avanzó también en equilibrar las
desigualdades sociales, si se acabó el hambre; y acaso preguntara si
los seres humanos de esta primorosa civilización habían alcanzado
la felicidad. Nuestras negativas respuestas le dejarían aún más
atónito y le alimentarían las ganas de volver a su refugio,
olvidando este cuento.
RAMÓN
LLANES 28.7.2013. Publicado en digitalextremadura.com
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