ABUELOS.
Hace
poco en un arcén de una carretera cualquiera aparecía un viejo con
cara de alegría esperando a una familia que nunca llegó. En un
asilo de cercanía, honroso y noble hasta más no poder, dejaba su
último suspiro el más anciano de la comunidad, cumplidos los ciento
cuatro y leyendo sin gafas y utilizando la memoria como su mejor
recurso, pero se tuvo que ir, por imperio de la ley natural. Ayer
supe que Rita se estremecía en las soledades de su casa y quiso
desaparecer de soslayo, como había sido
su designio. Dicen que se le fue la cabeza, enfermedad muy en uso, a
Lola la grande, señora de poco más de setenta que llevaba para
adelante 8 hijos suyos, los nietos de rigor y los parásitos de
siempre que buscaban el puchero y el cariño y que siempre tenían
con Lola la grande. Y resulta que también está en las últimas.
Y
luego dicen que solo se van los buenos y que los malos se meriendan
aquí todos los calendarios. Y se oye que la justicia no otorga valor
a la humildad y al amor y también se oye que la justicia no tiene
qué ver con todo esto. Pero los abuelos se rinden antes de tiempo en
el primer hospital, en un asilo luminoso, en el geriátrico de moda,
en el banco de enfrente de casa, en el casino o en ningún sitio; se
rinden sencillamente porque las cosas no están para batallas o
porque intuyen carencias.
Y
me llega que a los ochenta se le ocurrió a Lozano comprar unos
libros para matricularse en Historia y lo ha hecho con las agallas
de un chaval y ahí está peleándose con los apuntes e intentando
sacar pecho y memoria suficientes como para alcanzar su meta.
Y
me temo que miles de historias de este tipo son comentarios de día
en día por estas laderas de nuestra sociedad, en donde la culpa de
lo peor la tiene Dios y de lo mejor, nosotros. Y otros piensan que
Dios no se mete en estas cosas.
Ramón
Llanes 21.7.13. Publicado en digitaextremadura.com
LINDO TITO, EN MUCHOS MOMENTOS DIFICILES, ENCUENTRO ESA TRANQUILIDAD QUE NECESITO. GRACIAS
ResponderEliminar