DEMASIADO ARRIBA
Escribir en estío
siempre ha de oler a sosiego, a brea si acaso, a ocio y esperanzas.
Cuesta ganarse el tiempo del verano, que son acumulables los pluses
conseguidos pero más se acumula el esfuerzo. Y ya en él, demasiado
arriba, las estrellas que se han caído, los proyectos, las
innovaciones, las réplicas, las lecturas. Abajo quedan las rutinas y
las sandalias, que son ellas la mayor de las veces los hilos
conductores hacia la puerta de la felicidad (que de ahí jamás
pasamos), y quedan las vueltas a lo de siempre, el entorno, la
fiestecilla, la acogida, y un fresco deseo de no querer superar los
límites de agosto.
En pensar que todo
acaba con el estío y más allá es ansiedad se va la lujuria y viene
tiempo de envidias a reciclar aquello inesperado a nuestro pesar.
También costó llegar al propio verano, deshecho en almanaques de
sinrazones, indiferente a los mundos, inmóvil, intratable y con
ojeras de sopor desde el primer minuto hasta el último suspiro. Debe
ser que todo está demasiado arriba.
Fíjense los atributos
de esperar, los prolegómenos y los deseos en lugares visibles por
los humanos, no tan altos, tan inalcanzables, hasta que el todo sea
tan rutinario y asequible como la nada. Antes de esperar el
resultado, otro chapuzón en sombras cotidianas, advirtiendo que
superamos los espacios con criterios.
Ramón Llanes.
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