CON GANAS DE GRITAR
Algunos
días son tan simples que entran unas enormes ganas de gritar. Y no
sabes a qué gritarle hasta que te adentras en la mañana y ves una
papelera rota, un coche mal aparcado, unos ciudadanos que olvidan la
existencia de los pasos de peatones, un político que insulta a otro
político (de distinto color), una farola que no enciende, un recibo
del banco con gastos por comisiones de no sé qué, un dolor de
muelas inesperado, una esquela en la prensa de alguien que conoces,
una llamada que esperas y que nunca llega, una avería en el bajante
de las cañerías de tu casa, los aromos amarillos que ya se
marchitaron, el calor tan trocho, la calle cortada por obras, un
atasco en la democracia, alguien que te falta a la cita, otro alguien
que te llama a la hora de la siesta, una cola en el banco, una mirada
incierta, la turbidez del agua de hoy.
Acabas el
día con cara de haber deseado todos los gritos y olvidas todo
aquello importante por lo que mereció la pena no gritar.
Ramón
Llanes.
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