EL TIEMPO.
Escribiré de los
cedros, del álamo triste,
del arroyo; escribiré
vistiéndome de hoja, un pasajero
a ningún lugar
conocido,
ese agnóstico de mil
esperanzas
que pretendía nubes
imposibles;
escribiré cuando no
haya balsa de agua en el horizonte,
cuando odien al pájaro
que hizo nidos en el
árbol,
me iré
con los colores del
crepúsculo
a la sombra de la
espera,
como el sol, toda la
noche,
como la luna, tantos
días,
como la piedra a la
erosión, como el tiempo
sin mandato,
me iré
cuando intuya que
nadie me aguarda
que a nadie he de
esperar;
y los pasillos de la
sombra escribirán cartas
con lápices de ojeras
y las sandalias del
viaje serán cuadernos amarillos
y las bestias harán
mis musas
y el poema será un
roto abierto de manchas de aceite
y no habrá estación
que despida
ni guardián de los
relojes, ni sereno amaestrado,
me iré
a donde quiero
el recalmón de tiempo
que caliente
las promesas, a donde
el pregonero traiga
las voces del agua
en sacos de
esperanzas,
a donde me escriban y
me llamen, me iré,
escondido de los
besos,
a donde me engañen y
me ultrajen,
a donde la luz tenga
otro “no importa que me ciegues”,
a donde sea capaz de
no pensarte
y me haga rey del
olvido,
a donde estemos, el
tiempo y yo
escribiendo sin
prisas, versos tristes.
R.Llanes.
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