Tu sentido del valor te ha llevado, madre, al paraíso deseado, donde no habrá siquiera un instante de calma, solo ajetreo; tú inventabas el quehacer desde el cotidiano esfuerzo, la colmada rebeldía contra el todo quieto, la búsqueda mágica y constante por la supervivencia de los tuyos, tus cachorros rodeándote mientras acelerabas el cuido en ellos con una mano en la ternura y otra en la sopa. Tu paraíso estaba en nuestros ojos, en la luz que desprendían los días con nosotros reinaba tu felicidad, ganaste muchas eternidades con el espíritu, con las manos, hiciste mejor el mundo nuestro; allá en los sitios de dioses te tendrán siempre despierta solucionando mundos nuevos, acaso ya todos sepan que por aquí fuiste la mejor obra de arte y patrimonio amado de nuestra humanidad.
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