LA DULCE FRAGANCIA
DEL PERDÓN
El perdón siempre huele a
concordia, a tiempo abierto y a nueva palabra; antes que a pronunciar los
verbos nos enseñó la ética a saber perdonar evitándonos el castigo del rencor,
con tal signo hemos vivido, hemos comparecido a los solsticios y a las
pasiones; perdonamos un descuido, una ofensa, un adiós, un engaño, somos los
humanos tan versátiles y diferentes que cada cual inventó su verdad para andar
por su casa de la vida y discrepamos con facilidad para quitarle razones al
adversario, nosotros íntimamente perfectos no tenemos capacidad para admitir
desorden de pensamientos, hemos circulado siempre por la buena acera. Quién
lanzará el primer reproche, ¿quién habrá quedado libre para sostener la
infinita razón de una verdad propia?.
Si cuando nacimos ya habíamos
perdonado a los promotores de guerras y vandalismos, a los saqueadores y a los
arrogantes, después seguimos perdonando a los ladrones y a las incívicas formas
de destrozar derechos, en la reciente historia hemos perdonado a los gobernantes
que nos obligaron a tener enemigos y a matar y a quienes esquilmaron nuestro
patrimonio, hemos tenido valor para perdonar a todos. Con el perdón hemos
subido la cuesta de las intolerancias y hemos bajado a consecuencias positivas,
con el perdón se queda la conciencia más limpia y la sociedad mejor dispuesta,
lo contrario es fomentar el odio.
Ramón
Llanes. 29 mayo 2021
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