COSAS QUE PASAN.
Es curioso como todas o casi todas de las cosas que pasan en el mundo tienen una trascendencia tan notoria que nos llegan a afectar en sobremanera mucho más de lo que nosotros intuimos. Una guerra en el lugar más apartado del mundo empieza a formar parte de nuestras vidas desde el Telediario hasta la devaluación de la moneda que utilizamos; la caída de un determinado producto en el mercado de valores, también nos afecta; y los flujos de la economía y el tiempo. Todo es un conglomerado de premisas que alcanzan un fin la mayor de las veces para desestabilizar nuestros posicionamientos individuales y colectivos.
De ello se deduce que pertenecemos a una colectividad sorprendentemente engranada y cuyos resultados integran el devenir del individuo. Y aunque no queramos entrar en el conocimiento de las noticias no somos capaces de ignorarlas porque nos machacan con los análisis de ellas hasta puntos extremos. Y nos repiten las consecuencias y los problemas.
Es también curioso que todo esto se produce cuando se trata de situaciones perversas (dicho en términos coloquiales) que afectan de manera negativa a nuestro medio. Otro tipo de noticias o sucesos que a montones se suceden en el mundo y que tienen un cariz más liviano, alegre o agradable (las llamadas noticias buenas) no entran en la rueda del noticiario. Tienen menos audiencia, interesan menos, son menos morbosas. Estamos enganchados a lo trágico y somos seres con un drama que contar, vendedores de la propia desesperanza, hasta el punto que casi no respondemos a la tan acuñada frase de la sabiduría del pueblo.
Y digo esto por todas las razones que se me han venido a la mente este fin de semana en el cual he pasado unos días sublimes repleto de emociones y convivencia.
Ramón Llanes
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