Nadie alardea de remedos de fracasos, todos alguna vez nos hemos encumbrado a un cénit inexistente o fugaz. Pero el éxito agota, te pesa, te tumba y acaba machacándote. El fracaso, por el contrario, es bálsamo para un nuevo comienzo, levantarse, aprender, estudiar a conciencia los métodos para el inicio de la nueva aventura.
Bordear las arenas de un habitual compañero llamado fracaso conlleva un predicamento de valentía honrosamente humana que solo llega a privilegiados que alcanzan a comprender la fascinación del fracaso. En los actuales diagnósticos de la psicología aparece con una frecuencia muy importante contra el hastío, el tedio o el propio exceso de éxito. Increíble pero cierto.
Quien no haya tenido un fracaso en su vida ( cosa altamente improbable) jamás entenderá la verdadera capacidad de sí mismo para autoimpulsarse, autovalorarse y relanzarse cada vez a misiones más complejas con la facilidad que deja la experiencia. Pero ni éxito ni fracaso han de constituirse en metas definitivas para los inconformistas o los rebeldes, han de ser simples propuestas en el calendario de la lucha constante por la perfección del hombre y de la especie.
Ramón Llanes.
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