EL FINAL DEL JÚBILO A propósito de la actitud displicente del poder para con los jubilados. ¡Lástima de tribu deshonrada!, nos han crecido con hedor el olvido, quién vivirá con dignidad su júbilo, quién puso la hebilla tan alta para acabar la vida en el desaire, quién movió la escalera. Dónde están los guardianes de mi tribu ahora que muerde la sinrazón el crepúsculo de nuestras tardes, ahora que a miseria huele la alcoba, ahora que solo somos dos grandes memorias en desuso, quién jalea la soledad en nuestras cortinas cada instante. Son ellos, han venido a cubrirse la cara con nuestras dignidades. Ellos no merecen que la mirada les alivie los ojos, han perdido la cuenta de nosotros, han atravesado los muros de nuestra decencia para taparnos la boca con cero veinticinco sueños y nos colocan a la puerta del abismo a solo una voz de la muerte; ya no somos referencia del honor, nos han cambiado por números rentables. ¡Qué bien que nos olvidaran del todo hasta en la siempre falaz hora de las promesas!. Ramón Llanes
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