SECRETOS.
A
estas alturas, ya ves; a tanto tiempo de aquel resultado primero del
encuentro feliz; más joven yo, tú madura, los dos tiernos como
flanes, nerviosos y cárdenos; los dos enjaulados en un enamoramiento
de románticos, tú agotada de la pasión mía que ha durado tanto
como la vida, yo pendiente del calor, de tus estrenos, de tus venas
frías, de tus manos; y ha de ser a estas alturas de la senectud de
ambos cuando me arrime a contarte solo un secreto que son todos los
míos de la existencia.
¡Y
es que te tuve tanto en sueños, tanto en memorias vivas, tanto en
ilusiones y tantas veces..! Hasta en la felicidad tardía y hasta en
las hogueras de impaciencias, siempre te tuve. Ajena, lo sé, a mis
estados de ánimo, he contado los años por minutos para llegar a hoy
que me plazco en anunciarte, en este recodo de cielo, todos los
compromisos rotos por tu culpa, las fuerzas perdidas, los viajes no
realizados a otra parte y sí a tu infinito, las caricias no ganadas.
Estabas en otra luna cuando era llena para mí, que de tus rasgos de
hembra me quedarán polvos o cienos según la misión o la época.
Creí
haber nacido contigo y para tí y eras como de todos, como el
pasamanos o el aire; eras de los de principio de siglo, de los del
sorteo y de los muertos. Hoy son las cosas igual, no ha volado el
tiempo tanto como mi deseo. De nada advertirán golpes de pecho de
dolor o pecado, de mucho por consagrarme al hito de lograrte. Hoy no
es tarde para recurrir a la memoria y traerte los secretos de mi
miedo. Solo que hayas sido promiscua en la corta distancia de mi
vida, me ruborizará. Sabrás que por tí son los únicos ojos nunca
despegados, los pies acariciándote en las glosas y en los arrabales,
con el tacto acudiendo a tu profundidad; en los oteros concubina mía,
en la solana más consejera, más amada en el paisaje, más reina en
el pozo.
Ahora
que solo tú me oyes al compás de un latido, prefiero reclinarme en
el cansancio y por el deber de la secretería acogerme a tí,
pronunciar tu nombre, ser de la carne y del espacio, hacer bulto en
la fila, y con mi bajo grave de coro a tí, que me oyes, referirte
todo mi amor desde mi primer beso, amada y querida tierra.
Ramón
Llanes.
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