El reloj
No ha inventado el progreso un analgésico o acaso antídoto relevante contra la impersonal realidad del reloj, que cubre el mundo y lo entretiene sin importarle la tormenta. Le hemos visto siempre, sin ansias, sin prisas, olvidado de lo estentóreo, lo banal o lo sublime; nadie aún le puso precio a su cambio de rumbo, a su retraso o a su simple golferío. No le vimos descender a la fantasía en un rato de celebración o colaborar en aliviar una pena, el reloj es la manera menos irritante que hemos inventado para disciplinarnos en vivir.
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