DESENTENDIDOS
Es
costumbre en la familia celebrar juntos el almuerzo de cada día y
componer una sobremesa parecida a un pequeño parlamento desde donde
se aseveran las cuitas del menester, se anuncian los proyectos o se
anotan los consejos que para muchos han de ser de utilidad en la
manera del particular vivir de sus componentes. Siempre animan la
sala con un fondo musical necesariamente recordatorio de algún
acontecimiento, personaje o vivencia que de una u otra manera imite
aquella otra, a veces ya en el olvido. Es el abuelo quien lleva la
cuenta de ellos y quien desengrana la sorpresa.
Sonó
“El Concierto de Aranjuez” ante el regocijo de los asistentes y
los gratos comentarios en una referencia que remitía a la primera
cita amorosa de los padres y fue refrendado con un aplauso general
sobradamente consentido por los homenajeados con tal exquisito
recuerdo. La sala recogía todo el ritual con una pasmosa prudencia y
comenzaba apaciblemente la tertulia.
A
tal foro no estaba permitido modo alguno de alteración del recto
proceder que componía el cónclave familiar, siendo impropio el
traslado allí de vidas ajenas, noticias mundanas o descalificaciones
intencionadas de actitudes políticas, religiosas o deportivas;
tampoco eran admitidas creencias distintas a las consolidadas a
través de la larga historia de una estirpe de personas con un
talante gremial humilde que se había hecho en el mundo del
empresariado a través de líneas marcadas en sus asambleas
cotidianas. La unidad de criterio formada en los años constituía el
lema de actuación y la opinión de todos presidía el poder de una
aventura iniciada siglo y medio atrás y conservada en posición
aceptable durante su existencia y superviviente activa a pesar de la
inclemencia de las crisis. Y quizá la mucha dosis de perseverancia
en los objetivos.
Ramón
Llanes. 20.7.14.
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