ESOS
EXTRAÑOS DESEOS
Aquí
el personal aspira a poco más que a tener un trabajito para llevar a
casa el condumio necesario, exagerar la vida que se agranda desde los
viernes, amar en sus expresiones más virtuosas y acomodar el cuerpo
a la complejidad sabrosa del sosiego o cuanto más añadirle un
poquito de diversión especial cada poco tiempo para configurar con
acierto la lista de deseos, díganse emociones, ratos de buen humor,
algunas que otras vacaciones y obtener cada lunes, al menos, una
sensación amable, distinta a la agónica perseverancia del
despertador.
Este
personal sabio que se muda de acera buscando sombra y mastica la
soledad para que nunca se le quede, transita con la sobredosis de
responsabilidad en los hombros porque otros quieren concederle
protagonismo abstracto donde ellos ni siquiera ansían pertenecer. A
qué cuento pedirles opinión sobre el color de las cortinas de
palacio, implicarles en la zarandaja de los niveles estadísticos de
bienestar o incluirlos en las promesas que inventan los próximos
candidatos. El personal ya lo ha repetido, no tiene ni aspira a
extraños deseos, no se mete donde no le importa, no gusta de
pronosticar sondeos de popularidad de otros ni le pesa la culpa que
le imponen.
Y
por mucho que la osadía sistémica se empeñe, el cabal resultado
del vivir se resume en la poca ambición para conseguir algunas cosas
tan absurdas o presentar disposición constante por una competencia
sostenida que ofrece una irritación precordial y supone un desacato
a las mínimas normas de convivencia. No, poco más que admitir el
trabajo como medio para el sustento vital, mantener la línea de
dignidad aprendida y seguir correspondiendo a los demás con el mismo
afecto. En tal utopía se mueve la aspiración del personal sin que
la reconversión de los pilares del sistema le dejen alcanzarla. Y
surgen los reproches. ¡Extraño mundo!.
Ramón
Llanes. 2.7.14
Publicado en diario de Huelva. 3.7.14
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