EN MEMORIA
DE MANUEL PONCE RIVERO
Nos
duele la muerte de Manolo “Paleta” como duelen las heridas
profundas que nunca cicatrizan, como una daga metida hasta el
infinito del alma; mucho más que un olvido, nos duele, a todos, a
quienes aún somos sus amigos cercanos y a quienes, desde más lejos,
le conocieron, nos duele; nos duele la desconsideración tan temprana
de la vida, nos duele esta rúbrica final para Manolo tan inmerecida
y tan absurda.
Vino
dios en persona a llevárselo, -dice nuestro común amigo José
Manuel-, él mismo, sin enviar santos ni ángeles, vino dios con su
séquito de verdad. No se atrevió a venir Piedras Albas, la eterna
Madre del Prado de Osma, le faltaron fuerzas y le sobraron lágrimas.
Ella sabe que aún no era tiempo de su muerte.
Manolo
deja un enjambre de amistades, un lamento general de dolor en su
Castillejos querido y en El Almendro, deja con lágrimas secas a su
María y a sus hijos, deja bondad en un raudal de compromisos
cumplidos. Quizá nunca se vaya del todo, le recordaremos tanto y
tanto que quizá nunca se vaya del todo, que quizá sea hasta la
próxima Pascua amada. ¡Cuánto plantarle cara al dolor, cuánta
ilusión en cada instante, cuánta voluntad!. Esa sabiduría enteriza
y honesta que practicó en vida será para siempre su mejor epitafio.
Quedará todo el corazón suyo en el más íntimo fuego de nuestro
recuerdo. Que la paz y la tierra le brinden su gloria.
Ramón
Llanes 21 de julio. 2014.
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