ESCRITORES
Sin entender de actores la muerte se aposenta lánguida en todas las
conciencias. Ayer vino también la muerte, en visita rutinaria, a llevarse
compromisarios de la sociedad de la élite de los escritores que quizá
molestaran al aire con sus palabras y quizá, otras veces, alimentaran el
espíritu de muchas soledades y desacomplejaran muchas pobrezas. Y se llevó a
Galeano, con toda su dosis de pasión por el fútbol y con sus buenos modos
escritos en las Américas suyas por quien tanta vida entregara. Y se llevó a Grass,
con su Nobel en las manos y sus penas en el alma por no haber conseguido la paz
que denunciara.
Pero la
muerte no pudo ni supo llevarse los pensamientos ya escritos y queriendo
hacerle mal a sus seguidores movió la tumba hacia el lado del engrandecimiento
y ahora Galeano y Grass son más conocidos, tienen más adeptos y los supérstites
a su memoria agradecen el detalle, como un mal no deseado pero menor y como un
bien pacífico que la humanidad considera.
Los
escritores no se mueren ni los mueren ni el silencio les calla. Los escritores
dejan la vida como un tránsito corpóreo y se ocupan de la eternidad en los
sentimientos; para ellos la muerte es un renglón más, un pasaje de la novela o
un verso nuevo, nunca una desdicha. El compromiso de lo escrito tiene una
huella indeleble sin contrincante ni enemigo. El tiempo viene más fuerte cuando
la inexistencia se asoma. Honor a los escritores y a lo escrito.
Ramón
Llanes. 14.4.2015.
PUBLICADO EN DIGITALEXTREMADURA.COM
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