El hueco de Agosto
Este mecer acontecimientos que convierten casi en luna llena todo el
mes es una delicia sin frenada que colma una inmensidad de deseos de
una no menos cuantía ingente de personas más hechas al reloj que al
ocio. Es la octava vez que inician en el calendario la puesta en escena
de la dedicación de su tiempo al oficio de elaborar un esquema permitido de olvido a cuanto de oficio de hacer se trata, ahora enmascarado en
el oficio del tedio, la meditación, el desenfreno o la fantasía; los oficios,
más juntos o más separados que nunca, porque la ocasión merece un
deleite sin golpe de sorpresa al levantarse, sin opinión en la oficina, sin
incomodidad en el taller; como que se acaban tiempos y nacen tiempos
nuevos en el hueco de agosto.
Han pedido algunos sabihondos una letanía de meses de agosto todo
el año para lo que pueda pasar pero no están las tolerancias para tanto
derroche y conforman en convenio impuesto que solo un mes, el octavo, será la custodia de lo más banal en la teoría de lo inmundo, mangas
arriba, pantalón recortado, ganas de descenso y voluntad en declive; es
la vida en solfa de tono menor, los galgos mirando la luna, los relieves en
decadencia y la sombra en pie admirando miradas de idos en las florituras
del sopor estival.
A la Onuba le viene la dicha de una confrontación de humanos en el
tono más magnífico de la paz, creando en la orilla de una ría sobrada de
belleza un episodio de desenfados, criaturas en cierto éxtasis de fiesta y
grumetes de calidad haciendo ponche, hermandad, diversión, a la par de
entretenerse en no mirar para los mundos que se destruyen alrededor,
por unos días. Tiene, Onuba, su derecho, como otros de nuestros más
preciados pueblos lo merecen por no considerarse un privilegio otra
nueva intentona por ser feliz, es lo normal, es agosto.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE)
1 Agosto 2014
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