ABRIL
¡Cualquiera
anda por ahí cambiando fechas a los ritos del tiempo o modificando el almanaque
a su antojo!, cualquiera se empeña en inventarse un mes, un día o acaso un
segundo más en la disponibilidad o el cansancio!; nos conformaremos con que es abril
y se extiende un horizonte primordial que nos capacita para reencontrarnos con
la música y los exámenes de matemáticas, sustanciales con la época. Bastará con
la primavera para un encuentro más o un arrebato nuevo que limite las horas
pero nunca sea capaz –ni abril ni el universo- de refutar la soledad o evitar
un amor. Las puertas no tienen custodia ni candado, los pájaros se enamoran,
las mujeres se visten de colores, el verso aparece, el papel de estraza es una
excusa para un mensaje, la sensualidad adquiere momentos de insinuación hasta
niveles altísimos; algo pasa en la vida que no se escapa de la atención de los
viandantes. Cualquiera aprende a querer en primavera porque abril enseña.
Y
ocurre que esta prominencia efervescente no apura los conflictos del noticiario
de las nueve ni emite normas de obligado cumplimiento
para un mejor sabernos entender ni está al día en emigrantes retornados,
pateras devueltas o descuidos en los repartos de la felicidad; la ocurrencia
menos acorde con abril continúa su labor transmitida y nunca callada, hace su
trabajo y produce sus nocivos efectos mientras los buscadores de oro y vida se
espantan de la insolvencia de abril para abonar estas cuotas cíclicas que los
tiempos le enseñaron a cumplir. La nostalgia requerirá que sea aquel abril de
antaño nuestro defensor, la voluntad se inclinará por fabricar mejor futuro y
el más conservador pensamiento rezará por la quietud de movimiento en
disposición constante a la inacción; hasta que abril se reponga y vuelque
corpulencia y rasure de insolencias los mundos y se le conceda la importancia
creadora que tan apagada y lastimera aparece en el calendario. No más.
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