Huelva Cala, Francisco
Almonte.
EL NIÑO DEL OLIVAR
Dedicado a los aceituneros almonteños
Sin sombra aun, dos mulas y un burro caminan hacia el olivar.
Sobre los serones, tres hombres y un niño mueven ateridos cuerpos al compás inverso
del lento tranco de las bestias.
Desde la memoria canto al alba helada posterior a una noche de insomnio. ¡Mañana, a
coger aceitunas! -había dicho padre.
Y desde la evocación a madre:
-¡Ques mu chico el niño, Curro, mu chico!
Alpargatas de largas cintas, amarradas a los bajos de un viejo pantalón de padre, lleva el
niño chico, camino del olivar.
Pañuelo bajo la gorra -que no calma el frío intenso-, zahones sobre el rehecho pantalón,
calcetines de lana agujados por madre bajo las alpargatas y… ¡para el
olivar!
Pequeñas espuertas de varillas deshojadas, largos palos para varear las tataramitas de
los árboles, redes de trazas pequeñas y, la tierra: la tierra dura y escarchada como
corazón de diablo.
-¡Ques mu chico el niño, Curro, mu chico!
Manos hinchadas, rojas, aturdidas, rebuscan aceitunas, queriendo seguir el ritmo de
los tíos, que, acuclillados, llenan una banasta y otra, mientras la del niño apenas media, y,
además, no está limpia.
-¡Date prisa, coño, y no cojas las hojas ni te pongas de rodillas, niño, que se te van a
helar las rodillas, joder! -dicen, en el olivar.
Olor a tierra mojada, ruidos de palos que cimbrean enramadas, olivas que caen por
aquí y por allá, un sol que se asienta en el horizonte, los animales que pastan sueltos,
un perro que es un puro ladrar… gorriones, chamarices, verderones y hasta una
colorida abubilla con un pico largo, muy largo… y el niño, aprendiz de hombre,
triste, muy triste y desorientado, en el olivar.
-¡Ques mu chico el niño, Curro, mu chico!
De la Antología HUELVA ES VERSO.
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