Pongo
el dedo,
tú
la llaga, el precipicio, la honda,
la
fragua, el caldo, el libro.
Pongo
el horizonte,
tú
el grana y la acuarela,
el
besamanos, la culpa, el recibo.
Yo
anoto calderilla,
avivo
el fuego, medito,
aprendo
y me rompo
con
el soportal de la tarde.
Tú,
eres tú quien me anuncia
el
timbal de los madroños
para
olvidar la cuesta del estío.
Eres
rémora del quicio,
anafe
y pergamino.
Pongo
cieno por impulso,
margaritas
por celos,
helechos
por costumbre,
sopas
por hastío,
besos
pongo por amor
en
tu mesilla de noche
y
un marcapasos de nácar
que
te duerme.
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